En el campo de las neurociencias son muy célebres los homúnculos corticales o de Penfield, representaciones humanizadas de la distribución de los nervios y estructuras cerebrales que se relacionan con funciones motoras y sensoriales. Se han creado homúnculos distintos para estos dos aspectos ya que la topografía cerebral varía entre los dos.
Estos seres tienen un aspecto similar al de las personas, si bien sus miembros son poco proporcionados; tales irregularidades resultan muy útiles para conceptualizar la inervación diferencial de las partes del cuerpo, el aspecto clave en la morfología de los homúnculos.
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¿Qué es el homúnculo de Penfield?
Entre 1937 y 1954 el neurocirujano estadounidense Wilder Penfield y sus colaboradores desarrollaron diversas representaciones de un aspecto llamativo de la topografía cerebral: la presencia de “mapas” de las vías nerviosas, tanto las sensoriales como las motoras, en la corteza.
Las distintas funciones de nuestro organismo no se encuentran representadas de forma proporcional en dicho mapa, sino que su tamaño depende de la complejidad de los nervios correspondientes. No obstante, la localización de estas áreas cerebrales sí presenta paralelismos notables con la estructura externa del cuerpo.
Esto dio lugar a que Penfield se inspirara en el peso relativo de cada función en la corteza cerebral para crear imágenes simbólicas de un “homúnculo”, término proveniente del latín que se traduce como “hombrecillo” y que se ha usado con frecuencia a lo largo de la historia para designar a seres humanos artificiales, sobre todo en el contexto de obras de ficción.
Dado que existen representaciones topográficas cerebrales diferenciadas entre las funciones motoras y las sensoriales, podemos encontrar en realidad dos homúnculos con características distintivas que merece la pena detallar.
¿A qué se debe su forma?
El homúnculo de Penfield fue calificado de grotesco por su propio autor a causa de la irregularidad de su morfología: mientras que las manos, la boca, los ojos y las orejas son desproporcionadamente grandes en comparación con el cuerpo humano, el resto del homúnculo tiene una apariencia débil.
La comparación entre las enormes manos y los brazos, frágiles y delgados, resulta particularmente llamativa. Estas características están aún más marcadas en el caso del homúnculo motor que en el sensorial debido a que las funciones relacionadas con el movimiento están menos distribuidas que las sensoriales.
La causa del peculiar aspecto de los homúnculos son las diferencias en la inervación de las distintas partes del cuerpo: cuanto más intensa y compleja es la conexión entre una de ellas y el cerebro, mayor el tamaño de la sección correspondiente en la corteza cerebral.
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El homúnculo sensorial y la corteza somestésica
El homúnculo sensorial representa la corteza somestésica o sensorial primaria, que se localiza en el giro poscentral, una circunvolución cerebral situada en la región del lóbulo parietal anexa al frontal. De hecho, Penfield fue el primero en describir esta parte del cerebro, que se corresponde con las áreas 1, 2 y 3 del modelo de Brodmann.
En esta sección de la corteza la representación del esquema corporal se encuentra invertida: los dedos de los pies están en la parte superior del lóbulo, mientras que la boca está localizada en la parte inferior. Asimismo el “mapa topográfico” de cada hemisferio del cuerpo está en la mitad opuesta del cerebro. Lo mismo sucede en el caso del homúnculo motor.
Este homúnculo tiene un aspecto algo menos desproporcionado que el motor. Sin embargo, el rostro y las manos son muy grandes en comparación con el resto del cuerpo debido a que estas regiones están dotadas de muchos receptores cutáneos; la densidad de estas células en una parte del cuerpo determina el tamaño de su representación cortical.
La corteza somestésica recibe la mayor parte de las proyecciones de información sensorial que llegan al cerebro a través del tálamo, una estructura que actúa como punto de conexión entre el córtex y otras regiones más periféricas.
Esta parte de la corteza cerebral no se ocupa sólo de la estimulación proveniente del mundo externo, sino que también procesa información sobre la propiocepción, es decir, las sensaciones que el cuerpo detecta sobre la posición relativa de los músculos. Este sentido es fundamental para el movimiento, la postura o el equilibrio, entre otras funciones.
El homúnculo motor y la corteza motora primaria
La representación cortical de los nervios motores y de los receptores cutáneos correspondientes se sitúa en la corteza motora primaria, en el surco central, una región del lóbulo frontal que se encuentra justo al lado de la corteza somestésica; por tanto, los dos homúnculos corticales están muy cerca el uno del otro.
La corteza motora primaria es el área del cerebro más importante para el funcionamiento del sistema motor: recibe aferencias del tálamo y trabaja conjuntamente con el resto de regiones asociadas al movimiento, como la corteza motora suplementaria, para elaborar y ejecutar esquemas motores.
El aspecto del homúnculo motor es aún más grotesco que el del sensorial: su boca, sus ojos y sobre todo sus manos son enormes en comparación con el tronco, los brazos o las piernas. Esto se debe a la mayor especificidad en la localización de los receptores y nervios motores, mucho menos numerosos que los sensoriales en gran parte del cuerpo.
Dado que las conexiones sinápticas, que constituyen la base del sistema nervioso, se modifican durante la vida en función de la experiencia y de la práctica, el homúnculo motor cambia en una misma persona a medida que pasa el tiempo y difiere más que el sensorial en el plano interindividual.
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