Cómo prevenir el alcoholismo en adultos y adolescentes

Consejos básicos para prevenir el desarrollo de una adicción al alcohol a partir de los hábitos.

Cómo prevenir el alcoholismo en adultos y adolescentes

El alcohol es la sustancia adictiva más consumida entre la población. Beber es considerado un fenómeno cultural, algo fundamental para pasar el tiempo con los amigos y divertirse, y seguramente sea esta la creencia que haga que se perciba como algo cuyo riesgo es bajo.

Por este motivo el consumo frecuente de alcohol es un hábito bastante arraigado, y cada vez más son las personas que cruzan la delicada línea entre el consumo normal y el alcoholismo.

Los peligros del alcohol son múltiples y, por esto, muchas personas, especialmente bebedores frecuentes y padres preocupados, se preguntan cómo prevenir el alcoholismo. A continuación veremos algunas estrategias enfocadas en este objetivo.

¿Cómo prevenir el alcoholismo?

El alcohol es, en muchos países occidentales, la sustancia adictiva más consumida. La cerveza, el vino, los licores y otras bebidas alcohólicas son vistas como un elemento fundamental en muchas situaciones sociales, como cenas, quedadas con los amigos o celebraciones importantes.

Dada su fácil obtención y su legalidad, el alcohol es, también, una de las drogas responsables de muchos casos de adicciones. Si bien de personas adictas hay de todo tipo, el alcohol, junto con el tabaco, son las adicciones más frecuentes en la población, y es por eso que no son pocas las personas que tratan de salir de esta adicción o, en el mejor de los casos, tratar de prevenir una drogodependencia.

No existe una fórmula mágica para evitar el alcoholismo. Cada persona es como es y son muchas las situaciones y el tipo de consumo que se hace del alcohol que influyen en el desarrollo del alcoholismo. Sin embargo, sí que existen varias estrategias encaminadas en ayudar a padres de adolescentes y a adultos preocupados por su propio consumo, las cuales se han mostrado como bastante eficaces.

Aunque hay muchas personas quienes creen que el alcohol es una sustancia que puede tener algún tipo de beneficio para la salud si es consumido, lo cierto es que solo sirve para desinfectar heridas. Lo que se dice de que una copa de vino ayuda a evitar problemas del corazón se ha demostrado como algo falso.

No hay evidencias que relacionen el beber alcohol con una mejora de la salud, más bien al contrario. Además de afectar a la concentración y otros aspectos cognitivos, produce daños en el hígado y, también, en las vías respiratorias. De hecho, se ha visto que la mayoría de los cánceres de laringe son debidos a un consumo excesivo de alcohol.

En cuanto a problemas comportamentales, el consumo de alcohol hace que uno se desinhiba. Esto hace que se puedan tomar malas decisiones, como por ejemplo, consumir otras sustancias más nocivas todavía, como cocaína, drogas de diseño, o jugar de forma patológica (ludopatía). Una mayor desinhibición es sinónimo de relaciones sexuales sin protección, pudiendo contraer una enfermedad de transmisión sexual (ETS), y conductas problemáticas tales como destrozar mobiliario urbano, lo cual puede ocasionar problemas con la ley.

¿Por qué beben los adolescentes?

En una sociedad en la que las tecnologías de la información y de la comunicación están al alcance de todos, el que los adolescentes decidan tomar alcohol está claro que no se debe a que no conocen los efectos que esta sustancia ocasiona en el organismo. El motivo por el que beben es, además de creer que lo que han visto por Internet no les tiene que ocurrir a ellos, que valoran como más relevantes las ventajas a corto plazo que las desventajas a largo plazo.

Entre la cultura popular adolescente está la idea de que el alcohol ayuda a integrarse en el grupo de iguales. Es visto como una forma de ganar aceptación entre los compañeros de clase. Además, bebiendo logran ganar ciertos efectos físicos, sexuales o psicológicos, además de una mayor desinhibición que las personas más tímidas ven como algo extremadamente atractivo.

Prevención de conductas de riesgo con el alcohol

La prevención de conductas de riesgo en adolescentes se centra, básicamente, en evitar que consuman alcohol. Aunque puedan estar cerca de la mayoría de edad, el alcohol todavía puede causar graves desórdenes cognitivos en su cerebro todavía en formación. En cuanto a los adultos, la prevención se centra en re-educar a la persona que pudiera presentar un mayor riesgo para desarrollar alcoholismo, además de enseñarle estrategias que le sirvan para moderar o eliminar por completo las bebidas.

Prevención en adolescentes

Para prevenir el alcoholismo en adolescentes son, básicamente, las siguientes dos estrategias las que los padres y educadores deben tener en cuenta.

1. Fomentar un estilo asertivo

Es frecuente que en adolescentes que han probado el alcohol haya habido intentos de consumir otras sustancias, como marihuana o, en caso de que hayan tenido acceso, cocaína. A veces, estos casos se deben a una desinformación bastante notoria de los efectos de estas sustancias, pero en la mayoría de los casos se deben a que los adolescentes sienten curiosidad y, además, en un intento por ser rebeldes, rehúsan a escuchar lo que los adultos les han dicho.

Su estilo normal de comunicación puede ser agresivo o pasivo, es decir, contestar con gruñidos o pasar olímpicamente de lo que digan los padres. Esto puede ser así porque se lo han visto a sus padres, quienes pueden tener un estilo relacional tenso. Es por esto que la mejor manera de prevenir el consumo de drogas, en especial el alcohol, es hablar sin tabúes sobre el tema. De esta forma se invita al adolescente a que se explique, que cuente lo que ha estado haciendo, siempre y cuando no se le aborde con preguntas demasiado invasivas.

El objetivo es conseguir que el adolescente consiga tener un estilo asertivo de expresión, diciendo lo que desea de forma sincera, directa y adecuada, sintiendo que los padres respetan su punto de vista que está compartiendo como el adulto que dentro de pocos años será. Si se han dado, mencionar las conductas específicas y concretas que están relacionadas con un posible abuso del alcohol.

2. Establecer normas

Establecer normas, privilegios y castigos es fundamental en toda buena educación. Los padres y educadores deben intervenir activamente para evitar comportamientos indebidos, entre ellos el consumo de alcohol. La supervisión y el control por parte de los adultos debería estar encaminada a ayudar a que los adolescentes aprendan las conductas más adaptativas.

Vigilar al adolescente no debe ser tomado como sinónimo de control de todo lo que hace. El adolescente que se siente controlado o bien se frustra o bien hace todo lo posible para rebelarse. Lo adecuado es que, por medio de hablar abiertamente y sin que lo vea como una violación de su intimidad, los padres pregunten qué tal le ha ido el día, qué ha hecho con los amigos y que le gustaría hacer con sus compañeros.

Ser buenos padres no significa ser amigos del adolescente. Hay que establecer normas, límites y ciertos privilegios para influir en la conducta del adolescente. Una norma es la de que no se puede consumir alcohol entre semana. Esta norma, claro está, también deben respetarla los adultos, quienes se deben preguntar si son modelos de consumo o modelos de abstinencia.

En caso de que ya hayan habido incidentes relacionados con el alcohol, se pueden imponer castigos, como retirada de privilegios, disminución de la paga, menos tiempo para quedar con los amigos…

3. ¿Qué hacer en su primera borrachera?

Abordar la primera borracher es una situación muy difícil para cualquier padre preocupado. No únicamente porque puede se traumático ver a un hijo en ese estado, sino que, además, es difícil mantener la compostura. Es habitual que no se sepa reaccionar correctamente a esta situación, siendo frecuente el enfado, la tristeza, los gritos, la pérdida de nervios… Además, a los padres se les puede escapar comentarios hirientes que no van a ayudar.

Lo primero que se debe evitar es hablar de ello mientras se está dando la borrachera, es decir, no hablarle al adolescente cuando no se puede defender. Además de que difícilmente se va a acordar de lo que se le diga en ese estado, lo único que haremos será que se comporte de forma más violenta, opte por el pasotismo y el “lo que tú digas”. Lo mejor es postergar la conversación al día siguiente, cuando el chico esté en condiciones de mantener un diálogo sin que el mundo le dé vueltas.

Al día siguiente, cuando se tome la conversación, que no discusión, se debe evitar dramatizar, aunque sí mostrar seriedad, dado que la situación la requiere. El adolescente debe entender que se trata de un asunto serio, en el que sus padres están preocupados por su salud y que es necesario tomar medidas al respecto, además de hablar de ello.

Lo ideal es empezar con preguntas del estilo “¿qué pasó anoche?”, “¿qué sucedió para que te encontrarás mal?”, “¿quién te ayudó a volver a casa?”... Es muy importante dejarle hablar todo el tiempo que necesite y con calma. Lo que nunca se debe hacer es soltar comentarios como “qué he hecho yo para que me salieras así”, “eres un irresponsable” “borracho”...

Durante la conversación debemos tratar de conocer los motivos por los que bebió y la cantidad de alcohol que ingirió. Si se ha dado el caso de que el adolescente no ha tenido suficiente información sobre los riesgos de abuso del alcohol (cosa difícil, aunque posible, pese a las TIC), se la facilitaremos y aprovecharemos para reflexionar.

Al finalizar, se le debe hacer consciente de que le apoyamos, y que no estemos a favor de que haya bebido no significa que le consideremos un alcohólico, un fracaso como hijo o que le dejemos de querer. Tiene que entender que estamos para ayudarle en lo que necesite, y de que si vuelve a ocurrir, que es preferible que no sea así, que nos puede llamar para recogerle. Aunque al día siguiente se vendrá una charla, debe entender que en estado ebrio de lo que se debe preocupar no es por la riña que le vayan a dar sus padres, sino de su salud.

Prevención en adultos

Aunque de adultos no somos tan influenciables como los adolescentes, lo cierto es que el trastorno por abuso al alcohol puede pillar desprevenido a cualquiera, especialmente tras haber vivido una situación muy estresante o traumática, como puede ser la pérdida de un ser querido muy repentinamente, una ruptura sentimental mal llevada, malos tratos, un atentado terrorista o abuso sexual. Muchas personas se refugian en el alcohol para intentar aguantar todo el dolor y sufrimiento que estas situaciones pueden haberles causado.

Sin embargo, y afortunadamente, la mayoría de las personas adultas consumen alcohol por motivos sociales y sin que haya, necesariamente, problemas psicológicos detrás de su consumo. A veces puede deberse a simples presiones sociales y otras porque nos gusta beber. Pero incluso haciéndose de forma controlada y solo con fines recreativos, el consumo de alcohol es perjudicial, y se debe saber cuando parar.

A continuación veremos algunas estrategias para evitar que el alcohol se apodere de nuestras vidas.

1. El alcohol lejos de casa

La mejor manera de evitar caer en la tentación es mantenerla fuera. El alcohol debe estar lejos de casa, así se evitará consumirlo cuando se esté aburrido. Si la despensa tiene todo tipo de licores, es más probable caer tentando con facilidad.

El primer paso es no tener alcohol para consumo a solas. Se puede comprar un pack de seis cervezas si vienen amigos, pero solo beberlo delante de otras personas.

Una vez terminada la fiesta o el evento social en cuestión, se puede dar el alcohol sobrante a los invitados para que se la lleven o, en caso de que no la quieran, tirarlo por el desagüe. No debemos sentirnos mal por tirar a la basura una droga.

2. Sustitutos

Eliminado el alcohol de las despensas, para intentar calmar las ganas se puede comprar otras bebidas no alcohólicas, como agua con gas, té o refrescos (preferiblemente sin azúcar) para llenar el vacío.

No es buena idea comprar cerveza sin alcohol u otras bebidas en su versión no alcohólica, dado que su consumo incrementa las ganas de consumir. Es mejor intentar adaptar el paladar al sabor de bebidas que de normal no tienen alcohol, como la limonada o las anteriormente mencionadas.

3. Evitar beber sentimentalmente

El consumo de alcohol no se da porque sí. Muchas veces consumimos alcohol a solas por varias razones todas ellas relacionadas con sentimientos: estamos aburridos, tristes, nos sentimos solos, estresados… Todos estos sentimientos son la base emocional de muchas adicciones y se bebe esperando a ver si se sube el ánimo.

Pero el problema es que el alcohol es un depresor. Pasados unos minutos el subidón cae drásticamente, bajándonos la moral y hundiéndonos todavía más. Básicamente, empeora las cosas.

Lo mejor es beberlo solo en algunas situaciones sociales, cuando estemos pasándolo bien y haya una razón que celebrar, o directamente nunca, dado que el alcohol bebido de manera moderada también daña la salud.

4. Probar actividades sin alcohol

En muchos grupos de amigos el ir a un bar es una tradición. Pero ello no significa que no se pueda hacer nada nuevo, como puede ser ir de excursión, montar en bici, probar un nuevo deporte, apuntarse a un curso de idiomas...

Al hacer este tipo de actividades en las que el alcohol no es bienvenido se puede disfrutar de una experiencia con el grupo de amigos, inolvidable y sin que esté borrosa a causa de la borrachera.

5. Rodearse de gente que no bebe

Por sorprendente que parezca, hay muchas personas de nuestro entorno que son abstemias, o que consumen alcohol en muy puntuales ocasiones.

Es muy sano compartir tiempo con gente así, dado que no incentivan el consumo de alcohol además de que ya saben de otras formas de cómo entretenerse. Es muy agradable no tener que enfrentarse a gente que nos invita a consumir cada vez que los vemos.

Por el otro lado, si se conoce a alguien que bebe demasiado y no hay forma de bajar su consumo, lo mejor será apartarse de ella para evitar que nos perjudique. Quizás se percate de que el alcohol le está haciendo perder amistades y opte por reducir su consumo.

6. Ejercicio

Hacer ejercicio es una forma de enfrentarse a los problemas, siempre y cuando estos no sean de excesiva gravedad. Siempre y cuando el consumo sea moderado pero se quiera bajarlo, el ejercicio es una de las mejores estrategias para prevenir el alcoholismo.

Beber hace que nos sintamos flojos y débiles, además de provocar aumento de peso, efectos contraproducentes con la realización de una actividad deportiva. Si queremos estar al cien por cien cada vez que vamos al gimnasio o corremos, lo mejor es no consumir.

Si nos apuntamos a una competición, como puede ser una maratón, pronto nos concienciaremos de que debemos estar lo más despejados posibles y evitaremos, al máximo, consumir toda bebida alcohólica.

7. Diario de bebidas alcohólicas

Evitar el beber en exceso es más fácil para unas personas que no para otras. Algunas pueden beberlo diariamente y decidir parar de golpe, otras, en cambio, les cuesta más.

Sea cual sea la situación, la mejor manera de ser consciente de cuánto se bebe es apuntarlo, y para ello es muy adecuado hacerse un diario de bebidas alcohólicas, en donde se apuntará la cantidad, el tipo, los días, el lugar y el porqué de la consumición.

El límite de alcohol diario máximo recomendado por la OMS es de 30 g en hombres y 20 g en mujeres, traduciéndose esto en más o menos 14 bebidas a la semana para los primeros y entre 7-10 para las segundas.

Teniendo en cuenta este dato, podemos averiguar si nuestro consumo de alcohol está muy por encima de lo que recomiendan las autoridades sanitarias. En caso de que no esté muy por encima, pero aún así lo superemos, sería buena idea proponerse una meta a alcanzar, como bajar a unas 10 bebidas semanales en hombres, por ejemplo.

¿Cuándo buscar ayuda?

Todo lo explicado hasta aquí es para los casos en los que todavía no se ha dado un problema con la bebida serio, es decir, un trastorno por abuso al alcohol. Mucha gente consume alcohol de vez en cuando, pero es la cantidad y la frecuencia lo que determina, además de los efectos en el organismo, la gravedad del caso en concreto.

Si se tienen serios problemas cognitivos y orgánicos a causa de un consumo excesivo de alcohol, además de haber aparecido conductas violentas, problemas con la ley y pérdida de relaciones a causa de esta sustancia, es cuando se debe plantear la necesidad de buscar ayuda profesional.

Tratamiento cognitivo-conductual

Aunque existen grupos de apoyo, del estilo Alcohólicos Anónimos, estos grupos no son tan efectivos como una terapia llevada a cabo por un psicólogo experto en adicciones. El tratamiento más común es el tratamiento cognitivo conductual.

Uno de los objetivos de este tratamiento es hacer que los pacientes identifiquen y corrijan conductas problemáticas, en este caso el consumo excesivo de alcohol, además de identificar los predisponentes

Todo esto se hará enseñándoles destrezas que interrumpirán el abuso y abordar problemas que puedan servir para incrementar la conducta (peleas con la pareja, malos tratos, visitar amigos alcohólicos...)

Las estrategias que se suelen enseñar están orientadas a la mejora del autocontrol, técnicas las cuales suelen ser continuadas por los pacientes una vez se ha acabado la terapia.

Apoyarse en la familia y amigos

Dejar la bebida es algo extremadamente difícil si se intenta hacer solo, al igual que sucede con otras adicciones. En caso de que se dé la situación adecuada, si se dispone de familiares quienes no tienen un problema con la bebida y que puedan servir de apoyo eficaz.

En estos casos, es buena idea pedir ayuda a la familia, siempre y cuando sean conscientes de la gravedad de la situación. Informarles de que se está yendo a un psicólogo y seguir las pautas que el profesional haya recomendado para con la familia es una de las formas para garantizar que el tratamiento surte efecto.

Referencias bibliográficas:

  • Elzo, J. (dir) et al (2009): “Las culturas de las drogas en los jóvenes y fiestas”. Vitoria, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.
  • Ashery, R.S; Robertson, E.B.; and Kumpfer, K.L; (Eds.) (1998): “Drug Abuse Prevention Through Family Interventions”. NIDA Research Monograph, nº 177. Washington, DC: U.S. Government Printing Office.
  • Battistich, V; Solomon, D,; Watson, M.; and Schaps, E. (1997): “Caring school communities”. Educational Psychologist, vol. 32, nº3, p. 137-151.

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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