En la actualidad, el derecho suele conceder a las víctimas un lugar protagónico durante un proceso judicial. Esta tendencia, acompañada por el impulso de la criminología moderna, ha permitido el desarrollo de una nueva disciplina científica: la victimología. En los procesos judiciales, el foco ha dejado de estar puesto en la relación entre el procesado y el Estado, de forma completamente ajena al contexto en el que un delito fue cometido. Y es que, cuando un sujeto comete un crimen, no solo infringe la ley, sino que también incide en otros agentes de forma negativa, afectando a su salud mental.
Las víctimas pueden desarrollar un trastorno psicológico, como el trastorno por estrés postraumático (TEPT); también podrían experimentar altos niveles de ansiedad, depresión, malestar subjetivo y otras variables psicológicas durante este proceso. En este artículo expondremos las distintas aristas del objeto de estudio de la victimología, enfatizando en cómo un crimen puede afectar a la salud mental de las víctimas. Al mismo tiempo, desarrollaremos los aportes de esta disciplina en relación a la educación.
Victimología: ¿qué es?
La victimología es una disciplina científica en la que convergen diversas áreas del conocimiento, como el derecho penal, la criminología y la psicología. Su objeto de estudio es, según Márquez Cárdenas, estudiar a la víctima desde el punto de vista de su sufrimiento. De acuerdo a algunos autores como Mendelsohn, la victimología se erige sobre tres “pilares fundamentales”, que podríamos pensarlos como distintas dimensiones de análisis para estudiar el lugar de la víctima.
Las tres dimensiones de la victimología
En primer lugar, la victimología estudia al sujeto desde una dimensión biopsicosocial. Esto significa que no piensa a la víctima de forma aislada al contexto, sino que la concibe como parte de un entramado sociocultural que la determina. Desde este enfoque, la victimología busca contrastar al sujeto con todos aquellos factores que lo estimulan a convertirse propiamente en víctima.
Por otra parte, esta disciplina aborda el aspecto criminológico, el cual integra la personalidad de la víctima en relación con el conjunto de los problemas de la criminalidad. La mirada de esta disciplina, en la que interfieren saberes ‘psi’ de la psicología y psiquiatría, privilegia siempre el mantenimiento de un punto de vista “terapéutico y profiláctico”. Es decir, concibe a la prevención y el aseguramiento de la salud mental de las víctimas como un aspecto primordial a tener en cuenta durante todo el proceso de análisis.
Por último, la victimología estudia a la víctima desde su dimensión jurídica. Esto implica considerar la relación que existe entre la ley y la víctima en aquellos casos en los que se lleve a cabo un proceso judicial, que busque subsanar los perjuicios que el delito ocasionó.
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La salud mental de las víctimas
Teniendo estos aspectos teóricos en mente, ahondaremos en los hallazgos más significativos de la victimología y de otras disciplinas en relación a cómo afecta un delito a la salud mental de las víctimas. Aunque la severidad de los signos y síntomas que experimente una persona dependerá de una amplia gama de variables —desde sus rasgos de personalidad hasta el delito que fue cometido en contra de él o ella—, en todos los casos la salud mental de la víctima se ve afectada.
La victimología estudia el sufrimiento de las víctimas de violencia doméstica, por ejemplo. Las secuelas físicas son numerosas, pero también así lo son las de índole psicológica. Las víctimas de violencia doméstica, en su mayoría mujeres, sufren del deterioro de su autoestima; puntúan alto en variables como ansiedad y depresión; así como experimentan frecuentemente sentimientos de culpa y vergüenza. Estos últimos son factores de riesgo para el desencadenamiento de trastornos de salud mental, como el trastorno depresivo mayor, el trastorno de estrés postraumático, trastornos de ansiedad generalizada o de pánico, de la conducta alimentaria, abuso de sustancias, etcétera.
Sin embargo, otro tipo de crímenes más leves —tomando como referencia el grado en el que vulneran la salud mental de una persona— también producen secuelas en la víctima. Tal es el caso de los asaltos, los robos o los saqueos de una propiedad. Un estudio llevado a cabo por Caballero y colaboradores encontró que las personas que sufrieron un robo en sus casas sufrieron síntomas que incidieron en su salud mental negativamente, como altos niveles de estrés, recuerdos recurrentes sobre la vivencia del robo, irritabilidad, hipervigilancia y preocupación por el futuro. El malestar tiende a disiparse con el pasar del tiempo en crímenes como éste, pero incluso así hay síntomas que persisten, en particular el estrés y la hipervigilancia por temor a que un nuevo robo ocurra.
La victimología y su relación con la educación
Tomando como norte una conceptualización biopsicosocial del sujeto de la victimología, las secuelas que sufre una víctima no están ligadas exclusivamente a un área de su vida, sino que repercuten en todas o la mayoría de ellas. Los efectos negativos se ven reflejados en los vínculos interpersonales, ya sea en el área de la familia, la pareja o las amistades; asimismo, repercuten en el área laboral y en lo académico.
En relación a esto último, sabemos que el hecho de haber sido víctima de algunos crímenes estaría relacionado a una mayor deserción escolar. La victimología comprende este aspecto, siendo uno de sus objetivos fundamentales la búsqueda de alternativas para paliar los efectos negativos que sufren las víctimas respecto a su educación.
Más allá de esto, la relación entre la educación y la victimología puede ser abordada desde una perspectiva preventiva. Suele decirse que la educación es la mejor forma de prevenir que en una sociedad se gesten individuos que lleven a cabo actos criminales. Sin embargo, no tenemos la certeza absoluta de que ésto sea así; pero sí sabemos que la educación tiene un potencial socializador crucial en los niños y adolescentes, ya que permite la internalización de las normas de la sociedad. Por lo tanto, estas áreas están relacionadas de forma bidireccional: la educación promulga la replicación de las reglas institucionales que operan como preventivas de conductas ilícitas; mientras que la victimología se ocupa de asegurar la permanencia de las víctimas en las instituciones educativas, preservando su salud mental.
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