Existen muchas hipótesis distintas sobre el funcionamiento de la memoria humana que frecuentemente se solapan entre ellas. En los últimos años la investigación ha aclarado aspectos clave sobre la memoria sensorial, uno de los conceptos más antiguos en el campo de la psicología científica aplicada a este proceso básico.
En este artículo definiremos las características de los tres principales tipos de memoria sensorial que se han descrito hasta la fecha: la memoria icónica, la ecoica y la háptica, que trabajan con estímulos visuales, sonoros y táctiles, respectivamente.
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¿Qué es la memoria sensorial?
La memoria sensorial nos permite retener información obtenida mediante los sentidos durante un corto periodo; posteriormente, estas señales serán desechadas o se transmitirán a otros almacenes de memoria de mayor duración, la memoria de trabajo y la memoria a largo plazo, a través de los cuales se podrá operar sobre los estímulos inmediatos.
El concepto “memoria sensorial” fue acuñado por Ulric Gustav Neisser en 1967. Su modelo estaba basado en la investigación básica y definía la memoria sensorial como un registro decorta duración, de capacidad ilimitada y precategorial, es decir, anterior al procesamiento cognitivo de la información y en consecuencia ajeno al control consciente.
Previamente, en 1958, Donald Eric Broadbent había propuesto la existencia de un sistema perceptual por el que pasarían todos los estímulos sensoriales antes de llegar a la memoria a corto plazo y ser filtrados para el procesamiento consciente de los ítems más relevantes.
En su formulación original Neisser consideraba que hay dos tipos de memoria sensorial: la icónica, que procesa la información visual, y la ecoica, basada en estímulos auditivos y verbales. Posteriormente se han encontrado pruebas sólidas a favor de la existencia de la memoria háptica, relacionada con el tacto y la propiocepción.
Tipos de memoria sensorial
Si bien se considera que probablemente existan almacenes mnémicos de corta duración para todos los sentidos, los que han sido estudiados en mayor profundidad son la memoria icónica, la ecoica y la háptica.
1. Memoria icónica
El tipo de memoria sensorial más investigado es la icónica, que registra información visual. Las aportaciones más relevantes en torno a este fenómeno las realizó George Sperling en los años 50 y 60, pero posteriormente autores como Neisser, Sakkit y Breitmeyer han actualizado la concepción de la memoria icónica.
A través de sus estudios pioneros con taquistoscopio, Sperling concluyó que las personas tenemos la capacidad de retener simultáneamente 4 o 5 ítems después de fijar la mirada durante un instante en un conjunto estimular amplio. Otros investigadores descubrieron que la memoria icónica persiste durante unos 250 milisegundos.
En este caso se llama “icón” a la huella visual que conservamos en la memoria a corto plazo. En la actualidad existe debate en torno a si este icón se localiza en el sistema nervioso central o en el periférico; en cualquier caso, predomina la concepción de que la memoria icónica es fundamentalmente un artefacto de laboratorio sin validez ecológica.
Lo más probable es que este fenómeno se relacione con la persistencia de la estimulación neuronal en los fotorreceptores situados en la retina, es decir, los conos y los bastones. Este sistema podría tener la función de permitir el procesamiento de los estímulos visuales por parte del sistema perceptivo.
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2. Memoria ecoica
De modo similar a la icónica, la memoria ecoica ha sido definida como un registro precategorial, de corta duración y con una capacidad muy elevada. Se diferencia de la icónica en que procesa información sonora en lugar de visual.
La memoria ecoica retiene los estímulos auditivos durante al menos 100 milisegundos, permitiendo que discriminemos y reconozcamos los sonidos de todo tipo, incluyendo los que componen el habla, que pueden mantenerse hasta 2 segundos; por tanto, la memoria ecoica es fundamental en la comprensión del lenguaje.
Se entiende que este tipo de memoria registra la información auditiva en forma de secuencia, centrándose por tanto en sus propiedades temporales. En parte, el tiempo que se retiene la huella ecoica depende de propiedades del estímulo como la complejidad, la intensidad y el tono.
Un fenómeno destacable en relación a la memoria ecoica es el efecto de recencia, que es específico de este tipo de memoria. Consiste en el hecho de que recordamos mejor el último estímulo (o ítem) que hemos procesado que otros que han sido presentados de forma inmediatamente previa.
La memoria ecoica se ha relacionado con el hipocampo y con distintas áreas de la corteza cerebral: la premotora, la prefrontal ventrolateral posterior izquierda y la parietal posterior izquierda. Las lesiones en estas regiones provocan déficits en la percepción de estímulos visuales y en la velocidad de reacción a estos.
3. Memoria háptica
Este concepto se utiliza para designar un almacén mnémico que trabaja con información de tipo táctil, y por tanto con sensaciones como el dolor, el calor, el picor, el cosquilleo, la presión o la vibración.
La memoria háptica tiene una capacidad de 4 o 5 ítems, como la icónica, si bien la huella se mantiene durante más tiempo, unos 8 segundos en este caso. Este tipo de memoria sensorial nos permite examinar objetos mediante el tacto e interactuar con ellos, por ejemplo para cogerlos o moverlos adecuadamente.
Se cree que hay dos subsistemas que componen la memoria háptica. Por una parte encontramos el sistema cutáneo, que detecta la estimulación de la piel, y por otro el propioceptivo o cinestésico, relacionado con los músculos, los tendones y las articulaciones. Conviene distinguir la propiocepción de la interocepción, que implica a los órganos internos.
La memoria háptica ha sido definida de forma más reciente que la icónica y la ecoica, de modo que las evidencias científicas disponibles en torno a este tipo de memoria sensorial son más limitadas que las que existen sobre los otros dos que hemos descrito.
La memoria háptica depende de la corteza somatosensorial, especialmente de regiones localizadas en el lóbulo parietal superior, que almacenan la información táctil. Asimismo el córtex prefrontal, fundamental para la planificación del movimiento, también parece implicado en esta función.