Las redes sociales nos ponen en un lugar de permanente conexión. Imaginemos la situación de una cena familiar: una larga mesa donde primos, hermanos, tías, incluso abuelos, todos están comiendo junto a sus teléfonos. No es necesario que estén utilizándolos para dar cuenta de la indistinción entre el mundo real y el mundo virtual al que la distribución masiva de las nuevas tecnologías nos ha conducido. Siempre está la posibilidad de que teléfono vibre porque hemos recibido una notificación o que suene una llamada imprevista. Los teléfonos móviles o celulares nos ponen siempre disponibles en el mundo virtual, por lo que pueden irrumpir en nuestros vínculos cara a cara en cualquier momento.
Esta dinámica entre dos planos ha dado origen a distintos fenómenos que se vinculan al modo en el que nos relacionamos con los demás. En los medios digitales (pero también en el conocimiento científico) se han elaborado nuevos constructos para nombrar las experiencias a las que las redes sociales han parido. Algunos términos que utilizamos refieren a la forma en la que las personas establecemos vínculos afectivos. Otros tantos aluden no solo a la manera en la que amamos, sino también en cómo tememos. Entre estos últimos tenemos al FOMO —acrónimo que responde a Fear of Missing Out o “miedo a perderse algo”—, por lo que en este artículo desarrollaremos a qué refiere este término, cómo afecta a las relaciones interpersonales y, sobre todo, cómo puede impedir que aproveches el tiempo libre.
El FOMO: ¿qué es?
El FOMO se traduce como el miedo que desarrollan algunas personas a “quedarse fuera” o “perderse algo”. Es un sentimiento aprensivo que responde a la posibilidad de que otras personas estén viviendo experiencias gratificantes y/o recompensantes en las que uno esté ausente.
Podríamos argumentar que el FOMO existió desde el principio de los tiempos sociales, ya que el temor a quedar fuera de las actividades grupales podría remitir, en última instancia, a un miedo enraizado en el aseguramiento de la supervivencia de nuestra especie. Hace miles de años, los seres humanos necesitábamos vincularnos con los demás para poder elaborar estrategias conjuntas para cazar, buscar alimento, protegernos de las temperaturas extremas y depredadores y para reproducirnos.
Es por ello que hoy en día algunos autores ubican al FOMO como un fenómeno anudado a la ansiedad social. Sin embargo, esta acepción del término podría ser algo errónea. Veamos un poco más al respecto.
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El FOMO a la luz de las pantallas
Definitivamente, en el FOMO está puesto en juego un miedo inherente al ser humano: el miedo a ser rechazados; a no pertenecer. Sin embargo, este fenómeno solo puede ser concebido bajo la luz azul de las pantallas de nuestros dispositivos móviles. Sabemos que las redes sociales ofrecen una multiplicidad de recursos y formatos por los cuales podemos vincularnos con los demás sin demasiadas dificultades. Algunos autores sostienen que la participación en los mundos virtuales requiere un costo de admisión mucho menor que el cara a cara, es decir, que la inserción dentro de los grupos sociales y comunidades en línea es más simple, rápida e inmediata que en el cara a cara. Solo hace falta crearse un perfil, un nombre o alias y eso es todo, estás dentro.
El punto está en que, así como las redes sociales nos involucran en aquel “dentro” con alta eficiencia y pocas dificultades, también así nos brindan un sinfín absurdo de oportunidades de interacción social, inabarcables para cualquier ser humano de carne y hueso. Por si no tuviéramos suficientes, cada día hay más redes sociales y más aplicaciones para conectarnos (que, si no las utilizas, corres el riesgo de quedarte fuera). Se transmiten más opciones de las que pueden ser realizadas; acontecen en simultáneo, sin restricciones de cantidad ni de tiempo. Con este panorama, las personas que sufren del FOMO se sienten abrumadas por la cantidad de eventos y situaciones de las que podrían estar participando pero no lo están haciendo.
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Cómo el FOMO afecta en cómo administramos nuestro tiempo libre
Los científicos coinciden que quienes experimentan el FOMO tienden a gravitar hacia las redes sociales con mayor frecuencia que las personas que no. Esto se debe a que evocarse al mundo virtual sirve para apaciguar, al menos temporalmente, el temor a quedar fuera. Las redes sociales operan como mediadoras entre lo que algunos autores denominan “déficits de necesidades psicológicas” y la necesidad de relacionarse con otras. En otras palabras, las redes sociales son un limbo que permite fortalecer los mismos lazos sociales que la persona teme que se quiebren.
Sin embargo, el riesgo del FOMO reside en que acudir a las redes sociales permanentemente como una forma de estar siempre en contacto con los demás puede afectar en cómo distribuimos nuestro tiempo libre. Turkle señala que la tecnología que nos pone siempre en comunicación nos podría distanciar de experiencias sociales en el aquí y ahora; es decir, tiene el alto costo de invertir demasiadas horas en nuestras pantallas en lugar de fortalecer aquellos lazos sociales que sí consideramos significativos para nosotros.
En definitiva, sabemos que el sobreuso de las redes sociales podría relacionarse a mayores niveles de aislamiento, ansiedad, depresión y vincularse a una mayor tendencia a sufrir insomnio y afecciones físicas vinculadas a la sobreexposición de pantallas. Aunque usar nuestros dispositivos no sea por sí algo negativo o peligroso, el FOMO nos anuda al mundo digital de modo tal que podemos perder de vista aquello que es verdaderamente importante en nuestras vidas.
Tomas Santa Cecilia
Tomas Santa Cecilia
Psicologo Consultor: Master en Psicología Cognitivo Conductual
Por eso, la clave reside en pensar en lo siguiente: ¿Qué es aquello valioso de lo que nos perdemos por invertir demasiado tiempo en las redes sociales debido al FOMO? Nuestro tiempo libre suele ser un momento en el cual podemos desempeñar un montón de actividades —hobbies, deportes, descanso— que representan o materializan algo valioso para nosotros. Qué es significativo y qué no lo es depende de cada uno: podría implicar ser personas creativas, cuidar de nuestra salud para estar más tiempo con nuestros hijos, para explorar el mundo… El tiempo libre es un campo entre tantos otros en el cual podemos avanzar hacia la vida que deseamos vivir, y no debemos dejar que el FOMO impida eso.