El celular se ha convertido en uno de los objetos más presentes en nuestra vida cotidiana. Es herramienta de trabajo, medio de comunicación, fuente de entretenimiento y hasta agenda personal. Sin embargo, lo que inicialmente parecía solo un recurso para facilitar la vida, poco a poco se ha transformado en un factor que puede afectar las relaciones de pareja y la salud mental de quienes las viven.
En un mundo hiperconectado, donde la notificación puede sonar en cualquier momento y la atención se fragmenta con facilidad, surge una pregunta clave: ¿qué lugar ocupa el celular dentro de los vínculos afectivos?
El fenómeno del phubbing: ignorar para mirar una pantalla
Uno de los efectos más estudiados en los últimos años es el phubbing, término que surge de la unión de phone (teléfono) y snubbing (desaire). Describe la acción de ignorar a la persona con la que se está interactuando para centrar la atención en el celular.
Aunque pueda parecer una conducta inofensiva —como revisar un mensaje rápido o contestar una notificación— su repetición genera consecuencias emocionales significativas: La persona ignorada puede sentirse rechazada o desplazada, desarrollando inseguridad en la relación. Aparecen sentimientos de desvalorización, expresados en pensamientos como: “mi pareja prefiere mirar el teléfono que conversar conmigo”. Surgen tensiones y resentimiento acumulado, que con el tiempo debilitan el vínculo. Se generan pensamientos intrusivos del tipo: “seguro ya no me quiere” o “ya no soy importante”.
La investigación psicológica ha demostrado que el phubbing está directamente asociado con una disminución de la satisfacción conyugal y con un incremento en la percepción de soledad dentro de la relación. En otras palabras, esta práctica erosiona lentamente los pilares de la intimidad y la conexión emocional.
Cuando el dispositivo móvil ocupa los espacios que deberían estar dedicados a la interacción genuina, se produce una sensación de que las necesidades emocionales no son reconocidas ni validadas. La constante distracción envía un mensaje implícito: “lo que pasa en la pantalla es más importante que lo que comparto contigo”.
Con el tiempo, este hábito de estar “juntos pero desconectados” reduce la sensación de cercanía, intimidad y compañerismo. Las conversaciones se vuelven superficiales o meramente logísticas, perdiendo la riqueza emocional que caracteriza a un vínculo sano. La conexión que antes se nutría de pequeños gestos compartidos se debilita, dejando un vacío que puede derivar en frustración, resentimiento y, finalmente, en un distanciamiento emocional que amenaza la estabilidad de la pareja.
En psicología, estas dinámicas son consideradas microconductas relacionales: pequeños actos que, aunque parecen insignificantes, tienen un peso enorme en la calidad de la relación.
Impacto en la salud mental de la pareja
El uso excesivo del celular no solo disminuye la calidad del tiempo compartido, sino que también puede impactar directamente en la salud mental de ambos miembros de la pareja. Entre los principales efectos se encuentran:
1. Estrés y ansiedad
La sensación de que la pareja “está más pendiente del celular que de mí” puede generar celos, dudas e inseguridades. Esto se traduce en pensamientos intrusivos (“¿será que ya no le intereso?”, “¿qué estará viendo?”) que afectan la estabilidad física y emocional.
2. Menor satisfacción en la relación
Diversos estudios muestran que el phubbing está asociado a una menor satisfacción conyugal y menor bienestar emocional. Cuando la atención plena no está presente, la pareja percibe que sus necesidades emocionales no son validadas.
3. Dificultades en la comunicación
El celular interrumpe conversaciones, acorta los diálogos y resta profundidad a los momentos compartidos. Esto afecta habilidades importantes para la salud de la relación como la escucha activa, la empatía y la resolución de conflictos.
4. Impacto en la intimidad
El tiempo en pareja, tanto en lo emocional como en lo físico, se reduce cuando la pantalla se convierte en el protagonista. Esto puede llevar a un distanciamiento afectivo, a la disminución del contacto físico y a una menor complicidad en la relación.
5. Aislamiento emocional
Cuando uno de los dos se refugia constantemente en el celular, puede convertirse en un mecanismo de evasión. En lugar de compartir emociones, se elige la distracción digital, lo que provoca que la pareja se sienta sola incluso estando acompañada.
El lado positivo: conexión a distancia
No podemos olvidar que el celular también ha sido un aliado importante en tiempos de distancia, especialmente durante la pandemia por COVID-19. Las videollamadas, mensajes y redes sociales permitieron que muchas parejas mantuvieran la cercanía pese a las barreras físicas.
El problema no es el dispositivo en sí, sino el uso excesivo, inadecuado o invasivo que interfiere en la calidad de la conexión presencial.
Estrategias para un uso saludable del celular en pareja
La psicología propone diferentes estrategias que pueden ayudar a prevenir conflictos y cuidar la salud mental de la relación:
- Momentos libres de celular: acordar espacios donde ambos se comprometan a dejar el teléfono de lado (como durante las comidas, en una cita o antes de dormir).
- Practicar la atención plena: escuchar con presencia, mirar a los ojos y validar lo que el otro expresa. La calidad de la comunicación pesa más que la cantidad de palabras.
- Hablar del tema sin culpas: expresar cómo se siente cada uno respecto al uso del celular, sin atacar ni juzgar, promoviendo acuerdos conjuntos.
- Construir rutinas de conexión real: planear actividades que fortalezcan la intimidad y el disfrute sin pantallas, como pasear, cocinar juntos o practicar un hobby compartido.
- Uso consciente de las redes sociales: reflexionar sobre el tiempo que se invierte en ellas y cómo este afecta el vínculo. Poner límites es un acto de autocuidado.
El celular no es el enemigo de las relaciones de pareja, pero sí puede convertirse en un obstáculo si su uso desplaza la atención, la escucha y la conexión emocional. Reconocer sus efectos es el primer paso para crear vínculos más conscientes y saludables. Cuidar la salud mental en pareja implica poner límites al mundo digital y recordar que nada sustituye el valor de la presencia, la atención plena y la intimidad real.


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