En el complejo tejido que conforma nuestra salud mental, la microbiota intestinal emerge como un protagonista crucial, desempeñando un papel significativo. En la última década, la interacción entre la microbiota intestinal y el bienestar emocional ha sido objeto de atención e investigación. Este enfoque integral ha arrojado luz sobre la estrecha relación que existe entre lo que comemos, cómo lo disfrutamos y cómo impacta en nuestra salud mental.
Desde siempre, las comidas han servido como un vínculo social, un momento de compartir y conectarnos con nuestros seres queridos. Sin embargo, más allá de su función social, cada bocado que consumimos desencadena una compleja serie de eventos bioquímicos que influyen en nuestro estado de ánimo y bienestar emocional. A medida que exploramos el profundo vínculo entre la microbiota intestinal y la salud mental, surge una revelación, no solo importa qué comemos, sino también cómo lo disfrutamos y con quién lo compartimos.
Este artículo intenta valorizar la importancia del cuidado de la microbiota en cuanto a su relación con la salud mental, destacando la necesidad de disfrutar las comidas en compañía y la vital importancia de esta combinación para nutrir tanto nuestro cuerpo como nuestra mente. Destacar la conciencia de cómo cada elección alimentaria y cada momento compartido en torno a la mesa pueden contribuir a nuestro bienestar emocional y psicológico.
¿Qué es la microbiota?
La microbiota, también conocida como flora microbiana o microbioma, se refiere a la comunidad de microorganismos que viven en un ambiente específico, como el cuerpo humano, el suelo, el agua o el aire. Específicamente en el humano, la microbiota se refiere a la población de microorganismos que habitan en diversas partes del cuerpo, especialmente en la piel y en el tracto gastrointestinal.
En el intestino humano la microbiota está compuesta principalmente por bacterias, pero también incluye virus, hongos y otros microorganismos. Estas bacterias intestinales desempeñan un papel fundamental en funciones digestivas, metabólicas e inmunológicas. Ayudan en la digestión de alimentos, sintetizan vitaminas, protegen contra patógenos dañinos, regulan el sistema inmunológico y pueden incluso influir en la salud mental y el comportamiento.
La composición de la microbiota intestinal puede variar significativamente de una persona a otra, debido a que se encuentra influenciada por factores como la genética, la dieta o el estilo de vida. Al desequilibrio de la microbiota se lo conoce como disbiosis. Cuando esto sucede, puede haber una disminución en la diversidad de especies bacterianas beneficiosas y un aumento en la prevalencia de bacterias potencialmente dañinas.
Esto puede estar asociado con diversos problemas de salud, incluidos trastornos gastrointestinales como el síndrome del intestino irritable, enfermedades inflamatorias, alergias, obesidad, diabetes, enfermedades autoinmunes y trastornos psiquiátricos como la ansiedad y la depresión, incluso con enfermedades degenerativas como el Alzheimer o Parkinson.
El interés en estudiar la relación entre la microbiota y la salud mental ha surgido debido a varias razones. Existe una relación significativa llamada Eje intestino-cerebro, que es una comunicación bidireccional entre tales órganos. Esta conexión se realiza a través de vías nerviosas, hormonales e inmunológicas. La indicación de ingerir determinados alimentos permite modificar la composición de la microbiota intestinal y de esta manera tener efectos beneficiosos en el comportamiento y la función cerebral. La administración de probióticos pueden mejorarla, pero la ingesta prolongada de antibióticos por ejemplo, ha demostrado influir para mal, en la ansiedad, la depresión y la cognición.
El eje intestino-cerebro: ¿cómo se relacionan?
Emeran Mayer, neurocientífico y gastroenterólogo reconocido mundialmente por su libro The Mind-Gut Connection ha realizado investigaciones sobre el eje intestino-cerebro y la interacción entre la microbiota intestinal y la salud mental.
La serotonina es un neurotransmisor que desempeña un papel fundamental en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el apetito y diversas funciones fisiológicas en el cuerpo humano. Aunque la mayor parte de la serotonina se produce en el cerebro, se estima que alrededor del 90% de la serotonina total en el cuerpo humano se encuentra en el tracto gastrointestinal, principalmente en el intestino delgado.
Las células productoras de serotonina, llamadas células enterocromafines, se encuentran en la mucosa del intestino delgado. Estas células producen y liberan serotonina en respuesta a estímulos, como la ingesta de alimentos. Los momentos vitales donde este eje puede verse alterado es fundamentalmente al inicio y al final de la vida, es decir, cuando se producen las enfermedades neurodegenerativas, como Alzheimer o Parkinson, ya que los cambios en la microbiota y en el intestino comienzan antes que empiecen los síntomas neurológicos en ambas enfermedades, o durante los primeros meses o años de vida, cuando se está desarrollando el cerebro.
Entonces las recomendaciones mientras continúan las investigaciones sobre el tema apuntan a que cuidar la salud mental también es cuidar la forma en que comemos y lo que comemos. La antigua dieta mediterránea de verduras y frutas parece seguir siendo la opción más adecuada para la salud de nuestro eje intestino-cerebro.
Practicar meditación, mindfulness, yoga o alguna técnica de reducción del estrés ayudará a entendernos a nosotros mismos de manera más integrativa y a tomarnos cada vez más como una unidad que es lo que en realidad somos. La retroalimentación entre estrés, microbiota y salud mental no está en discusión. Entonces, empecemos el cambio por donde nos resulte más fácil, puede ser por la alimentación o por el manejo del estrés o la ansiedad, lo importante es saber que ese cambio va a impactar positivamente en todo nuestro ser.
Esta concientización también debe abarcar a los profesionales de la salud en general, ya que con las bienvenidas especificaciones logradas debido a los avances tecnológicos se ha diseccionado un cuerpo en tantas partes que los mismos pacientes se quejan de esta cosificación, desconociendo que detrás de cada estudio o cada práctica se encuentra un humano con sentimientos, miedos, ansiedades que parecen ser no tenidas en cuenta. La idea es no perder de vista que somos seres llenos de emociones y que como se nos trate en relación a ellas mejor vamos a reaccionar frente a los tratamientos que nos sean indicados.
En aquellos casos en que los síntomas superen un estado razonable de incomodidad o de permanencia en el tiempo, es necesario recomendarle al paciente TCC, terapia psicológica cognitiva conductual ya que este tipo de técnica es con la que se ha comprobado mayor efectividad a la hora de atacar síntomas y corregir hábitos insalubres.
Es necesaria la supervisión con un profesional de la salud mental entrenado para la interconsulta o adaptado a trabajar en equipo, quien pueda indicar cambios en la orientación del tratamiento, variaciones del mismo o interconsultas médicas de ser necesario. Es decir, un profesional que permanezca atento a los cambios o disfunciones fisiológicas, formado en la integración no solo de la alteración psíquica, de esta manera la mejoría será notoria.
La desatención de estos aspectos hace que algunas personas caigan en un círculo vicioso en el que el estrés y la ansiedad pueden exacerbar los síntomas físicos y viceversa. Afrontar la ansiedad puede ser un desafío y, a menudo, requiere de hacer modificaciones en el estilo de vida. No existen cambios alimentarios que puedan curar la ansiedad, pero prestar atención a lo que se come, cómo se come y con quien, puede ayudar mucho a equilibrar todo nuestro ser.
Intentar la ingesta de comidas saludables es importante para la salud física y mental. Los cambios en la alimentación pueden marcar una diferencia en el estado de ánimo general o en la sensación de bienestar, pero no sustituyen el tratamiento tanto médico como psicológico. Los cambios en el estilo de vida como mejorar los hábitos de sueño, aumentar el apoyo social, utilizar técnicas para reducir el estrés y hacer actividad física de forma regular, también pueden ser de ayuda.
Conclusiones
En conclusión, la investigación sobre la microbiota intestinal ha revelado su papel crucial en la salud mental y el bienestar emocional. La composición y diversidad de la microbiota están estrechamente vinculadas al estado de ánimo, la ansiedad y la depresión, con evidencia emergente que sugiere que un microbioma intestinal saludable puede promover una mejor salud mental.
No debemos dejar de lado que somos seres comunitarios y que las relaciones sociales efectivas y afectivas, tanto como la interacción social positiva pueden influir en la composición de la microbiota, creando un ciclo de retroalimentación entre el bienestar emocional y la salud intestinal. Estos hallazgos subrayan la importancia de nutrir tanto nuestras relaciones sociales como nuestra salud intestinal para promover un equilibrio óptimo entre la mente y el cuerpo.
Darle atención al cuerpo, para nutrirlo de manera adecuada, cultivar una microbiota intestinal saludable sin dejar de atender a nuestro psiquismo y nuestro espíritu, fomentar relaciones sociales positivas, que la comida nos reúna pueden ser estrategias complementarias para mejorar la salud mental y el bienestar emocional en la sociedad moderna.
Sin duda, dar atención al cuerpo y nutrirlo adecuadamente es esencial para cultivar una microbiota intestinal saludable. Pero no podemos olvidar que nuestro bienestar mental y emocional también requiere atención. Cuidar nuestra microbiota intestinal y alimentarnos de manera consciente no solo beneficia a nuestro cuerpo, sino también a nuestra mente. Las investigaciones muestran cómo una dieta equilibrada y variada puede influir en nuestro estado de ánimo y salud emocional. Además, el apoyo social y las relaciones significativas proporcionan un sentido de pertenencia, apoyo emocional y reducción del estrés, todo lo cual impacta positivamente en nuestra salud mental.
Por ende, al poner énfasis en el cuidado tanto de nuestro cuerpo como de nuestra mente, así como en el fortalecimiento de nuestras relaciones sociales, estamos abrazando un enfoque completo para el bienestar. Al ser conscientes de la estrecha relación entre estos aspectos de nuestra existencia, podemos desarrollar una vida más enriquecedora y gratificante. En definitiva, lograr un equilibrio entre el cuidado físico, la salud mental y las conexiones sociales positivas es esencial para elevar nuestra calidad de vida en el mundo contemporáneo.