Mecanismos de Supervivencia Personal disfuncionales: ¿por qué surgen?

Ciertas maneras de intentar asegurar la propia supervivencia pueden conducir al autosabotaje.

Mecanismos de Supervivencia Personal disfuncionales: ¿por qué surgen?

El ser humano es un ser social. Esta acertada frase que el filósofo Aristóteles puso de manifiesto varios siglos a. C., sigue disponiendo de una vigencia abrumadora.

La habilidad humana para interactuar con otros individuos, compartir experiencias, resolver conflictos, recibir apoyo y afecto, intercambiar posturas... son competencias que han garantizado que la especie humana haya podido progresar evolutivamente, garantizando su supervivencia a lo largo de los miles de años de su historia.

El objetivo del ser humano: la propia supervivencia

El concepto de supervivencia explica la gran proporción de procesos mentales que un ser humano lleva a cabo constantemente, a nivel de pensamientos, emociones, actitudes o conductas.

Por ejemplo, las emociones, esas experiencias que en ocasiones resultan agradables y en otras no tanto, se conciben como "alarmas" o "mensajes" que son recibidas por el individuo ante una situación concreta a fin de informarle que esta debe ser afrontada o de que se encuentra ante una necesidad que debe ser cubierta: la rabia, informa de la necesidad de defender los propios derechos; la tristeza, indica que debemos asumir una pérdida material o simbólica; el miedo, comunica una potencial presencia de amenaza o peligro; la alegría, pone de manifiesto la necesidad de aproximarnos a los demás para compartir cierta satisfacción, etc.

Otro de los principales fenómenos que influye sobremanera en cómo el ser humano se desenvuelve de forma más o menos eficaz en su entorno es el estilo de apego. Este se puede describir como el tipo de vínculo establecido entre dos individuos, delimitado por el afecto y el cuidado ejercido entre ambos.

El estilo de apego que las personas interiorizan, a pesar de que puede ser modificado a lo largo de la vida adulta, se forma sustancialmente en la etapa de la infancia a partir de cómo se establece la relación del pequeño con las figuras principales de referencia, esencialmente las parentales. Cabe mencionar, sin embargo, que estas no son las únicas influencias significativas, puesto que otros familiares, así como amistades cercanas o los educadores escolares también pueden jugar un papel importante en este proceso.

El vínculo afectivo: el tipo de apego

El tipo de apego de que dispone una persona determina en gran parte tres aspectos esenciales: cómo se percibe la persona a sí misma, cómo percibe el entorno que le rodea y cómo percibe a las demás personas. Esta percepción va a ser la responsable de poner los cimientos sobre cómo esta va a relacionarse con estos tres elementos. Y dicha relación puede clasificarse como segura (sana y eficaz) o como insegura (insana y perjudicial). Así, recuperando la Teoría del Apego propuesta por John Bowlby y desarrollada por Mary Ainsworth en décadas anteriores, el tipo de apego puede definirse en cuatro categorías: seguro, ansioso, evitativo o desorganizado, siendo ejemplos los tres últimos de un tipo de apego no saludable.

De forma sintetizada, en el apego seguro las figuras de referencia están presentes de forma incondicional, donde el afecto, la confianza y el cuidado se dan en todas las circunstancias en las que el pequeño manifiesta una necesidad. Ello va a provocar que el menor aprenda a desarrollar una conducta de exploración del entorno activa, donde va a iniciar aproximaciones sociales hacia los demás individuos de forma natural y donde va a percibirse como un ser válido y merecedor de afecto.

Por contra, cuando las figuras significativas se encuentran parcialmente disponibles (apego ansioso), están totalmente ausentes (apego evitativo) o el cuidado es abusivo y negligente (apego desorganizado), el infante interioriza un funcionamiento muy distinto.

Los tipos de apego y sus efectos psicológicos

A grandes rasgos, los distintos tipos de apego se vinculan con un funcionamiento caracterizado por los siguientes aspectos.

En el apego ansioso, el pequeño percibe el entorno como inestable y potencialmente peligroso, por lo que va a buscar de manera desesperada el afecto y la seguridad necesitadas. El mensaje interiorizado se asemeja a "si soy perfecto, los demás me brindarán su afecto" y "debo complacer a los demás para sentir bienestar".

En el apego evitativo, el infante aprende que debe valerse totalmente por sí mismo, ya que no puede recurrir a otros cuando manifiesta una necesidad, por lo que va a desarrollar un funcionamiento distante y frío socialmente. El mensaje que recibe es "no puedo contar ni confiar en nadie" y "debo estar solo para sentir seguridad".

El apego desorganizado se suele asociar a contextos más extremos de abuso, relaciones muy conflictivas y/o agresivas, ausencia de límites interpersonales, experiencias traumáticas, etc. En este caso la probabilidad de desarrollar psicopatología es elevada.

Ante las diversas casuísticas expuestas y considerando que el ser humano está programado para lograr la propia supervivencia, tal como se ha indicado anteriormente, las personas tienden a desarrollar una serie de mecanismos de supervivencia en la infancia para intentar compensar o suplir las necesidades emocionales no cubiertas, derivadas de un estilo de apego inseguro. Estas supuestas estrategias deben entenderse a priori como "salidas de emergencia", quizá funcionales en un primer momento, pero considerablemente nocivas en el largo plazo a medida que el individuo va madurando y transita hacia la adolescencia y hacia la edad adulta.

Como se ha expuesto, un estilo de apego inseguro puede ocasionar una percepción propia, del entorno y de los demás desfavorable. Todo ello correlaciona sustancialmente con qué tipo de dinámicas de relación que establece la persona, con el nivel de autoestima y autoconcepto adquirido o la capacidad de afrontamiento ante adversidades vitales.

Los principales mecanismos de supervivencia en el apego inseguro

A continuación se exponen distintos mecanismos de supervivencia que pueden desarrollar las personas que interiorizan un estilo de apego no seguro:

1. Un estilo personal excesivamente autoexigente y autocrítico

Este mecanismo se activa con la finalidad de potencial artificial y disfuncionalmente el nivel de autoestima, ya que se vincula el cumplimiento de dichas exigencias con el bienestar propio. El inconveniente reside en que el individuo nunca consigue alcanzar y cumplir sus expectativas porque siente que nunca es suficiente.

2. La tendencia a procrastinar

El hecho de posponer tareas, responsabilidades y o el planteamiento activo de objetivos posibilita evitar el potencial fracaso o el afrontamiento de situaciones desagradables, complejas o incómodas. Esta dinámica retroalimenta considerablemente la emoción del miedo y provoca la pérdida de experimentar aprendizajes y enriquecimiento personal.

3. El exceso de preocupación o rumiación

Esta metodología es la que más se asocia a una necesidad de control del entorno y es frecuente en personas que perciben este como un lugar peligroso o amenazante. Se basa en la premisa de que el hecho de anticipar todos los escenarios posibles ante una potencial adversidad genera en la persona una falsa sensación de seguridad.

Como sucede en el estilo autoexigente, la necesidad de control es infinita puesto que no se contempla que en cada circunstancia existen múltiples variables ajenas a la acción del individuo y, por tanto, incontrolables. La continua preocupación lleva a la persona a permanentes estados de hipervigilancia y activación nerviosa, que pueden provocar el desarrollo de sintomatología ansiosa, miedos e inseguridades.

4. Autoobservación constante tanto física y psicológica

Ante una baja aceptación o escasa tolerancia al malestar, así como recurrentes juicios recriminatorios al experimentar este fenómeno, la persona tiende a exponerse a un examen contínuo para evitar manifestar cualquier alteración física o emocional, ya que equipara este fenómeno a un menor valor personal y a etiquetarse como un ser débil o vulnerable.

5. La desconfianza y los celos disfuncionales

En este mecanismo, la persona tiende a dudar de la intencionalidad del contexto social y ambiental que le rodea, de forma que se protege de forma preventiva al sufrimiento. Esta metodología impide establecer vínculos íntimos y satisfactorios con las demás personas.

6. Las reacciones impulsivas de ira y agresividad

En este caso el individuo camufla su nivel de sufrimiento profundo, más inconsciente o excesivamente doloroso bajo una emoción de rabia intensa, impidiéndole ello que pueda poner en marcha un afrontamiento adecuado a su malestar real.

A modo de conclusión

El tipo de vínculo establecido en etapas tempranas entre un infante y las personas más relevantes de su entorno es uno de los factores que influye notablemente en su funcionamiento personal posterior. Es por este motivo que la interiorización de un apego seguro va a ser un factor protector esencial en la vida adulta.

Elisabet Rodríguez - Psicologia I Psicopedagogia

Elisabet Rodríguez - Psicologia I Psicopedagogia

Psicología General Sanitaria. Neuropsicología. Sexología. Psicología Forense

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Sin embargo, cabe considerar que las experiencias vitales interpersonales sanas y satisfactorias, así como un trabajo psicológico en el que se aborde y se asimile el motivo por el cual la persona tiende a aplicar un patrón disfuncional en sus relaciones, también son otras variables relevantes que pueden hacer posible modificar el estilo de apego individual de origen.

  • Bowlby, J. (1977). The Making and Breaking of Affectional Bonds: I. Aetiology and Psychopathology in the Light of Attachment Theory. The British Journal of Psychiatry, 130(3), 201-210.
  • Bowlby, J. (1979). The bowlby-ainsworth attachment theory. Behavioral and Brain Sciences, 2(4), 637-638.
  • Esclapez, M (2023) Tú eres tu lugar seguro. Ed. Bruguera: Madrid. Gascón, L. (2023) Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí?. Ed. Martinez Roca: Barcelona.

Psicología Infanto-juvenil y adultos

Granollers

Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona. Especializada en Psicología Clínica mediante la titulación de Posgrado en Actualización en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona y Máster en Psicología General Sanitaria en la UDIMA . Especializada en Psicopedagogía mediante la titulación de Máster en Psicopedagogía Clínica en el Instituto Técnico de Estudios Aplicados. Psicóloga infanto-juvenil, de población adulta y psicopedagoga desde hace más de 10 años. Directora de Elisabet Rodríguez - Psicologia i Psicopedagogia (Granollers) desde 2016.

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