La agresión es un fenómeno que se ha estudiado desde muchas perspectivas distintas. Estas suelen girar en torno a una misma pregunta: ¿la agresividad es innata, es aprendida o es ambas cosas? Y, ante la dificultad de ofrecer una respuesta única y tajante, las respuestas han estado posicionadas en las mismas tres dimensiones: hay quienes sugieren que la agresividad es un fenómeno innato, hay quienes defienden que se trata de un un fenómeno aprendido y hay quienes intentan comprenderlo desde la convergencia entre la naturaleza y la cultura.
A continuación haremos un recorrido general por algunas de las principales teorías de la agresión e incorporamos la posibilidad de distinguir entre dos fenómenos que suelen emparejarse: la agresividad y la violencia.
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Teorías de la agresividad
Las teorías que han explicado la agresión han atravesado por distintos elementos. Por ejemplo, el carácter intencional de la agresión, las consecuencias aversivas o negativas para los involucrados, la diversidad de expresión del fenómeno, los procesos individuales que la genera, los procesos sociales implicados, entre muchos otros.
En este texto hacemos una lectura de Doménech e Iñiguez (2002) y Sanmartí (2006), con la intención de repasar cuatro de las grandes propuestas teóricas que han explicado la agresividad.
1. El determinismo biológico y teorías instintivas
Esta línea pone énfasis en el carácter distintivo de la agresividad. La explicación viene principalmente dada por elementos que se entienden como “interiores” y constitutivos de la persona. Es decir que, la causa de la agresión se explica precisamente por lo que hay “dentro” de cada quien.
Lo anterior queda generalmente condensado bajo el término de “instinto”, comprendido como facultad necesaria para la supervivencia de la especie, con lo cual, la agresividad es definida en términos de proceso adaptativo, desarrollado como consecuencia de la evolución. Según la lectura que se hace de esto último pueden quedar pocas o nulas posibilidades de modificar las respuestas agresivas.
Podemos ver que esto último se corresponde con teorías cercanas tanto a la psicológica como la biología, así como a las teorías evolucionistas, no obstante, el término de “instinto” ha sido comprendido también de distintas formas según la teoría que lo utiliza.
En el caso del psicoanálisis freudiano, la agresividad como instinto, o más bien “pulsión” (que es el equivalente al “instinto” para la psique), ha sido comprendida como una clave en la constitución de la personalidad. Es decir, que tiene funciones importantes en la estructuración psíquica de cada sujeto, así como en sostener dicha estructura de una forma o de otra.
2. Las explicaciones ambientalistas
Esta línea explica la agresividad como resultado del aprendizaje y varios factores ambientales complejos. Se agrupan aquí una serie de trabajos que explican la agresividad como consecuencia de un elemento externo que es el principal desencadenante. Dicho de otra forma, antes de la agresión, hay otra experiencia, relacionada con un evento ajeno a la persona: la frustración.
Esto último es conocido como la teoría de la frustración-agresión y explica que, tal como las teorías instintivas lo propusieron, la agresividad es un fenómeno innato. No obstante, depende en todo momento de si la frustración se genera, o no. A su vez la frustración es generalmente definida como la consecuencia de no poder llevar a cabo una acción tal como ha sido anticipada, y en este sentido, la agresividad sirve como un calmante de los niveles altos de frustración.
3. El aprendizaje social
La base de las teorías que explican la agresividad por aprendizaje social es el conductismo. En estas, se atribuye la causa de la agresividad a aquello que ha sido asociado ante la presencia de un estímulo determinado, así como al refuerzo que ha venido después de la acción que sigue a dicha asociación.
En otras palabras, la agresividad se explica bajo la clásica fórmula del condicionamiento operante: ante un estímulo hay una respuesta (una conducta), y ante esta última, hay una consecuencia, que según cómo se presenta puede generar la repetición de la conducta, o bien, extinguirla. Y en este sentido, es posible tomar en cuenta qué estímulos y qué refuerzos son los que desencadenan cierto tipo de comportamiento agresivo.
Quizá la más representativa de las teorías del aprendizaje social ha sido la de Albert Bandura, quien desarrolló la “teoría del aprendizaje vicario”, donde propone que aprendemos ciertos comportamientos con base a los refuerzos o castigos que vemos que reciben las otras personas, después de llevar a cabo ciertos comportamientos.
La agresividad, entonces, podría ser consecuencia de comportamientos aprendidos por imitación, y por haber asimilado las consecuencias observadas en las conductas ajenas.
Entre otras cosas, las teorías de Bandura han permitido separar dos procesos: por un lado, el mecanismo por medio del cual aprendemos un comportamiento agresivo; y por otro, el proceso por el que somos capaces, o no, de ejecutarlo. Y con esto último se hace posible comprender por qué, o bajo qué condiciones, puede evitarse su ejecución, más allá de que ya se ha aprendido la lógica y la función social de la agresividad.
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4. Teoría psicosocial
La teoría psicosocial ha permitido poner en relación dos dimensiones de lo humano, que pueden resultar fundamentales para comprender la agresividad. Estas dimensiones son, por un lado, los procesos psicológicos individuales, y por el otro, los fenómenos sociales, que lejos de actuar de manera separada, interactúan estrechamente, y tienen como consecuencia que ocurra un comportamiento, una actitud, una identidad específica, etcétera.
En la misma línea, la psicología social, y en especial la de tradición socioconstruccionista, ha puesto atención a un elemento clave en los estudios sobre la agresividad: para poder determinar qué comportamiento es agresivo, primero tienen que existir una serie de normas socioculturales que indiquen qué es lo que se entiende como “agresión”, y qué no.
Y en este sentido, el comportamiento agresivo es lo que transgrede la norma sociocultural. Lo que es más: puede entenderse como “agresivo” un comportamiento cuando viene de una persona en concreto, y puede no entenderse igual cuando viene de otra.
Lo anterior permite pensar la agresión en un contexto que al ser social, no es neutro, sino que está sustentado en relaciones de poder y posibilidades de agencia determinadas.
En otras palabras, y dado que la agresividad no siempre se manifiesta como una conducta observable, es importante analizar las formas que la representan, la manifiestan y la experimentan. Esto permite considerar que la agresividad tiene lugar sólo cuando se establece una relación, con lo cual, difícilmente puede ser explicada en términos individuales ni con matices homogéneos que apliquen para todas las relaciones y experiencias.
La psicología social a partir de aquí ha explicado la agresión como una conducta ubicada en un contexto concreto de relaciones. Así mismo las tradiciones más clásicas la ha entendido como una conducta que causa daño de manera intencional. Esto último nos lleva a plantear un siguiente problema, que es el de la posibilidad de establecer diferencias entre la agresividad y la violencia.
¿Agresividad o violencia?
La agresividad ha sido traducida por muchas teorías como “comportamiento agresivo”, lo que dicho de otra manera es la acción de agredir. Y en este sentido, se equipara con frecuencia al concepto de “violencia”. A partir de esto, es común encontrar que la agresividad y la violencia se presenten y utilicen como sinónimos.
Sanmartí (2006; 2012) nos habla de la necesidad de apuntar algunas diferencias entre ambos fenómenos. Dicha necesidad nos lleva a distinguir entre la participación de biología y la intencionalidad de cada proceso, así como de contextualizarlos en el entramado de las instituciones sociales que participan en su producción y reproducción; lo que implica reconocer el carácter tanto humano como social. Carácter que la propia respuesta adaptativa o de defensa (la agresividad) por sí misma no tiene.
Para el mismo autor, la agresividad es una conducta que se presenta de manera automática ante ciertos estímulos, y por lo mismo, se inhibe ante otros estímulos. Y en este sentido, la agresividad puede ser comprendida como un proceso adaptativo y defensivo, común a los seres vivos. Pero que no es lo mismo que la violencia. La violencia es “agresividad alterada”, es decir, una forma de agresividad que está cargada con significados socioculturales. Dichos significados hacen que se despliegue ya no de manera automática, sino intencional y potencialmente dañina.
Intencionalidad, violencia y emociones
Más allá ser la respuesta biológica ante estímulos potencialmente riesgosos para la sobrevivencia, la violencia pone en acto los significados socioculturales que atribuimos a ciertos eventos comprendidos en términos de peligrosidad. En este sentido podemos pensar que la violencia es un comportamiento que solo puede tener lugar entre los seres humanos, mientras que la agresividad o la conducta agresiva, son respuestas que pueden tener lugar también en otras especies.
En esta comprensión de la agresividad juegan un papel activo y relevante las emociones, como el miedo, entendido también en términos innatos como un esquema adaptativo y un mecanismo de sobrevivencia. Lo que nos lleva a considerar que tanto el miedo como la agresividad pueden ser pensados más allá de ser “buenos” o “malos”.
Intersecciones de la agresividad y la violencia: ¿hay tipos de agresión?
Si es posible mirar la agresividad desde el punto de vista de los procesos por medio de los cuales una persona se vuelve competente para la sociedad (la socialización), también podemos poner atención a los distintos fenómenos y experiencias que son distintas, por ejemplo, por las diferencias de clase, raza, género, condición socioeconómica, discapacidad, etc.
En este sentido, la experiencia que provoca frustración y desencadena una conducta agresiva, que quizá es después violenta, puede no ser desencadenante de la misma forma en mujeres o en hombres, en niños o en adultos, en alguien de clase alta y alguien de clase baja, etc.
Es así porque no todas las personas nos hemos socializado en relación con los mismos recursos para vivir y manifestar tanto la frustración como la agresividad de la misma manera. Y por lamisma razón, el abordaje es también multidimensional y es importante situarlo en el contexto relacional donde se genera.
Referencias bibliográficas:
- Sanmartí, J. (2012). Claves para entender la violencia en el siglo XXI. Ludus Vitalis, XX(32): 145-160.
- Sanmartí, J. (2006). ¿Qué es esa cosa llamada violencia? En Instituto de Educación de Aguascalientes. ¿Qué es esa cosa llamada violencia?. Suplemento del Boletín Diario de Campo. Recuperado 22 de junio de 2018. Disponible en http://www.iea.gob.mx/ocse/archivos/ALUMNOS/27%20QUE%20ES%20LA%20VIOLENCIA.pdf#page=7.
- Domenech, M. & Iñiguez, L. (2002). La construcción social de la violencia. Athenea Digital, 2: 1-10.