El rasgo característico de las personas empáticas es que son individuos que saben ponerse en la piel de los demás y comprenden sus emociones y/o síntomas físicos. Son personas extraordinariamente sensibles.
Su visión del mundo es muy intuitiva, se relacionan con los demás priorizando sus emociones y sensaciones por encima del cálculo y la frialdad, y usualmente les cuesta describir y poner en palabras todo lo que sienten.
Empatía: una cualidad a desarrollar
Ser una persona empática es algo positivo para la vida. Pero también tiene bastantes puntos menos deseables. Las personas con este rasgo también pueden ser más vulnerables ante el impacto emocional de las cosas que suceden a su alrededor.
Por ejemplo, pueden ser más propensos a padecer crisis de ansiedad, depresión, fatiga crónica y otros síntomas y trastornos relacionados con la inestabilidad emocional.
Sin embargo, la empatía es una virtud que nos puede ayudar mucho a lo largo de la vida, sobre todo si aprendemos a gestionarla eficazmente. El primer paso es saber si eres realmente una persona empática.
Los 10 rasgos de empatía
En este artículo hemos descrito los 10 rasgos característicos (hábitos, actitudes y conductas) propias de las personas que tienen una empatía muy desarrollada.
1. Son más sensibles que el resto de personas
Los individuos empáticos son desprendidos, abiertos a las nuevas experiencias, amables y buenos ‘escuchadores’. Son personas atentas y saben transmitir estas buenas sensaciones al comunicarse con los demás.
Siempre están dispuestos a ayudar y a ofrecer un hombro donde llorar. Pero también se pueden sentir heridos y ofendidos con una pasmosa facilidad. Son personas muy sensibles, hasta el punto de ser verdaderamente susceptibles en algunos casos.
2. Los empáticos “absorben” las emociones de los demás
Las personas con alta empatía se sienten influidos por las emociones y el humor de otras personas. Para bien o para mal.
Son capaces de sentir lo que otros sienten de forma más vívida que el común de las personas, y esto en ocasiones puede ser una losa difícil de superar. Si están cerca de alguien ansioso o estresado, les cuesta horrores que su mente no emule esas actitudes. Por suerte, también se contagian de las emociones positivas.
3. Suelen ser introvertidos
En un artículo de hace unos meses hablamos sobre la diferencia entre las personas introvertidas y las extravertidas. En el caso de las personas empáticas, se suele dar la circunstancia de que suelen mostrarse bastante introvertidas. No disfrutan demasiado de las fiestas multitudinarias, sino que prefieren los grupos pequeños o ir a tomar café con un solo amigo.
Incluso entre los sujetos empáticos que se muestran más abiertos a ir a fiestas y a sitios con mucha gente, suelen ser cuidadosos y prefieren moderar mucho la cantidad de tiempo que pasan en este tipo de ambientes.
4. Son más intuitivos que la media
Los empáticos perciben el mundo a través de su intuición. Les gusta desarrollar su intuición y hacen caso a sus corazonadas de forma habitual. Esto les permite rodearse de gente positiva y zafarse de aquellos que puedan alterar su equilibrio emocional.
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5. Les gusta pasar tiempo a solas
Son personas muy sensibles y suelen afectarse si están durante mucho tiempo escuchando y ayudando a los demás. Por esta razón, necesitan periódicamente estar solos para poder volver a su equilibrio emocional.
6. Pueden sobreprotegerse a sí mismos en las relaciones sentimentales
Vivir en pareja puede ser complicado para una persona empática, y hasta pueden desarrollar Filofobia o manifestaciones parecidas. Evitan enamorarse de alguien para no tener que sufrir después si la cosa no va del todo bien.
Pueden sentir miedo a ser engullidos emocionalmente por su pareja. Necesitan redefinir su concepto de relación amorosa para poder tener relaciones positivas y felices.
7. Son presas fáciles para los vampiros emocionales
¿Has oído hablar de los vampiros emocionales? Son esas personas que tienen la mala costumbre de descargar toda su negatividad en otras personas, a las que “succionan” su energía para poder seguir en su espiral de fatalismo, rabia y resentimiento.
Las personas empáticas pueden sufrir especialmente los efectos de tener a un vampiro emocional cerca, puesto que son especialmente vulnerables a todos los malos sentimientos que transmiten esos individuos.
8. Se sienten muy a gusto en contacto con la naturaleza
Las obligaciones y el estrés de las rutinas diarias nos afectan a todos, pero especialmente a los hombres y mujeres empáticos. Suelen desconectar y recargar pilas cuando están rodeados de naturaleza: subiendo montañas, disfrutando de una playa soleada o simplemente paseando por un prado verde.
9. Tienen las sensaciones a flor de piel
Las personas empáticas son más sensibles en general. Pueden sentirse muy mal ante entornos ruidosos, o cuando notan que hay mucha tensión en el ambiente.
10. Son buenas personas, incluso en detrimento de su propio bienestar
Los individuos empáticos son buenas personas: tienen un gran corazón y se preocupan sinceramente por los demás. Se sienten mal cuando ven a alguien sufrir en la calle, y no pueden evitar atenderles para intentar mitigar su dolor.
Aunque es una virtud innegable, lo cierto es que las personas empáticas pueden ir demasiado lejos y obsesionarse con lidiar con los problemas de los demás, y sentirse frustradas o desconcertadas si no consiguen resolver sus problemas.
Gestionar la empatía
Las personas empáticas, como hemos visto, tienen una serie de virtudes que vienen asociadas a otros problemas para su bienestar emocional.
Existen técnicas que pueden ayudar a estas personas a gestionar su personalidad y no verse muy dañados por su sensibilidad. Controlar el tiempo y la agenda, establecer límites con las personas que necesitan ayuda y hábitos como meditar y practicar Mindfulness pueden devolverles el bienestar psicológico.
Referencias bibliográficas:
- Barrutia, A. (2009). Competencias interpersonales. En A. Barrutia (Ed.), Inteligencia emocional en la familia (pp. 381-416). España: Toromítico.
- Carpena, A. (2003). Educación socioemocional en la etapa de primaria. Barcelona: Octaedro.
- Goleman, D. (1996). Las raíces de la empatía. En D. Goleman (Ed.), Inteligencia emocional (pp. 162-183). Barcelona: Cairos.