Todos, en algún momento de la vida, enfrentamos la pérdida de algo o alguien importante: la muerte de un ser querido, el fin de una relación, un cambio drástico en nuestras circunstancias. El dolor que acompaña a estas experiencias es universal y, sin embargo, pocas veces nos detenemos a preguntarnos: ¿para qué sirve el duelo psicológico? ¿Por qué la naturaleza nos ha dotado de una reacción tan intensa y, a veces, tan prolongada?
Durante mucho tiempo, el duelo ha sido visto como un obstáculo inevitable, algo que simplemente hay que soportar hasta que pase. Sin embargo, investigaciones recientes, como el innovador modelo computacional propuesto por Dulberg, Dubey y Cohen, nos invitan a mirar el duelo desde una perspectiva completamente nueva. ¿Y si el dolor y la insistencia en recordar lo perdido tuvieran una función adaptativa?
Este artículo explora el propósito del duelo psicológico y cómo, lejos de ser un enemigo, puede convertirse en un aliado en nuestro proceso de adaptación y crecimiento.
El estudio: Un modelo computacional del duelo
Durante siglos, la ciencia y la filosofía se han preguntado por qué el duelo es tan universal y, a la vez, tan doloroso. ¿Por qué la mente insiste en recordar, una y otra vez, aquello que se ha perdido? El reciente estudio de Dulberg, Dubey y Cohen desarrollado este año 2025, ofrece una respuesta innovadora a través de un modelo computacional inspirado en la inteligencia artificial y el aprendizaje por refuerzo.
En términos sencillos, el aprendizaje por refuerzo es una forma de aprendizaje en la que un agente (en este caso, nuestro cerebro) toma decisiones para maximizar recompensas y minimizar castigos, basándose en la experiencia pasada. El modelo propuesto por los autores incorpora además el concepto de “repetición de memorias” (memory replay): el cerebro revive y repite mentalmente situaciones pasadas, especialmente aquellas que han sido emocionalmente significativas, como la pérdida de un ser querido, un trabajo o una relación.
Según este enfoque, el duelo cumple una función adaptativa crucial. Cuando perdemos algo valioso, muchas de nuestras rutinas, expectativas y fuentes de placer estaban ligadas a esa realidad. El dolor y la insistencia en recordar no son simples “errores” del sistema, sino mecanismos que nos obligan a revisar y desaprender esos hábitos, permitiendo que la mente se adapte a la nueva situación. Es decir, el duelo ayuda a “desprogramar” conductas y emociones asociadas a lo perdido, para así poder buscar y construir nuevas fuentes de bienestar.
El estudio también utilizó simulaciones por ordenador para explorar cómo varían la duración e intensidad óptimas del duelo según las circunstancias. De este modo, el modelo no solo explica por qué existe el duelo, sino también por qué cada persona lo vive de manera única y por qué, en algunos casos, puede volverse patológico si no logramos encontrar nuevas recompensas en la vida.
La función del duelo: ¿Por qué duele y para qué sirve?
El duelo psicológico, lejos de ser un simple sufrimiento sin sentido, cumple funciones profundas y adaptativas en la vida humana. El dolor intenso que acompaña a la pérdida es, paradójicamente, una señal de que nuestro cerebro está realizando un trabajo fundamental: reconfigurar nuestra vida y nuestra identidad ante la ausencia de lo que era valioso.
1. El dolor como señal adaptativa
El sufrimiento emocional del duelo no es un error de la naturaleza, sino una respuesta que nos obliga a detenernos y a mirar de frente la nueva realidad. Este dolor nos impulsa a revisar nuestras rutinas, expectativas y vínculos, y nos ayuda a aceptar que la realidad ha cambiado. Así, el duelo actúa como un mecanismo de actualización interna, permitiendo que la persona integre la “historia del evento” de la pérdida en su propia narrativa vital, mientras mantiene el acceso a los recuerdos y emociones agridulces asociados a lo perdido.
2. La obsesión por lo perdido: memoria y significado
Durante el duelo, es común que la mente se aferre a los recuerdos y que la persona reviva mentalmente la pérdida. Esta “repetición” no es inútil: ayuda a desaprender hábitos y expectativas vinculados a lo que ya no está, acelerando la adaptación. Además, la reconstrucción de significado es central: el doliente busca comprender por qué ocurrió la pérdida y encontrar algún beneficio o aprendizaje en la experiencia, lo que facilita la integración de la pérdida y la redefinición de metas personales.
3. Cuando el duelo se estanca
Sin embargo, no siempre el duelo avanza de manera adaptativa. En algunos casos, la persona queda atrapada en pensamientos desadaptativos, incapaz de encontrar sentido o nuevas fuentes de bienestar. Esto puede dar lugar a un duelo no adaptativo o patológico, caracterizado por síntomas persistentes y una incapacidad para funcionar como antes. Factores como la falta de apoyo, la intensidad del apego o la ausencia de nuevas metas pueden dificultar la transición hacia una vida renovada tras la pérdida.
Diferencias individuales: ¿por qué no todos vivimos el duelo igual?
Aunque el duelo es una experiencia universal, cada persona lo vive de forma única. El modelo computacional de Dulberg y sus colegas ayuda a entender por qué existen tantas diferencias en la manera y el tiempo en que las personas procesan una pérdida.
1. Personalidad
Uno de los factores clave es la personalidad. Por ejemplo, quienes son más flexibles y abiertos al cambio tienden a adaptarse más rápido, mientras que las personas con una mayor tendencia a la rumiación pueden quedar atrapadas en pensamientos dolorosos, prolongando el duelo. Además, la sensibilidad a la recompensa —es decir, la capacidad de encontrar placer en nuevas actividades o relaciones— influye en la velocidad con que alguien puede reconstruir su bienestar tras la pérdida.
2. Apoyo social
El apoyo social también es fundamental. Contar con amigos, familiares o redes de apoyo facilita la búsqueda de nuevas fuentes de satisfacción, amortiguando el impacto emocional del duelo. Por otro lado, el aislamiento puede dificultar la adaptación y aumentar el riesgo de un duelo complicado.
3. Contexto cultural
El contexto cultural aporta otra capa de variabilidad. En algunas culturas, el duelo se vive de manera colectiva, con rituales y expresiones públicas de dolor que ayudan a procesar la pérdida. En otras, se espera una recuperación rápida y discreta, lo que puede generar presión adicional.
Implicaciones clínicas y sociales
Comprender el duelo como un proceso adaptativo y no como una simple “falla” emocional tiene profundas implicaciones tanto para la psicología clínica como para la sociedad en general. El modelo computacional desarrollado en este estudio ayuda a distinguir entre el duelo normal, que cumple una función de reajuste, y el duelo patológico, que puede requerir intervención profesional.
1. Duelo normal vs. duelo patológico
El duelo normal, aunque doloroso, tiende a disminuir con el tiempo a medida que la persona encuentra nuevas fuentes de recompensa y significado. Sin embargo, cuando el dolor se prolonga excesivamente, se intensifica o impide el funcionamiento cotidiano, hablamos de un duelo patológico. El modelo sugiere que esto ocurre cuando el cerebro no logra “desaprender” los viejos hábitos asociados a lo perdido ni encontrar alternativas satisfactorias. En estos casos, la intervención psicológica puede ser crucial.
2. Terapias basadas en el modelo
Las terapias pueden beneficiarse de este enfoque al centrarse en ayudar a la persona a identificar y construir nuevas fuentes de bienestar. Por ejemplo, fomentar la participación en actividades placenteras, establecer nuevas metas o reconstruir redes de apoyo social. Además, técnicas como la exposición controlada a recuerdos dolorosos, utilizadas en el tratamiento del trauma, pueden facilitar la integración de la pérdida y reducir la intensidad del dolor emocional.
3. Mensaje social: normalizar el duelo
A nivel social, este modelo invita a desestigmatizar el duelo y a reconocerlo como una parte natural y necesaria de la vida. El dolor emocional no es una señal de debilidad, sino un proceso de adaptación que nos prepara para seguir adelante. Promover espacios de apoyo, comprensión y acompañamiento puede marcar la diferencia en el bienestar de quienes atraviesan una pérdida.
En definitiva, entender el duelo desde esta perspectiva nos permite acompañar mejor a quienes sufren y construir una sociedad más empática y resiliente.
Conclusiones
El duelo psicológico, aunque doloroso y a menudo incomprendido, es un proceso profundamente humano y adaptativo. Gracias a modelos computacionales como el propuesto por Dulberg, Dubey y Cohen, hoy sabemos que el duelo no es simplemente un obstáculo a superar, sino un mecanismo natural que nos ayuda a reajustar nuestras expectativas, desaprender viejos hábitos y encontrar nuevas fuentes de bienestar tras una pérdida significativa.
Este proceso, aunque varía de persona a persona, cumple la función esencial de permitirnos reconstruir una vida con sentido, incluso en ausencia de lo que valorábamos. Reconocer el duelo como una herramienta de resiliencia y crecimiento nos invita a vivirlo sin culpa ni vergüenza, y a acompañar con empatía a quienes lo atraviesan. En última instancia, el dolor del duelo es el precio que paga el cerebro para adaptarse y seguir adelante, abriendo la puerta a nuevos comienzos y aprendizajes.


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