El reflejo fotomotor es un automatismo de nuestro sistema nervioso que nos protege de los cambios en la intensidad y del exceso de luz. Su función es hacer reaccionar a la pupila para que reduzca o aumente su tamaño, de modo que permita que llegue a nuestros ojos la cantidad adecuada de luz del ambiente.
En este artículo te explicamos qué es el reflejo oculomotor y cómo actúa, de qué está compuesto el circuito responsable de este reflejo, cuáles son las principales funciones que lleva a cabo y de qué modo se evalúa clínicamente.
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¿Qué es el reflejo fotomotor?
El reflejo fotomotor se produce cuando la pupila reacciona y se contrae o se dilata como respuesta a un estímulo lumínico. Este arco reflejo gestionado por el sistema nervioso autónomo nos sirve para controlar que la cantidad de luz a la que se exponen nuestros ojos es la adecuada, de modo que se evite una sobreexposición o un deslumbramiento.
En personas sanas, el aumento del diámetro de la pupila se conoce con el nombre de midriasis y es una reacción normal que se produce cuando hay poca luz o penumbra; al contrario, la contracción pupilar se denomina miosis y ocurre cuando hay un aumento de la luminosidad.
El reflejo fotomotor y el consecuente cambio de tamaño en las pupilas es bilateral y se produce de forma simultánea en ambos ojos cuando alguno de ellos recibe el estímulo lumínico; no obstante, recibe el nombre de reflejo fotomotor directo cuando se contrae la pupila en el ojo que recibe el estímulo; y reflejo fotomotor consensual cuando la pupila que se contrae es la del ojo contrario.
La tarea de controlar las variaciones en el tamaño pupilar la llevan a cabo dos músculos oculares: el esfínter de la pupila, que se encarga de la contracción a través de las denominadas fibras parasimpáticas; y el músculo dilatador, situado en la zona posterior del iris, es el responsable de dilatar las pupilas y está controlado por fibras del sistema nervioso simpático.
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Estructura y fisiología
El correcto funcionamiento del reflejo fotomotor depende de todas y cada una de las partes implicadas en el circuito de dicho arco reflejo. Veamos, a continuación, cuáles son:
1. Fotorreceptores
Los receptores encargados de iniciar el reflejo fotomotor pertenecen a las células de la retina especializadas en la percepción de los estímulos lumínicos. Los fotorreceptores clásicos son los conos, responsables de la percepción del color; los bastones o bastoncillos, encargados de la visión en condiciones de baja visibilidad; y las células ganglionares de la retina, cuya función es transmitir los impulsos que inician el arco fotomotor a través de neuronas intermediarias.
Cuando la luz estimula las células fotorreceptoras se produce un proceso de transducción que convierte los estímulos lumínicos en impulsos eléctricos que se transmiten hacia las zonas del cerebro encargadas de procesar la visión a través de vías aferentes.
2. Vías aferentes
Una vez que el estímulo lumínico ha incidido sobre la retina viajará a través de una vía aferente, las fibras sensitivas del nervio oftálmico, hasta el sistema nervioso central; y desde ahí, una parte de las fibras nerviosas especializadas del nervio óptico se separan y transmiten la información al mesencéfalo.
El resto de fibras transmiten la información y hacen relevo en los cuerpos geniculados, situados en la cara posterior del tálamo, para después dirigirse a la corteza visual primaria. Con todo, cabe señalar que el reflejo motor se integra en el mesencéfalo sin que se produzca una intervención de niveles funcionales superiores, lo que indica que en los casos en los que hay un daño a nivel de los cuerpos geniculados o la corteza visual, este arco reflejo no se vería afectado.
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3. Núcleos de integración
Toda vez que las fibras nerviosas sensitivas que provienen del nervio óptico alcanzan el mesencéfalo, llegan al pretectum o área pretectal del mismo, que se localiza justo delante de los colículos superiores y por detrás del tálamo. Las fibras que provienen del nervio óptico transmiten la información a dos núcleos ganglionares: el núcleo del tracto visual y el núcleo olivar.
La información acerca de la intensidad lumínica se procesa en estos núcleos. Después, a través de interneuronas se conectan el núcleo olivar y el tracto visual con el núcleo de Edinger-Westphal, desde donde salen las fibras motoras simpáticas que inducen el movimiento y la respuesta efectora.
4. Vías eferentes
Los axones del sistema nervioso simpático emergen desde el núcleo de Edinger-Westphal hacia la órbita, junto con las fibras del nervio fotomotor. Una vez que este último llega a la órbita, las fibras simpáticas salen y alcanzan el ganglio ciliar, que actúa como última estación de relevo en la integración del reflejo fotomotor, y desde donde emergen los nervios ciliares cortos que se encargan de la inervación simpática del ojo.
5. Efectores
Finalmente, los nervios ciliares cortos inervan el músculo ciliar, y mediante su estimulación provocan que se contraiga y, consecuentemente, se produce la contracción pupilar. Así, el músculo ciliar se encarga de que la pupila reduzca su tamaño y permita que entre menos luz en el ojo.
Funciones
Una de las principales funciones del reflejo fotomotor es asegurar que la cantidad de luz que ingresa en el ojo es la adecuada: ni demasiada luz, lo que provocaría un deslumbramiento; ni luz insuficiente, ya que las células fotorreceptoras no podrían ser estimuladas correctamente y la visión sería deficiente.
Cuando se produce un exceso en la absorción de estímulos lumínicos, la transducción que se genera en las células fotorreceptoras es inadecuada, las reacciones químicas ocurren demasiado rápido y los precursores se consumen antes de que puedan regenerarse, derivando en un deslumbramiento o una sobreexposición a la luz.
El efecto de deslumbramiento es el que se produce, por ejemplo, cuando pasamos de un ambiente muy oscuro o de tener los ojos cerrados a abrirlos y encontrarnos con una fuente de luz muy intensa. Lo que ocurre es que nos ciega y somos incapaces de ver durante unos cuantos segundos, hasta que las células de la retina se acomodan a la intensidad de luz ambiental.
Aunque la función del reflejo fotomotor es, precisamente, evitar que se produzca esa sobreexposición a la luz, lo cierto es que en ocasiones no es suficiente y el efecto se produce igualmente debido a que hace falta cierto tiempo para que el estímulo lumínico se convierta en impulso eléctrico y se produzca el arco reflejo, y la posterior contracción pupilar.
Evaluación clínica del reflejo
La evaluación clínica del reflejo fotomotor suele realizarse con la ayuda de una linterna. Se proyecta la luz al ojo con el fin de ver cómo reacciona la pupila y, en el caso de que ésta disminuya de tamaño en respuesta al estímulo lumínico, tendremos una pupila normorreactiva; si, por el contrario, la pupila reacciona débilmente ante la luz, tendremos una pupila hiporreactiva.
Otro de los objetivos de la evaluación de este arco reflejo es conocer si existe algún tipo de daño o lesión en el nervio óptico, así como comprobar si hay pérdida de la visión. Durante la exploración, también suele ser habitual comprobar si el reflejo consensual está intacto: esto se hace observando si se contrae la pupila del ojo contrario al que está siendo estimulado por la luz.
Por último, si durante la exploración se observa cualquier reacción anormal de la pupila a la estimulación lumínica, es importante evaluar otros aspectos del sistema visual por si existieran daños en otras vías nerviosas del sistema visual, más allá del reflejo fotomotor.
Referencias bibliográficas:
- Hultborn, H., Mori, K., & Tsukahara, N. (1978). The neuronal pathway subserving the pupillary light reflex. Brain Research, 159(2), 255 - 267.
- Kaufman, P. L., & Alm, A. (Eds.). (2004). Adler fisiología del ojo: aplicación clínica. Elsevier.
- McDougal, D. H., & Gamlin, P. D. (2010). The influence of intrinsically-photosensitive retinal ganglion cells on the spectral sensitivity and response dynamics of the human pupillary light reflex. Vision research, 50(1), 72 - 87.
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