La crianza no siempre es algo tan intuitivo como podemos suponer y, en muchas ocasiones, genera frustración y malestar tanto a niños/as como a cuidadores/as. Esto quizá está vinculado al hecho de que durante muchas generaciones anteriores se consideraba que los niños eran adultos “en miniatura” y se esperaba de ellos –o se les exigía– conductas que, en realidad, no pueden llevar a cabo por su momento evolutivo.
Hoy en día disponemos de mucha más información y cada vez son más los estilos de crianza alternativos a los tradicionales que surgen con el objetivo de adaptarse a estas necesidades. Sin embargo, sigue habiendo muchas familias en las cuales las expectativas que se generan sobre los hijos/as y sus comportamientos no son del todo realistas.
Lo que no podemos esperar de los pequeños
A lo largo de este artículo exponemos 6 aspectos concretos que no es realista que esperemos de nuestros hijos porque su cerebro no está preparado para cumplirlos. No es que ellos no quieran hacerlo o se comporten diferente de como nos gustaría, simplemente es que no pueden hacerlo porque no han llegado a ese punto de desarrollo cerebral.
1. Obediencia inmediata
Durante mucho tiempo se ha considerado que la obediencia inmediata y sin cuestionamientos es algo deseable en los niños. Sin embargo, es importante comprender que cuando esto sucede no es por respeto o madurez sino que, habitualmente, es porque están sintiendo miedo o están desconectados de sus emociones.
Si queremos que nuestros hijos nos escuchen y sigan nuestras indicaciones, es necesario trabajar el vínculo afectivo primero junto con la confianza. Cuando se sienten seguros, protegidos y vinculados con nosotros es mucho más probable que cooperen.
Sin embargo, cuando se plantea la obediencia desde el control y la imposición es más probable que aparezca el miedo y la sumisión. Además, dependiendo de la edad de la criatura, debemos tener en cuenta que probablemente no está comprendiendo nuestro mensaje.
2. Que un niño pequeño deje de llorar en plena rabieta
Todas las personas nacemos con el organismo preparado para poder sentir emociones. Sin embargo, como nuestro cerebro se encuentra en pleno desarrollo durante los primeros años de vida, no tenemos la capacidad de regular dichas emociones.
Por tanto, lo que sucede en las rabietas es que los niños se sienten abrumados, invadidos o incluso “secuestrados” por la intensidad de la emoción. En esos momentos, su sistema nervioso se encuentra hiperactivado y no pueden acceder a la capacidad de razonar y, por supuesto, tampoco pueden controlarse a sí mismos.
Es importante que acompañemos a nuestros hijos en sus emociones y les enseñemos a regularlas para que, con el tiempo, puedan hacerlo por sí solos. Una vez haya pasado la “tormenta” emocional es cuando podemos hablar con ellos y razonar sobre lo sucedido.
3. Que un niño pequeño pueda controlar sus impulsos
Con el control de los impulsos sucede algo similar a lo que sucede con la regulación de las emociones. Nuestro cerebro está en desarrollo hasta prácticamente los 20-25 años y, por ello, durante los primeros años de vida no se han configurado todavía las áreas cerebrales que se encargan de frenar los impulsos.
Gritar, correr o incluso pegar es algo que no pueden controlar en la mayoría de ocasiones. Contrariamente a lo que muchas personas piensan, esto no es debido a una falta de voluntad sino a una cuestión de inmadurez neurológica.
Si queremos observar cambios en determinadas conductas, es importante que les ayudemos a conseguir aquellos comportamientos que deseamos de una forma calmada y siendo su modelo. Si bien es cierto que debemos poner límites que los mantengan seguros, suele ser poco productivo castigar los impulsos.
4. Que un niño de 3 años se siente durante 20 minutos o más
Aunque muchas familias desean que sus hijos e hijas sean capaces de permanecer sentados —a la hora de comer, por ejemplo— más de 20 minutos seguidos, de nuevo, debemos comprender que no es una expectativa realista y que lo más probable es que no suceda.
El movimiento, especialmente en la infancia, es una necesidad biológica. Lejos de ser un capricho, los niños necesitan moverse puesto que su organismo aprende mediante la exploración, el juego y, en definitiva, lo que sucede en el cuerpo.
En este sentido, obligarles a estar sentados/as y forzar la quietud es algo que no potencia su aprendizaje, sino que lo entorpece. Dado que la atención es algo que se va construyendo con el tiempo a medida que el cerebro se va desarrollando, es importante que podamos respetar su necesidad de movimiento.
5. Que sean honestos si saben que les vamos a reñir
El vínculo es algo necesario y prioritario para nuestra supervivencia, especialmente en la infancia. Por lo tanto, los niños y las niñas harán cualquier cosa —y no siempre de forma consciente— para poder mantenerlo puesto que esto es lo que les permite sobrevivir.
Así pues, si una criatura siente que puede perder el vínculo, sentirá miedo y puede llegar a mentir con el objetivo de mantener el lazo afectivo. Debemos comprender que no lo hacen con intención de manipular, sino por miedo a decepcionarnos, ser castigados y, por supuesto, con la intención inconsciente de proteger el vínculo y sobrevivir.
Es de máxima importancia que construyamos relaciones con nuestros hijos en las que sientan que pueden ser ellos/así mismos/as en todo momento, incluso cuando cometen errores. Debemos transmitirles el mensaje —y no solo con palabras— de que nuestro amor, aceptación y validación no dependen de su comportamiento porque solo desde esa seguridad podrán ser completamente honestos con nosotros/as.
6. Que entiendan “por qué” están actuando “mal”
En muchas ocasiones, los adultos esperan que los niños y niñas puedan razonar o explicar el motivo que les lleva a comportarse de una determinada manera. Es importante que recordemos que cuando están sintiendo emociones de forma muy intensa no pueden acceder a la lógica ni reflexionar.
Además, es necesario que sepamos que, en la mayoría de ocasiones, las criaturas no saben por qué están haciendo algo. Viven las emociones de forma intensa en su cuerpo y eso les lleva a actuar. La corteza prefrontal del cerebro, que es la que se relaciona con la lógica, la planificación y el autocontrol todavía no está desarrollada en los primeros años de vida.
Así pues, cómo decíamos anteriormente, cuando están experimentando emociones intensas es importante que las acompañemos y les damos herramientas. Una vez hayamos validado y contenido la emoción es probable que vaya bajando la intensidad. Solo entonces, cuando hayan vuelto a la regulación (calma) es recomendable hablar e intentar razonar.