“Doce salas de apuesta hay desde mi casa a mi trabajo”, comentó en la consulta un chico madrileño de 20 años que está intentando superar su adicción al juego. “Llevaba seis meses sin jugar y recibí por correo electrónico 100€ de regalo de una casa de apuestas, los jugué, los perdí y después me gasté otros 8.000€”. Contó un hombre en consulta que ya había destrozado su matrimonio por el juego.
“Hace 8 meses que no pago la manutención de mi hija porque lo he gastado todo jugando a las máquinas tragaperras en los bares”, explicó un hombre que lleva años alternando entre períodos de abstinencia y de recaídas. Estos son algunos de los tantos testimonios que a diario escucho en la práctica profesional. A diario y cada vez con mayor frecuencia, por lo que me atrevo a aseverar que el juego patológico constituye un problema de salud pública que va en notorio y dramático aumento.
Juego patológico: una tendencia al alza
En España hay 3.752 salones de juegos, 481 de apuestas, 55 casinos y 319 bingos (2023). Visto así, no parecen tantos si consideramos que la población supera los 46.000.000 de habitantes. Ahora bien, el verdadero problema y sobre el cual quisiera hacer hincapié en este artículo, es que cada teléfono móvil se ha convertido en un potencial salón de juego virtual, lo cual complica y empeora los efectos negativos de esta problemática.
Desde un teléfono móvil se puede perder una familia, un negocio, una casa, un coche, en pocas palabras; el esfuerzo de toda una vida. Y creo que esto es lo más delicado y lo que con mayor frecuencia se observa en la práctica clínica en los últimos meses. Horas y horas refieren pasar los adictos mirando los resultados de partidos de fútbol u otros deportes. Noches completas pasan muchas personas apostando en ruletas virtuales o en salones virtuales de póker.
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Las nuevas tecnologías han transformado el contexto
Esta nueva modalidad de juego patológico a través del teléfono móvil, difiere y agrava el problema si lo comparamos con el formato anterior que obligaba al jugador a desplazarse personalmente a una sala de juego. Y ocurre que si antes una persona estaba en una máquina tragaperras o en una ruleta, no podía estar con su familia o en su trabajo, es decir, eran eventos excluyentes, sin embargo ahora, los jugadores refieren ir por ejemplo al baño durante la jornada laboral para realizar apuestas deportivas e incluso refieren jugar ruleta o póker mientras se está con la familia en casa, durante los fines de semana o después del trabajo.
En otras palabras, el jugador virtual vive una especie de doble vida, ya que mantiene un comportamiento adictivo a la vez que responde, por supuesto que de forma deficiente, a sus obligaciones cotidianas. Esto sin duda está teniendo efectos muy negativos en los distintos sistemas familiares ya que el jugador patológico generalmente termina acudiendo y destrozando el patrimonio familiar para hacer frente a su conducta adictiva distorsionando con ello la estabilidad económica y poniendo en aprietos al resto de los miembros de su entorno.
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Una manera distorsionada de percibir la realidad
Llama la atención el fenómeno de la tolerancia en esta patología, ya que personas con salarios medios bajos llegan a realizar apuestas de 500€ e incluso 1.000€ para un solo evento deportivo, vuelta de ruleta o mano de póker. Esto sorprende porque evidencia una distorsión total de la comprensión de la situación económica del propio jugador patológico que apuesta cantidades que solo podrían asumir personas con ingresos muchísimo más altos. Esto deriva inevitablemente en deudas, muchas veces enormes.
Además, hay entidades financieras que aprovechan esta situación y realizan préstamos instantáneos sin verificar la capacidad de pago de quién lo solicita con un tipo de interés altísimo lo cual aumenta rápidamente el grado de endeudamiento. Imagínese querido lector que se pueden realizar apuestas online a través de Bizum.
Es por ello que considero que el control parental en lo referente al uso de Internet y de los teléfonos móviles es fundamental. Son muchos los adolescentes menores de edad que utilizando la cuenta de algún amigo mayor de edad, o las tarjetas de crédito de los padres, apuestan y arriesgan los ahorros familiares. También la psicoterapia es de gran ayuda porque en gran parte el problema radica en que el jugador cree tener control sobre el azar y además cree ciegamente que va a recuperar lo que ha perdido, entre otras múltiples falsas creencias, con lo cual hay una evidente distorsión del pensamiento.
Un problema con causas económicas y sociales
Por último, considero muy importante enfatizar que hay una enorme industria que promueve los juegos de azar y las apuestas deportivas. Muchos programas deportivos están patrocinados por casas de apuestas online. Muchos clubes de fútbol de primer nivel promueven las apuestas en sus camisetas. Cada vez hay más salas de juego en barrios populares, incluso hay máquinas tragaperras virtuales que se transmiten en la televisión abierta y que permite a los televidentes apostar desde su teléfono móvil. Es decir, hay un interés empresarial en que aumente esta problemática con todo el daño en salud mental que ello conlleva.
En ese sentido, considero que las entidades gubernamentales que buscan proteger a la juventud y minimizar los problemas psicológicos de la población deberían tomar cartas en el asunto y al menos, impedir que los menores de edad puedan acceder a estas salas de apuestas virtuales así como obligar a todas las entidades bancarias a no realizar préstamos a personas sin capacidad de pago o que presentan dificultades con el juego patológico. En cualquier caso, esto se escapa al ámbito de la psicología.
José Miguel Aybar Salinas
José Miguel Aybar Salinas
Psicólogo
Para terminar, quisiera expresarle al lector que a pesar de que el asunto es muy serio y dramático, estoy convencido que cuando hay voluntad, motivación, se asiste a psicoterapia, y se cuenta con apoyo familiar, esta situación puede mejorar rápida y satisfactoriamente y se puede recuperar sin duda, la salud tanto psicológica como económica.