Hemos hablado en varias ocasiones sobre el narcisismo. Esta forma de ser cercana a lo patológico hace referencia a aquellas personas cuya admiración por sí mismas es exagerada.
Desde luego, esta forma de pensar también cristaliza en acciones y actitudes palpables en el día a día. Tal como rezaba el clásico eslogan de la marca de champú L’Oreal, son individuos que se mueven por la vida haciendo ostentación de la máxima “porque yo lo valgo”. De ahí nace el concepto de “porqueyolovalguismo”, que me detendré a explicar en el artículo de hoy.
Oportunidades y contexto
Contextualicemos. Tanto en España como en la mayoría de naciones latinoamericanas, hemos sufrido graves crisis económicas que nos han sumido en una coyuntura cultural donde un puesto de trabajo es casi una bendición. Con una tasa de desempleo superior al 25% y de casi el 50% en los jóvenes en el sur de Europa, no es de extrañar que su mentalidad respecto al trabajo haya mutado.
En el contexto anterior, de relativa abundancia de oportunidades laborales, los trabajadores tenían la posibilidad de rechazar ciertas ofertas que no cumplieran con ciertos requisitos (sueldo, horario, lejanía)... Los trabajadores podían no aceptar ciertos empleos que no les supusiera un estímulo; a fin de cuentas en cuestión de poco tiempo podrían encontrar algo más acorde a sus preferencias y exigencias. Tras los estragos de la crisis, la situación ya no es así.
Desgraciadamente, y hasta que no exista una Renta Básica Universal que garantice la subsistencia material de los ciudadanos, tenemos que seguir trabajando “de lo que sea” para poder mantenernos. En un escenario de escasez total de oportunidades laborales, esta mentalidad ha desaparecido casi por completo: nos vemos totalmente abocados a aceptar cualquier propuesta laboral, aunque la remuneración u otras características de la oferta sean de nuestro desagrado.
El “porqueyolovalguismo” en la cultura del no-esfuerzo
Por supuesto, que exista una imperiosa necesidad de aceptar cualquier oferta laboral es una muy mala noticia para nuestra sociedad. Es un claro síntoma de que un país no cuenta con el suficiente desarrollo del tejido productivo como para proveer de variedad de propuestas y proyectos (laborales y de vida) a sus ciudadanos.
¿Cómo reaccionamos ante esta situación? La mayor parte de gente intenta adaptarse a esta nueva realidad y, resignados, asumen que no hay más remedio que tirar adelante y aceptar “lo que haya”. Es una mentalidad que corre el riesgo de caer en lo que el psicólogo Bertrand Regader califica como ‘síndrome del esclavo satisfecho’, esto es, en un neuroticismo adaptado para con una situación directamente inaceptable.
En el otro extremo nos encontramos el “porqueyolovalguismo”. Individuos que, básicamente, creen que merecen todo lo mejor y que no están dispuestos a aceptar que su empleador no les pague aquello que creen merecer. Son individuos que tienen un altísimo concepto de sí mismos, hasta el punto de mostrar tendencias agresivas ante aquel que no reconozca y alabe sus supuestas ‘cualidades’; personas que creen que este planeta ha sido puesto a su disposición para su completo goce y disfrute, para que puedan esquilmar de él cuantos mayores beneficios posibles y, a poder ser, a un coste de esfuerzo personal equivalente a cero.
Hablamos de un síntoma no solo presente en el ámbito laboral, sino generalizado a prácticamente todos los aspectos de la vida en la que el individuo “porqueyolovalguista” pueda ostentar su tan peculiar forma de ser.
Las actitudes del individuo “porqueyolovalgo”
No vamos a ponernos a buscar culpables o causantes, porque no consideramos que sea la función de este escrito. Sin embargo, no sería descabellado apuntar que, en el mundo globalizado donde vivimos (en el que conceptos como “privacidad” o “intimidad” han quedado relegados al olvido), las redes sociales hayan influido a la hora de acentuar el comportamiento de muchas personas que ya de por sí tenían tendencia a un ego subido.
La posibilidad de publicar nuestras experiencias en plataformas como Facebook, Instagram o Twitter ha provocado un cambio en las necesidades de estas personas ansiosas por la aprobación ajena: la búsqueda de “likes” o comentarios positivos de los amigos en las RRSS en fotos, comentarios u opiniones personales contribuyen a engrandecer el ego y la autoestima de aquellos que lo reciben, con lo cual se refuerza la posibilidad de repetir la acción en el futuro, siempre con la mentalidad de conseguir cuanta más repercusión posible.
Cuanta más atención recibida, más motivos tendrán estas personas para asumir que deben contar más acerca de ellos mismos y mostrar el mayor número de aspectos ‘relevantes’ de su día a día que puedan, en una fantasía asumida de que sus “seguidores” están ansiosos por conocer qué nuevas hay en la vida del “porqueyolovalgo”.
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Protagonistas de su propia vida… y de la de los demás
En su mentalidad, en la que son los protagonistas absolutos y todo gira alrededor de ellos, los “porqueyolovalgo” legitiman su soberbia basada en una falsa creencia (pero muy real para ellos) de que hay que darles las gracias por haber existido y por obsequiar a los demás con su mera presencia, como una nueva forma de vasallaje en pleno siglo XXI, en la que se espera que nos inclinemos y besemos el suelo que pisan y aplaudamos todas sus conductas por muy reprobables que sean.
Como decimos en España, estos sujetos están “encantados de conocerse”, que es la expresión por antonomasia que cataloga y define la actitud ante la vida de aquellos que consideran que su forma de pensar, criterio, competencia o talento es mejor que los del resto.
A modo de conclusión: rechazando la superioridad moral
Por supuesto, este texto no tiene como objetivo poner en el punto de mira a aquellas personas que se quieren a sí mismas o consideren que pueden contribuir en la sociedad en la que se integran. Hay que distinguir entre una autoestima sana y una autoestima hinchada y exagerada.
Lo reprobable de los individuos “porqueyolovalgo” es su tendencia a exhibir su superioridad moral respecto a las demás personas. El libre albedrío no puede justificarse ciegamente en un contexto de convivencia y compartición de espacios comunes y recursos. Como decíamos al comienzo de este escrito, aunque muchos consideren que pueden disponer a placer del mayor número de beneficios sin hacer ninguna contribución al respecto (no sabemos si por falta de sensibilidad, madurez, empatía o pura y simple inconsciencia), los demás no estamos obligados ni deberíamos permitir que haya sujetos que pisoteen nuestros derechos o intenten justificar sus privilegios en base a su soberbia.