Lidia Santoyo: ¿desde qué filosofía se trabaja en terapia de pareja?

Entrevistamos a Lidia Santoyo, experta en terapia de pareja, para conocer de cerca su trabajo.

Lidia Santoyo: ¿desde qué filosofía se trabaja en terapia de pareja?

En psicología no solo se interviene para ayudar a los individuos; también se interviene para mejorar la salud de las relaciones personales. Sin embargo, esto no es fácil, porque las relaciones son muy cambiantes y dinámicas.

En este sentido, desde el punto de vista de los profesionales de la psicología, una de las cosas que resultan más complejas para comprender cómo funciona la terapia de pareja consiste en entender qué son aquellos elementos de la relación que se encuentran dañados y que hay que reforzar, y los objetivos que hay que aspirar a alcanzar. Dicho de otro modo, lo que cuesta es alcanzar a comprender la filosofía de la terapia de pareja.

Para conocer más acerca de esta filosofía, hemos entrevistado a Lidia Santoyo, psicóloga afincada en Santander experta en terapia de pareja y que cuenta con una larga trayectoria ayudando a todo tipo de pacientes.

Entrevista a Lidia Santoyo: la filosofía en la que se basa la terapia de pareja

Lidia Santoyo Revilla ha estado atendiendo a pacientes individuales y a parejas durante más de 15 años de trayectoria profesional. Aquí nos habla acerca de su manera de entender la terapia de pareja como un espacio de expresión de emociones y búsqueda de lo común.

¿Cuesta saber en qué casos el problema está en una persona individual y en cuáles está en la relación entre dos o más personas?

En mi opinión debemos de dejar de hablar de problema. Cuando una pareja se encuentra en una situación de desencuentro, de conflicto o en riesgo, no hablamos del “problema” o la “culpa” cargada en uno de los dos miembros. Sea cual sea la situación, las dos personas tienen capacidad de cambio y depende de ambos el que la situación mejore o sane.

Elementos internos y externos a la pareja, están constantemente trabajando como facilitadores o como estresores y potenciales riesgos. Sólo desde el esfuerzo y la adhesión a generar la mejora de ambos miembros de la pareja y el reconocimiento de todas estas situaciones por la cuales pueden ser afectados, interna y externamente, se puede conseguir el cambio.

La responsabilidad de las relaciones interpersonales siempre es una cuestión compartida. Las relaciones entre las personas, se equilibran con fuerzas sutiles que las van dando su entidad particular a cada pareja.

¿Cómo se crea un entorno neutral en el que ambos pacientes pueden expresarse sin miedo a ser atacados?

Una terapia de pareja sólo se puede dar desde una situación de igualdad de los miembros de la misma. Si nos fijamos en este punto concreto de la terapia se acercaría mucho a una situación de mediación. Los dos miembros deben de sentirse libres para exponer y para dirigir la conversación a cualquier punto de la convivencia o aquellas cuestiones por las que se ve afectada.

En sí mismo, el ambiente terapéutico ya es un agente de cambio y mejora. La falta de comunicación o la comunicación sin la calidad adecuada, son generadores básicos, mantenedores y cronificadores de la situación de conflicto.

El espacio terapéutico es un espacio sin juicios, dialogante en el que pueden expresar sin sentirse atacados, en todo momento se respetan las escuchas, la actitud asertiva y eso se convierte en una responsabilidad compartida por terapeuta y pacientes que llena de libertad bien entendida, generando un clima de encuentro y de libre expresión que por sí mismo suma en positivo desde el momento cero a la pareja.

A lo largo de tu recorrido profesional, ¿cuáles son las dificultades de pareja que más te has encontrado?

Cómo ya he apuntado en mis comentarios anteriores, la visión de la situación desde la culpa o la omisión de responsabilidad o su exceso, por una de las partes y la falta o la mala gestión de la comunicación son generadores base de la situación de conflicto en la pareja.

Dar muchas cosas por hechas o porque “son así”. La pareja es un espacio de crecimiento que muchas veces se descuida y se envuelve en patrones de conductas automáticas y repetidas que aunque no nos satisfacen, nos vemos incapaces de cambiar.

La llamada “monotonía”, no es ni más ni menos que justamente esto, repetir y repetir, hacernos cómodos en la automatización de las conductas, perder la perspectiva de cambio tanto del individuo en sí mismo, como del otro o el conjunto de ambos.

Ahogar los comentarios, las ganas, las ideas o las alternativas por…pereza, “no tener lío”, no querer arriesgarse al cambio. La pareja como entidad común, también entra en zonas de confort que pueden ponerla en riesgo.

¿Y en qué casos se sabe casi desde el principio que no tiene sentido realizar terapia de pareja?

Cuando ambos o uno de los miembros se encuentra enquistado en situaciones de las que se resiste a salir por miedo a rebasar esa “zona de confort” de la que hemos hablado antes, ya sea personal o de pareja. Cuando se cae justamente en echar “la culpa” al otro, cuando se espera que los cambios salgan del otro, los problemas residen en el otro, cuando nos hacemos culpables en exclusiva, porque no, también.

Cuando las faltas de respeto han llegado a puntos importantes o se han traicionado los principios propios de esa pareja y esto no es contemplado por uno de los dos. Estas situaciones son complejas, pero no siempre, sólo se convertirán en incapacitantes para afrontar una terapia de pareja si ambos o uno de los miembros de la pareja, se enquista en ellas y no consigue salir de su bucle.

Por supuesto, algo que invalida la terapia de pareja como tal, que no la intervención terapéutica, es la violencia. Sí que es verdad que, iniciar una terapia de pareja cuando existe violencia física ejercida por uno de los integrantes de la pareja es poco común, iniciarla cuando la violencia es psicológica o es ejercida por ambos miembros de la pareja, no es una situación tan poco común. La intervención psicológica en estos casos, no desde la terapia de pareja, pero, sí es beneficiosa para generar un cambio que acabe con la situación de riesgo.

En los casos en los que un matrimonio o noviazgo termina, habiendo ido a terapia de pareja, ¿se considera esto un fracaso?

Cuando iniciamos una terapia de pareja, siempre lo hacemos con expectativas de “sanar” la situación, visto desde este ángulo, la ruptura puede ser una manera de sanar la situación, de forma permanente o transitoria.

No siempre el éxito está en el mantenimiento, puede ser que esté en la ruptura pacífica, generada desde el respeto y no traumática, tanto para la pareja como para los miembros de la familia afectados, aunque aquí nos estaríamos extrapolando a la terapia de familia.

Puede darse la situación de que uno de los miembros o incluso los dos, estén tirando de una situación ya muy cronificada en la que sólo se puede plantear una mejora y un desenquistamiento desde la separación. Cómo he explicado en la anteriores preguntas, el atajar la situación lo antes posible y el poder ser flexible y generar nuevos escenarios desde el respeto, es la clave para que la ruptura no sea la única situación posible.

¿Qué retos tienen por delante los psicólogos dedicados a la terapia de pareja?

Uno de ellos es el que se refleja en la anterior pregunta, no ver la terapia como un peligro, como un ataque a nuestra preponderancia o como un peligro de ruptura. Concienciar a las personas que esta es una herramienta más, desarrollada para utilizarla cuando es necesario, así no esperaremos tanto para pedir ayuda.

Como en cualquier situación complicada, la ayuda debe administrarse a lo antes posible, esto será un indicador de las posibilidades de llegar al fin propuesto de mejora en la terapia de pareja.

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