Tatiana Stacul: «El modelo de madre superpoderosa es irrisorio e injusto»

La psicóloga Tatiana Stacul nos explica cómo los roles de género sesgan el concepto de maternidad.

Tatiana Stacul: «El modelo de madre superpoderosa es irrisorio e injusto»

La maternidad es un elemento muy importante en la práctica totalidad de las culturas humanas que existen y han existido, pero no por ello hemos logrado percibirla e interpretarla de una manera totalmente objetiva y realista.

De hecho, precisamente por su importancia, el modo en el que hemos conceptualizado el hecho de ser madre está sujeto a muchos sesgos. Sesgos reproducidos culturalmente y pasados de una generación a la siguiente... Aunque el modo en el que lo hacemos está cambiando rápidamente en las últimas décadas.

En esta entrevista hablamos con la psicóloga Tatiana Stacul, profesional con experiencia en el apoyo a personas que han desarrollado una relación problemática con la maternidad en parte debido a esas dinámicas sociales ligadas a los roles de género.

Entrevista a Tatiana Stacul: maternidad y deconstrucción

Tatiana Stacul es psicóloga especializada en la orientación cognitivo-conductual y formada en la atención de personas con problemas relacionados con el género; atiende a personas de edad adulta y adolescentes en su consulta de Córdoba (Argentina) y de manera online. En esta entrevista nos habla sobre el modo en el que la maternidad debe ser afrontada desde sensibilidades originadas en el feminismo y perspectivas vinculadas a la deconstrucción de los roles de género.

¿Por qué es tan complicado tener una visión realista de la maternidad?

Pienso que es complicado porque somos muy pocas las mujeres que nos atrevemos a hablar de los costos que también trae la maternidad.

Siempre se repite una visión romántica de lo que es el proceso de gestación y el estado de supuesta plenitud de una madre donde el deber ser feliz ocupa todo el panorama, dejando de lado todo lo que implica para un cuerpo gestante quedar embarazada, su transformación a un cuerpo desconocido, los alborotes hormonales, los miedos y la nueva sexualidad, las dificultades, los dolores...

Si está la posibilidad de planificarlo, seguramente suspenderemos nuestras carreras, no competiremos el algún ascenso laboral, deberemos ahorrar, dejaremos actividades y todo esto deberá ser tomado con orgullo y una sonrisa solo porque se decide ser madre, porque ese rol tiene muchas reglas.

Es muy difícil, no hay lugar a la queja, al arrepentimiento; porque sÍ, muchas madres se arrepienten, y son muy pocos los espacios seguros donde se pueda hablar de esto sin que caiga sobre uno la sentencia de “mala madre” , otro constructo que hay que cuestionar.

¿Cuáles crees que son los elementos sociales y culturales que favorecen a que las madres estén sometidas a presión ante las labores de crianza?

Para definir estos elementos es preciso entender un poco de dónde vienen. En la historia de la humanidad el maternar fue glorificado, reglado y necesitado para la constitución de sociedades. La mujer poseía la función de cuidado de ancianos, la crianza y quehaceres, porque la maternidad la recluía al ámbito privado.

Y era en este ámbito donde ella encontraba su valor: valiosa para la sociedad en tanto se ocupe de las infancias y los mayores, valiosa para el hombre que la elige en tanto materna y se ocupe del hogar, Y valiosa como mujer en tanto seas madre. Por lo que ya la idea de ser madre fomenta una presión inherente al rol, que es lo que se busca desarmar.

El hombre, por otro lado, encargado de proveer, estaba en el ámbito público, pudiéndose relacionar con más personas, accediendo a diversas posibilidades, manejando el dinero y siendo atendido al llegar al hogar. Esta historia la sabemos, y las ramificaciones sociales y culturales que se desenlazan con el tiempo están asociadas a estos primeros roles, la mujer pasiva y privada y el hombre activo y público.

Y aunque los movimientos feministas han logrado cuestionar una y otra vez esto, logrando innumerables avances (la discusión sobre la sexualidad femenina, el derecho al voto, la planificación parental, los anticonceptivos, la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, la división de tareas del hogar, y muchas otras discusiones que antes no existían), aún seguimos preguntándonos y desarmando estas barreras que mantienen presionadas y acorraladas a las mujeres.

Otro elemento fundamentalmente cultural es el machismo internalizado en gran parte de la sociedad, que explica y fomenta muchas de las situaciones desiguales en los trabajos, en el hogar, en la economía doméstica y el cuidado de los niños.

Cuando se habla de deconstruir ideas y formas de vida desde el feminismo, ¿de qué se está hablando?

Tiene que ver con desmontar formas de ver y pensar nuestra realidad, detectar la desigualdad marcada por los géneros y preguntarnos cómo hacer para cambiarla... Se habla de comprender que estos roles están determinados por la historia, que son estereotipos asignados, y esta comprensión nos habilita nuevas preguntas.

Y eso es lo fantástico de esto, porque no necesariamente implica darme cuenta de que no hago cosas en casa y participar del hogar, la deconstrucción va más allá. Es el tratar de comprender por qué como hombre pienso que limpiar la cocina es “ayudar” y no simplemente trabajar en el lugar que habito. Es preguntarme por qué como mujer pienso que “debo” vestirme de tal o cual forma o tener determinado hábito de depilación.

Es preguntarnos de dónde vienen nuestros conocimientos y cómo hacer de estos algo nuevo, preguntarnos por ejemplo de qué manera podríamos criar a nuestros hijos e hijas para que se sientan libres de expresar sus emociones indistintamente de su género. Es preguntarnos por qué los juguetes están segmentados y reflexionar sobre cómo éstos condicionan a la niñez y su futuro.

Deconstruir desde el feminismo es habilitar una nueva mirada, cuyo objetivo es el rearmado de una sociedad constituida con seres que se sientan plenamente libres por el simple hecho de ser personas indistintamente de su genitalidad u orientación sexual.

¿Cómo se relacionan la psicoterapia y los procesos de deconstrucción en lo relativo a los roles de género?

Si en psicoterapia el sujeto tiene interés en la deconstrucción, mi trabajo como terapeuta es ayudarle a identificar las reglas mentales que lo rigen, que le hacen mal y que están asociados a esta diferenciación de roles. De qué manera sostenemos ideas que no son propias, y en base a eso armamos una vida que no deseamos, sólo para cumplir el rol que se supone debo asumir.

A veces, la consulta comienza por un lado y termina indefectiblemente en un proceso de deconstrucción, que termina siendo un proceso liberador, porque es el mismo consultante quien ya no puede equilibrar su propio deseo y lo que se espera de él a nivel social, y esto le genera angustia.

A consulta también llegan madres llenas de culpa por sentir que se arrepienten de haber parido, y nadie habla de eso; personas que se castigan por disfrutar su sexualidad, hombres que solo lloran en consulta porque allá afuera el mundo hostil nunca los habilitó a tal sentir, y un largo etcétera de situaciones donde se evidencian los daños de dichos roles y estereotipos que cargamos por haber nacido con tal o cual órgano.

Eventos como el Encuentro Nacional de Mujeres celebrado anualmente en Argentina plantean la necesidad de reunirse para lograr transformaciones sociales. ¿Cómo combinar estos recursos que apelan al colectivo, por un lado, y recursos como la psicoterapia orientada a pacientes individuales, por el otro?

Los encuentros plurinacionales en Argentina son espacios de deconstrucción muy fuertes. Esos días miles de mujeres y feminidades de distintas clases sociales se reunen en diversos talleres para hablar de todo lo que no se habla en la cotideanidad: temas como infancias trans, maternidades deseadas y no deseadas, mujeres y salud mental, mujeres en la penitenciaria, gÉnero no binario y disidencias, feminizacion de la pobreza, transexualidad y espacios seguros, mujeres y politica.

Hay mas de 100 talleres anuales que se imparten a lo largo de toda la ciudad elegida, y es increÍble, creo que lo que se construye en esos espacios es un repensar de la cultura que habitamos.

Esto valida y empodera a las mujeres y aporta mucho a los espacios individuales que empiezan a crearse; las transformaciones sociales decantan en lo individual, y en la clínica esto se refleja. El consultante, cuando sale de terapia, vuelve a enfrentarse al mundo, y cuando el mundo está en transformación, es más sencillo trabajar estos cambios y acompañar al consultante en los propios.

Como psicóloga, ¿qué retos destacarías como los más importantes a la hora de dar lugar a una idea de maternidad que no suponga una carga desigual de responsabilidades basada en los roles de género?

Para darle lugar a una nueva idea de maternidad es preciso cuestionar la que se tiene. Considero un desafío lograr que una persona que es madre hable sin dificultad de sus miedos y pensamientos referidos a su maternidad, por lo que el primer reto para alcanzar el objetivo es hacerle comprender que es justamente en consulta donde encontrará un espacio seguro y sin juicios de valor, para poder expresarse con libertad, entendiendo que todo lo que siente es válido.

“No lo soporto a mi hijo”, “Siento culpa por desear que se duerma” “No sé si soy una buena madre” o “Me arrepiento de ser mamá”... muchos de los desafíos que vendrán después de expresar sus miedos y pensamientos se enlazan con los estereotipos que mencionamos, con constructos rígidos de lo que es la parentalidad, y la necesidad de responder a presiones familiares y expectativas propias.

Abordando estas bases podemos ir flexibilizando nuestras exigencias personales, reconocer que el modelo de madre superpoderosa es irrisorio e injusto, que debemos saber pedir ayuda, saber establecer límites y negociar una crianza compartida en tanto se pueda, e ir creando una idea más real y amoroso de lo que yo considero sobre mi propia maternidad.

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