Para algunas personas puede resultar difícil de creer puesto que es cierto que se han logrado muchos avances en el tema. Sin embargo, la realidad es que en nuestra sociedad actual sigue habiendo muchas manifestaciones de conductas y pensamientos racistas.
Afortunadamente, cada vez somos más conscientes del fuerte impacto que el racismo genera en la salud física y mental de las personas que lo sufren. Precisamente por ello, se considera cada vez peor visto y se castiga o rechaza más este tipo de conductas a nivel social.
A lo largo del presente artículo nos centraremos en los efectos que el racismo genera en los cerebros de las personas que lo sufren. Para ello, abordaremos aspectos como el envejecimiento acelerado del cerebro y otras posibles consecuencias a largo plazo. Por último, hablaremos sobre el círculo vicioso que el racismo genera y cómo afecta a la salud mental.
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El impacto del racismo en la salud del cerebro
Los avances de la tecnología y la ciencia nos permiten saber con más precisión cada vez los impactos que determinados aspectos generan en nuestros organismos y nuestras vidas. Estudios relativamente recientes han focalizado sus investigaciones en conocer en detalle la huella que el racismo genera en el cerebro de las personas que lo sufren.
Los resultados obtenidos señalan que el racismo actúa como un factor estresor crónico para el cerebro. Esto, sin duda, genera un impacto en la biología del mismo. Puesto que las víctimas de racismo viven en constante estrés, se ha observado que hay conexiones cerebrales afectadas y, consecuentemente, también se ve modificada la función cognitiva.
Las alteraciones se producen principalmente en las zonas relacionadas con la respuesta al estrés, la conciencia de uno mismo y la función cognitiva. Todos estos cambios contribuyen a un envejecimiento prematuro del cerebro. Las alteraciones observadas se han identificado también en casos de personas que están sometidas a estrés crónico por ser víctimas de abuso o factores como la pobreza.
No podemos olvidar que el estrés es una respuesta natural y normal que nuestro organismo pone en marcha cuando detecta que estamos en peligro. Las amenazas percibidas, sean reales o imaginarias, permiten que nuestro cuerpo se active para responder y volver al estado inicial de seguridad. El problema reside en que las personas que sufren racismo viven en constante alerta y esto desgasta el organismo a varios niveles.
Así pues, podemos observar que el racismo que sufren determinadas personas no tiene un impacto únicamente en el momento sino que se alarga en el tiempo, desencadenado así respuestas crónicas en el organismo. Este hecho no solo produce dificultades y alteraciones a nivel social, sino que también afecta a la salud mental, psicológica y física de las personas.
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¿Qué hay detrás del envejecimiento acelerado?
Los altos niveles de cortisol que las víctimas de racismo presentan están relacionados con el estado de hiperalerta constante que mencionamos anteriormente. Este indicador se relaciona con el deterioro de múltiples funciones físicas (sistema inmune, sistema cardiovascular, sistema digestivo, etc.), pero también dificulta la recuperación ante el envejecimiento.
Dicho estado de vigilancia y los recursos personales invertidos para responder ante el estrés suponen que las neuronas trabajen en exceso y se acaben sobrecargando. Los elevados niveles de cortisol afectan directamente al funcionamiento de ciertas áreas cerebrales, como el hipocampo que está relacionado con la memoria y la regulación emocional.
De esta forma se acelera el envejecimiento cerebral e incrementa las probabilidades de desarrollar patologías neurodegenerativas como el Alzheimer, la demencia en cualquiera de sus formas o cualquier otra enfermedad cerebral. Estos cambios están relacionados más con la epigenética que con la genética.
Consecuencias a largo plazo
Tal y como hemos mencionado, son muchísimas las consecuencias negativas que el racismo tiene en el desarrollo de las personas y la sociedad. A nivel individual, ser víctimas de esta situación puede llegar a alterar el funcionamiento de todas las áreas de la vida de una persona.
A nivel de salud en general, con frecuencia se observa una mayor tendencia a desarrollar patologías cardiovasculares y digestivas debido a la inflamación crónica a la que el organismo está expuesto. En esta línea, el funcionamiento del sistema inmunológico también se ve alterado.
Si nos centramos en el impacto que se genera a nivel cerebral, el primer punto a destacar es el anteriormente mencionado. El riesgo a padecer enfermedades neurodegenerativas es mucho mayor. Por si esto fuera poco, también se observa una mayor prevalencia de trastornos mentales como la depresión y el estrés postraumático.
El círculo vicioso del racismo y su relación con la salud mental
En los últimos tiempos se ha descrito un fenómeno que se ha denominado gaslighting racial. Este hace referencia a la minimización o negación de determinadas experiencias sufridas y vivenciadas por personas víctimas del racismo. Tal y como podemos imaginar, esto incrementa todavía más el impacto emocional y psicológico.
Las personas se sienten con la necesidad de estar justificando o demostrando la legitimidad de sus experiencias y, sin duda, este hecho mantiene el estado de hiperactivación y estrés crónico. Si ser víctimas de racismo fuera poco doloroso, hay que sumarle la invalidación y negación que estas personas sufren de forma añadida.
Por supuesto, vivir este tipo de abuso y maltrato genera un gravísimo impacto en la salud mental y emocional de las personas. Se eleva la probabilidad de padecer trastornos de ansiedad, depresión u otras patologías mentales que, además, pueden derivar en serias condiciones de salud física también.
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