Durante años se creyó que el TDAH era cosa de niños inquietos, chavales que no paraban quietos en clase y que acababan en la dirección del colegio más veces que en la biblioteca. Hoy sabemos que no solo afecta a la infancia, sino que muchas personas adultas lo arrastran durante toda su vida… y, en muchos casos, sin diagnóstico. Y eso tiene consecuencias. Entre ellas, un riesgo de desarrollar adicciones entre dos y tres veces mayor que el de la población general.
No es casualidad. Hay razones claras, patrones que se repiten y mecanismos muy bien estudiados. Si el TDAH ya es difícil de llevar, cuando se mezcla con alcohol, drogas o cualquier otra conducta adictiva, la combinación puede ser explosiva.
¿Por qué las personas con TDAH tienen más riesgo de adicción?
La literatura científica es clara: múltiples estudios han encontrado que el TDAH es un factor de riesgo muy potente para desarrollar trastornos por uso de sustancias. Un metaanálisis publicado en The American Journal of Psychiatry ya en 2003 hablaba de una probabilidad 2 o 3 veces mayor. Investigaciones más recientes han afinado aún más esta cifra, dependiendo del tipo de sustancia y la edad de inicio del consumo.
Pero ¿por qué ocurre esto? ¿Qué hace que una persona con TDAH sea más vulnerable a engancharse? La respuesta tiene varias capas, pero vamos por partes.
Impulsividad, gratificación inmediata y adicción
Uno de los rasgos nucleares del TDAH es la impulsividad. Hacer cosas sin pensar demasiado en las consecuencias. Tirarse a la piscina sin comprobar si hay agua. Tomar decisiones en caliente. Y esto, claro, choca de frente con el tipo de autocontrol que se necesita para no caer en conductas adictivas.
En términos conductuales, las personas con TDAH muestran una preferencia muy clara por los refuerzos inmediatos. Es decir, eligen recompensas pequeñas y rápidas antes que beneficios mayores pero a largo plazo. Y eso es gasolina para una adicción.
El alcohol alivia el malestar ahora. El porro relaja ya. El chute de dopamina del juego online llega en segundos. El cerebro, con su cableado impulsivo, aprende que eso funciona. Y lo repite. Y lo vuelve a repetir. Hasta que el alivio se convierte en necesidad.
El malestar crónico como caldo de cultivo
El TDAH no es solo despiste. También es frustración constante. Sensación de que no das la talla. Agotamiento por intentar encajar en un mundo que parece diseñado para personas que funcionan en línea recta y no en zigzag. Las personas con TDAH suelen convivir con una larga historia de fracasos escolares, relaciones conflictivas, empleos perdidos o rutinas imposibles de mantener.
Eso genera dolor. Un malestar emocional crónico que a menudo no se nombra, pero que pesa como una losa. Y cuando una persona descubre que puede calmar esa incomodidad con una sustancia, es difícil no volver a hacerlo. El patrón se instala.
Ejemplo típico: una persona con TDAH que llega reventada de trabajar, no ha podido concentrarse, ha olvidado media lista de tareas y se siente como un fraude. Se fuma un porro, y por fin se calma. Se repite dos o tres días… y se convierte en ritual. Luego en costumbre. Luego en necesidad.
Adicción a la estimulación
Muchas personas con TDAH no buscan solo calmarse. A veces buscan activarse. Romper el aburrimiento. Subir el volumen de la vida porque, si no, todo les parece gris. Este fenómeno también está muy documentado: la hiposensibilidad al refuerzo. Esto significa que las cosas “normales” no les enganchan. Necesitan más estímulos para sentir lo mismo que otros.
Por eso hay tantos casos de personas con TDAH enganchadas a juegos de azar, videojuegos extremos, deportes de riesgo, compras compulsivas, sexo impulsivo… o cualquier actividad que les dispare el sistema de recompensa. No es vicio. Es necesidad de estímulo. Un cerebro que necesita fuegos artificiales para no dormirse.
Diagnóstico tardío y automedicación
Otra clave: muchísimas personas adultas con TDAH no saben que lo tienen. Ni ellas ni quienes las rodean. Así que viven con una sensación constante de caos, culpa, baja autoestima y ansiedad, sin entender muy bien por qué.
Y claro, intentan calmar eso como pueden. Algunos recurren al alcohol para socializar y no sentirse torpes. Otros a la cocaína para “concentrarse” (sí, hay quien cree que rinde más con ella). Algunos se enganchan a los ansiolíticos porque les calman el ruido mental.
Esto es lo que se llama automedicación. No porque lo recomiende un médico, sino porque el cuerpo y la mente descubren qué les alivia… aunque sea pan para hoy y hambre para mañana.
La trampa de las etiquetas: vicioso vs. no diagnosticado
Aquí viene otro problema grave: el estigma. A alguien con TDAH no diagnosticado que empieza a engancharse a alguna sustancia, lo normal es que se le etiquete como “adicto”, “vago”, “irresponsable” o “sin fuerza de voluntad”. Pocas veces se mira más allá.
Esto genera una doble herida: por un lado, el problema no se trata de raíz (porque nadie sabe que hay un TDAH detrás); y por otro, se añade vergüenza, aislamiento y culpa. Ingredientes ideales para perpetuar el ciclo adictivo.
Qué se puede hacer: claves para la prevención y el tratamiento
Aquí viene la parte práctica. Lo que sí funciona. Porque no todo está perdido. Hay maneras de intervenir, y cada vez más profesionales están formados para detectar y trabajar estos casos.
- Diagnóstico precoz y correcto. Si se identifica el TDAH a tiempo, se pueden diseñar estrategias específicas para prevenir el consumo problemático. El diagnóstico no es una etiqueta, es una herramienta.
- Aprender a gestionar el impulso. Esto no se entrena en un día. Pero es posible desarrollar habilidades para pausar, reflexionar, posponer recompensas y construir hábitos más funcionales.
- Trabajar el dolor emocional. La tristeza, la rabia, la frustración… necesitan espacio. No se trata solo de quitar la droga o la conducta adictiva, sino de dar respuesta a lo que se estaba tapando con ella.
- Sustituir refuerzos. Nadie deja una conducta si no encuentra otra que funcione igual o mejor. Por eso hay que buscar actividades que también generen estímulo, conexión, satisfacción… sin las consecuencias destructivas de una adicción.
- Intervención profesional adaptada. Las terapias que funcionan en adicciones deben ajustarse cuando hay TDAH de por medio. No vale lo mismo para todos. Hay que personalizar. Adaptar tiempos, ritmo, enfoque.
La importancia del entorno
Otro factor clave: el entorno. Muchas personas con TDAH y adicciones viven rodeadas de incomprensión. Familiares que solo ven el problema, pero no la raíz. Jefes que interpretan los despistes como desinterés. Parejas que se cansan de los olvidos.
Por eso es tan importante trabajar también con el entorno. Educar. Informar. Romper mitos. Porque nadie sale solo de una adicción, y mucho menos si arrastra además un TDAH sin abordar.
Más allá del prejuicio: personas con historias complejas
No todas las personas con TDAH desarrollan una adicción. Pero muchas sí. Y no porque estén “mal hechas”, sino porque su contexto, su historia y su biología las hacen más vulnerables. Ignorar esto no ayuda. Entenderlo sí.
La adicción no es solo un problema de voluntad. Es una estrategia que, en su día, tuvo sentido. Algo que funcionó. El trabajo terapéutico consiste en construir algo mejor. Algo más sostenible. Algo que no destruya en el proceso.
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Luis Miguel Real Kotbani
Luis Miguel Real Kotbani
Psicólogo | Especialista En Adicciones
Soy Luis Miguel Real, psicólogo especialista en adicciones, y he ayudado a miles de personas a superar sus problemas de adicción (y volver a ser felices sin hacerse daño). Si necesitas ayuda, ponte en contacto conmigo y empezaremos a trabajar en tu caso lo antes posible.


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