La mente humana es algo muy misterioso, por ello se ha tratado de descubrir cuales son los mecanismos implicados detrás de su funcionamiento. La psicología cognitiva ha realizado varios experimentos en los que han pretendido dilucidar las incógnitas detrás de nuestro pensamiento.
Una de las preguntas que ha tratado de resolver esta rama de la psicología ha sido cómo los seres humanos nos las ingeniamos para procesar e interpretar imágenes que se nos presentan invertidas o giradas y aún así verlas como lo que son. Roger Shepard y Jacqueline Metzler se plantearon esto en 1971, y lo abordaron experimentalmente, concibiendo el concepto de rotación mental.
Veamos de qué se trata esta idea, y cómo estos investigadores profundizaron en ella mediante la experimentación en el laboratorio.
¿Qué es la rotación mental?
En el año 1971, en la universidad de Stanford, Shepard y Metzler realizaron un experimento que los catapultaría a la fama dentro del ámbito de las ciencias cognitivas. En este experimento presentaron a los participantes pares de figuras tridimensionales con diferentes orientaciones. La tarea que debían hacer los participantes era la de indicar si las dos figuras presentadas en cada ensayo eran idénticas o si bien se trataba de la imagen especular la una de la otra.
A raíz de este experimento se vio que había una relación positiva en cuanto al ángulo en que eran presentadas las figuras y el tiempo que tardaban en contestar los sujetos. Cuanto mayor grado de inclinación presentaban estas imágenes, más les costaba indicar si eran o no idénticas las figuras.
En base a estos resultados, se hipotetizó que, cuando se presentan imágenes que cuyo ángulo no es el que se muestra habitualmente (90º, 120º, 180º…), lo que hacemos mentalmente es girar la figura hasta llegar a un grado de inclinación que nos resulte “normal”. En base a esto, a mayor inclinación tenga el objeto, más tiempo demorará el rotarlo mentalmente.
Shepard y Metzler, a partir de todos estos hallazgos, supusieron que el proceso de rotación implicaba pasar por una serie de pasos. Primero, se creaba la imagen mental del objeto en cuestión. Tras ello, se rotaba este objeto hasta llegar a la inclinación que permitiera la posterior comparación y, finalmente, se decidía si se trataba o no de dos objetos idénticos o no.
Legado y posterior experimentación
Shepard y Metzler, mediante su ya famoso experimento, dieron inicio a que se abordaran experimentos de rotación mental investigando diferentes variables. Durante los años 80 surgió un nuevo concepto a partir de la experimentación de estos dos investigadores, la idea de la imaginería mental. Este término hace referencia a la capacidad de poder manipular mentalmente la posición de objetos, tras haber realizado una representación de ellos en nuestra mente.
Gracias a las modernas técnicas de neuroimagen, ha sido posible ver cómo se las tareas de rotación de objetos afectan a nivel neuronal. En las últimas dos décadas, mediante la técnica del potencial cerebral evocado, se han podido registrar las respuestas cerebrales de participantes mientras realizaban este tipo de tareas. Se ha observado que en tareas de rotación mental se incrementa la actividad de las regiones parietales, las cuales están implicadas en el posicionamiento espacial.
Este experimento se ha replicado haciendo uso de letras, manos, números y otros símbolos rotados e invertidos para ver en qué medida los sujetos tardaban más en contestar y cómo el conocer el símbolo presentado influía en la velocidad en que se contestaba satisfactoriamente en los ensayos.
Diferencias individuales
Otras investigaciones han tratado de ver si existen relaciones entre el género, el grupo de edad, la raza o incluso la orientación sexual y lo eficientemente que se realizan tareas de imaginería mental.
En los años 90 se investigó si habían diferencias entre hombres y mujeres en este tipo de tareas, dado que tradicionalmente se ha asociado un mejor rendimiento visuoespacial en el género masculino. Se observó que si se daban instrucciones explícitas de cómo debían realizar la rotación mental, los hombres tenían mejores puntuaciones que las mujeres, aunque estas diferencias desaparecían si no se daban instrucciones explícitas, teniendo el mismo rendimiento ambos géneros.
Con respecto a si había diferencias dependiendo del grupo de edad, se vio que los jóvenes presentaban menos dificultades que las personas más mayores al realizar este tipo de tareas, siempre y cuando se indicaba que había límite de tiempo. En caso de no haber este límite, la precisión de ambos grupos de edad no parecía ser muy diferente.
En base a los estudios realizados durante estos años, se sabe que el hecho de presentar la imagen especular o idéntica también influye en el tiempo en que se tarda en responder. El tiempo en el que se tarda en decidir si la imagen presentada es idéntica o, si por el contrario, se trata de la imagen espejo de la otra, es mayor cuando la figura es, efectivamente especular.
Esto es así debido a que, en primer lugar, la persona tiene que rotarlo para ponerlo en un ángulo adecuado. Luego, lo tiene que girar en el plano para ver si es o no una imagen espejo de la otra imagen que se le presenta. Es este último paso el que añade tiempo, siempre y cuando las imágenes no sean iguales.
Críticas a Shepard y Metzler
Tras realizar su famoso experimento, estos dos investigadores recibieron ciertas críticas con respecto a los resultados de su experimento.
En primer lugar, algunos autores de la época aseguraron que no necesariamente, para realizar este tipo de tarea, era preciso recurrir a imágenes mentales. Cabe decir que en aquella década había cierta oposición a la idea de que se pudiera recurrir a imágenes mentales, y se daba bastante protagonismo a la idea de que el pensamiento era, sin casi excepción, producto del lenguaje.
Pese a este tipo de críticas, cabe indicar que en el experimento original no se les dijo a los sujetos que se imaginaran la figura de forma explícita, simplemente ellos recurrieron a esta estrategia por sí solos.
Otros autores aseguraron que el hecho de que se tardara más tiempo en contestar ante figuras con mayor grado de rotación no se debía a ese hecho necesariamente, simplemente que se hacían más movimientos sacádicos para asegurarse de que contestaban correctamente.
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