La mujer en la Antigua Roma: ¿cómo vivían en el Imperio romano?

Un recorrido por el estatus, los roles y las contradicciones de la mujer en el Imperio romano.

La mujer en la Antigua Roma

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Últimamente, y por fortuna, se está recuperando la historia de las mujeres. Los investigadores empiezan a interesarse en qué significaba ser mujer en una época determinada, y este interés, por cierto, ha ayudado a romper algunos tópicos que suelen pesar sobre determinados periodos históricos.

¿Qué sucede con la mujer en la Antigua Roma? ¿Es cierto que tenían menos estatus y derechos que sus compatriotas egipcias? ¿Cuáles eran sus roles? En el artículo siguiente nos sumergimos en cómo vivían las mujeres en el antiguo imperio romano.

La mujer en la Antigua Roma: una menor de edad eterna

La época romana es demasiado extensa como para hablar adecuadamente de la situación de la mujer a lo largo de sus siglos de historia. Aun así, existen ciertos rasgos generales que pueden ayudarnos a comprender cuál era el estatus de la mujer romana. En este caso, nos centraremos sobre todo en el periodo republicano y en los primeros años del imperio.

De forma parecida a lo que sucedía con la mujer griega (que siempre estaba supeditada a un kyriós, o sea, a un tutor masculino), la mujer romana también se consideraba una ‘menor de edad eterna’. Como menor de edad, estaba legalmente incapacitada para decidir sobre su vida y administrar sus propiedades, entre otras cosas.

Esta minoría de edad a la que se adscribía a la mujer provenía de las creencias sobre la naturaleza femenina: ya el griego Aristóteles consideraba el sexo femenino como algo ‘inferior, algo así como un ‘macho inacabado’ o ‘mal gestado’ en el vientre materno. Esta misoginia feroz acerca de la naturaleza de la mujer también estaba presente en la antigua Roma, y traspasó los siglos hasta llegar al muy reciente siglo XIX. No olvidemos que la primera psiquiatría reconocía que las mujeres tenían ‘una naturaleza inclinada a la histeria y al exceso de emocionalidad’.

Por todo ello, la mujer romana no podía tomar las riendas de su propia vida. Al ser una criatura ‘emocional’ e ‘inestable’, estaba totalmente incapacitada para tomar decisiones. Bien es cierto que la historia nos demuestra que existieron numerosas mujeres romanas que se hicieron cargo de sus negocios, pero, legalmente, tenían las manos atadas.

La tutela mulierum perpetua

Aquí es donde entraba en juego la tutela mulierum perpetua, según la cual la mujer romana que carecía de padre o de marido debía tener asignado a un tutor (masculino, por supuesto) para que la ‘guiara en sus decisiones’. En otras palabras; aunque la mujer fuera adulta, siempre estaba sometida a los dictámenes de un varón.

Por defecto, la mujer romana estaba sometida al padre y, después, al marido, que, como pater familias, eran los encargados de controlar su casa y su familia. Cuando la mujer en cuestión era huérfana de padre y no tenía esposo, podían suceder varias cosas: a) pasaba a ser tutelada por quien el padre hubiera dejado en su testamento; b) si no había testamento, su tutor era su pariente agnado masculino más cercano; c) finalmente, si no había nadie que pudiera ejercer la tutela, esta era dictaminada por un magistrado.

Cuando una mujer contraía matrimonio (y esto solía suceder cuando la interesada tenía entre 12 y 14 años), la tutela legal podía pasar al marido, pero, en los casos en que el matrimonio era sine manu (y parece ser que fue lo más frecuente), la tutela de la esposa era conservada por el padre.

En cualquier caso, todo ello demuestra que la mujer romana estaba de por vida supeditada a un hombre. Solo existía un grupo de mujeres que estaba absolutamente absuelta de la tutela mulierum perpetua: las vestales.

El curioso caso de las vírgenes vestales

¿Quiénes eran las vestales? Eran mujeres consagradas al culto de Vesta, la diosa del fuego de Roma. Eran la única excepción en un mundo donde el sacerdocio era exclusivamente masculino y, además, las vestales poseían una importancia clave en la cultura y la sociedad romana.

El trabajo de las vestales era mantener encendido el fuego sagrado de Vesta. Si este se apagaba, los sacerdotes podían vaticinar grandes desgracias para Roma: así, el futuro del estado romano dependía de ellas. Para poder llevar a cabo su misión, las vestales estaban eximidas de casarse y de tener hijos, por lo que también lo estaban de la tutela mulierum perpetua.

Era importantísimo que una vestal se conservara virgen hasta que terminaba su sacerdocio. En general, se escogía a estas sacerdotisas entre las niñas de las familias patricias, y su servicio a Vesta duraba treinta años. Una vez finalizado, las vestales podían casarse si así lo deseaban, o bien permanecer en el santuario de Vesta, en Roma, hasta su muerte.

La virginidad de estas sacerdotisas era una cuestión de estado. Ninguna mujer podía servir a Vesta si ya no era virgen, y el castigo a tal traición era la muerte, bien por lapidación, bien por decapitación.

La matrona o el ideal femenino romano

La austera matrona romana es el ideal femenino romano, cantado y exaltado por poetas y literatos. La matrona (del latín mater, madre) es la fiel esposa y madre que da su vida por su gens, es decir, por su familia. Una de sus obligaciones es, además, educar a sus hijos en los ideales del estado romano, y las mujeres que así lo hacen son ampliamente admiradas. Cornelia, por ejemplo, hija de Escipión el Africano y madre de los Gracos, tuvo su propia estatua en el Foro de Roma por su dedicación a la familia y, por tanto, a Roma.

¿Cómo debía ser esta matrona romana para ganarse la admiración de su pueblo y labrarse una buena reputación? Para empezar, debía ser univira, es decir, haberse casado una sola vez. Porque, a pesar de que el divorcio era algo habitual entre la élite romana, no estaba bien visto que una mujer abandonara a su primera familia para formar otra. Sobre todo porque, en caso de divorcio, la tutela de los hijos pertenecía exclusivamente al padre.

Entre otros atributos que debía ostentar una auténtica matrona romana era la castidad, pero no entendida desde nuestra perspectiva judeocristiana, sino más bien como sinónimo de discreción y antipatía por los lujos. Cuentan que, cuando le ofrecieron a Cornelia joyas de valor incalculable, ella las rechazó diciendo: “Mis mayores joyas son mis hijos”.

¿Y en la práctica?

Si bien, a la luz de los documentos, no se puede negar que el estatus de la mujer en época romana era de completa supeditación al hombre, encontramos asimismo ejemplos de mujeres que, en cierto modo, se rebelaron contra esta situación.

Sin ir más lejos Livia Drusila, la mujer de Octavio Augusto, que fue una mujer muy inteligente y extraordinariamente dotada para la política. Ante el asombro de todos, su marido la eximió de la tutela mulierum perpetua, lo que significaba que Livia podía tomar sus propias decisiones.

Sus contemporáneos no se lo perdonaron. Y es que la leyenda negra de Livia, que dejó grabada a fuego Robert Graves en su famosa obra Yo, Claudio, no es más que una tergiversación deliberada de sus enemigos, entre ellos, Tácito y Suetonio. Los romanos no perdonaron a esta extraordinaria mujer que se emancipara de la tutela de su marido y que dirigiera sus propios negocios. Menos aún le perdonaron que se metiera en política. En consecuencia, intentaron destrozar su imagen para la posteridad, tachándola de criminal, libertina y manipuladora.

Conclusiones

De forma parecida a lo que sucedía en Grecia, la mujer romana estaba considerada un ser sin ninguna capacidad de decisión, por lo que la ley obligaba a adscribirle un tutor masculino de por vida. Era la denominada tutela mulierum perpetua, que en general recaía en el padre o en el esposo pero que también podían ejercer otros parientes masculinos.

Las únicas mujeres que se encontraban fuera de esta tutela eran las vírgenes vestales, consagradas a la diosa Vesta, que vivían en el santuario de la diosa, en el Foro de Roma, y que debían ejercer sus servicios durante treinta años. La importancia de las vestales era tanta que no sólo se les adjudicaba la vigilancia del fuego sagrado romano, sino que también guardaban testamentos y documentación importante.

El ideal femenino romano era la matrona, la austera y recta madre de familia que educaba a sus hijos en los preceptos del estado romano. Cualquier mujer que se saliera de este ideal podía ser víctima de calumnias, como le sucedió a Livia, la esposa del emperador Augusto. El derecho romano pervivió más allá de Roma. A finales de la Edad Media, hacia el siglo XIII, la legislación romana triunfa de nuevo, y la situación de la mujer europea experimenta un retroceso: vuelve la figura del pater familias y la supeditación de todos los miembros de la familia. La mujer vuelve a ser, pues, una menor de edad eterna. Y lo seguirá siendo hasta el siglo XX, cuando se consiga, finalmente, el voto femenino.

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  • CARTWRIGHT, M., El rol de las mujeres en el mundo romano, en https://www.worldhistory.org/
  • MARQUÉS, N. (2024), Fakes News de la Antigua Roma, ed. Espasa
  • Mujeres, maternidad y cuidadanía en la Antigua Roma, conferencia de Rosa Maria Cid para Fundación Juan March

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Sonia Ruz Comas. (2025, diciembre 23). La mujer en la Antigua Roma: ¿cómo vivían en el Imperio romano?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/cultura/mujer-en-antigua-roma-como-vivian-en-imperio-romano

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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