Imagina, por un ratito, la vida Sergio (nombre ficticio). Él solía llegar temprano al trabajo y quedarse hasta tarde, incluso cuando no hacía falta. Al principio lo hacía con ganas, creyendo que así demostraría compromiso. Con el tiempo, las cosas cambiaron un montón.
Dejó de reírse en las reuniones, empezó a comer en su escritorio y cada vez dormía peor. No entendía por qué se sentía drenado si no le faltaba capacidad ni esfuerzo.
Tampoco se había dado cuenta de que estaba metido en un ambiente laboral que, poco a poco, le apagaba la energía, lo que terminó pasándole factura, en lo profesional y en lo personal.
Si has vivido algo similar a lo que pasó Sergio, sigue leyendo, que veremos algunas herramientas para ayudarte a desenvolverte mejor en ambientes laborales tóxicos.
Primero lo primero: ¿Qué es un ambiente laboral tóxico?
Cuando se habla de toxicidad en el trabajo, no siempre tiene que haber un jefe gritón o una compañera que hace chismes. Es algo más amplio. Un ambiente se vuelve nocivo cuando ciertas dinámicas, conductas o maneras de relacionarse empiezan a afectar el bienestar de quienes trabajan ahí.
Algunas señales claras pueden ser las siguientes:
- Las reglas cambian todo el tiempo sin explicación.
- Nadie reconoce el esfuerzo.
- Hay gritos, silencios incómodos o constantes tensiones.
- Se espera que la gente esté disponible 24/7 como si no tuviera vida fuera de la oficina.
- Se premian actitudes egoístas o agresivas.
- Las personas con poder no rinden cuentas.
- No hay espacios reales para hablar de lo que no funciona.
¡Un dato importante! No tiene que ocurrir absolutamente todo esto para poder considerar que existe una dinámica tóxica. Sin embargo, cuando algunas de estas actitudes y situaciones se sostienen en el tiempo, lo más común es que se instale el malestar y que se vuelva parte del día a día, como si fuera normal. Pero, claramente, ¡no lo es!
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¿Cómo afecta a quienes trabajan ahí?
La toxicidad laboral afecta no solo en el trabajo, sino en distintos escenarios. A veces la persona empieza a sentirse irritable o con poca energía, y más adelante puede aparecer el insomnio, la ansiedad, el desgano o incluso el miedo de ir al trabajo. También impacta en la forma en que uno se relaciona con las demás personas, tanto dentro como fuera del trabajo.
En lo profesional, baja la motivación, cuesta concentrarse y muchas veces se trabaja más por obligación que por interés. A eso se le suma el desgaste emocional: la sensación de no ser suficiente o de estar siempre al borde del error.
En ciertos casos, todo esto puede incluso afectar la salud física: dolores de cabeza, problemas digestivos, tensión muscular o fatiga crónica. Y lo más duro es que muchas veces las personas ni siquiera se dan cuenta de que lo que sienten tiene que ver con el entorno laboral.
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Cómo protegerte en medio de esa dinámica
Estar en un lugar que te desgasta no siempre es una elección, pero sí es importante entender qué cosas puedes hacer para no dejarte arrastrar. Aquí van algunas formas de moverse con más claridad y menos culpa:
1. Ponle un freno a lo que no te hace bien
Hay gente que te habla mal, te pasa tareas que no son tuyas o te hace sentir incomodidad. No hace falta responder con la misma moneda, pero sí marcar hasta dónde estás dispuesto o dispuesta a aguantar. Puedes decir que no, y no necesitas justificarte todo el tiempo.
2. No entres en todos los conflictos
No todo se responde ni todo se discute, porque, muchas veces, es más importante tu paz. Así que si ves que alguien solo quiere pelear o provocar, mejor respira, observa y evalúa si vale la pena meterse. Muchas veces, el silencio y el foco en lo tuyo son más poderosos que cualquier respuesta.
3. Conserva a quienes sí suman
Siempre hay personas más sanas dentro del caos. Puede ser alguien de otro equipo, una persona con la que conectas en las pausas del café. No necesitas tener confianza total, solo que haya respeto y una conversación sincera cada tanto.
4. Revisa lo que está bajo tu control
No puedes cambiar el estilo de tu jefe o cómo se comportan tus colegas, pero sí puedes mirar cómo reaccionas tú. ¿Te guardas todo? ¿Te castigas por cosas que no tienen que ver con tus labores? ¿Te callas aunque estés incómodo? Empezar a notar eso ya es ganancia.
5. Deja registro de lo que vives
Si alguien te falta al respeto o hay una situación grave, anota lo que pasó: día, hora, qué se dijo, quién estaba. Esto no solo sirve para tener respaldo si decides hacer una denuncia, también ayuda a darte cuenta de patrones que quizá normalizaste.
6. Cuida el discurso en tu mente
Cuando uno está en un lugar tóxico, a veces empieza a creer que el problema es uno. “Estoy siendo muy sensible”, “seguro exagero”. Pero, ojo, esas dudas son parte del efecto del entorno. Hablarlo con alguien fuera del trabajo puede darte otra mirada.
7. Evalúa qué necesitas a corto y mediano plazo
¿Quieres quedarte un tiempo mientras consigues otro empleo? ¿Prefieres intentarlo un poco más antes de tomar una decisión? Cualquiera sea tu plan, lo importante es que lo pienses tú, no que lo decidan las circunstancias por agotamiento.
8. Si tienes la opción, busca que se escuche tu voz
Tal vez exista un canal dentro de la empresa para reportar lo que vives. Recursos Humanos, un comité de bienestar, alguien de confianza. A veces sirve, a veces no. Pero si decides hablar, intenta hacerlo con ejemplos claros y sin rodeos.

Ester Fernández
Ester Fernández
Psicologa - Coach . Colegiada 16900
Ningún lugar de trabajo vale más que tu salud mental. Entender qué está pasando, ponerle nombre y empezar a trazar una estrategia (aunque sea mínima) ya es una forma de recuperar parte de tu bienestar. El entorno puede ser tóxico, pero eso no significa que tú tengas que absorberlo todo.


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