El establecimiento de hábitos positivos es imprescindible tanto en el ámbito personal como académico o laboral, para lograr con éxito cualquiera de los objetivos que nos propongamos en la vida. Y es que, en muchos aspectos, los proyectos que componen una vida feliz y emocionalmente saludable se basan siempre en interiorizar una serie de rutinas y hábitos.
Más allá de los talentos innatos y de la suerte, todo es una cuestión de saber auto-gestionar los propios patrones de comportamiento. Por eso, en este artículo haremos un repaso a varias claves para potenciar la modificación de la conducta en la adopción de nuevos hábitos, logrando que estos cambios en nuestro día a día sean permanentes.
Consejos de modificación de la conducta para incorporar un nuevo hábito
A veces ocurre que algunas personas tienen ciertas dificultades para crear hábitos de productividad y eficacia en su lugar de trabajo, ya que cuentan con determinadas carencias que deben ser subsanadas cuanto antes.
Los profesionales de la psicología llevamos años estudiando estrategias que podemos utilizar diariamente para modificar nuestra conducta e incorporar hábitos productivos a nuestro día a día.
1. Concretar el objetivo final
Tener claro desde el principio cuál es el objetivo final de nuestro trabajo nos ayudará a desempeñar con mayor eficacia nuestra labores y tareas diarias y a tener una mayor capacidad de automotivación.
Esto se consigue visualizando un objetivo específico, bien definido, que nos motive y que esté alineado con nuestros valores internos, así será más fácil interiorizarlo y hacer todo lo posible para lograrlo.
Por el contrario, un objetivo demasiado abstracto e indefinido puede generarnos cierta desorientación y una desmotivación que nos impida dar lo mejor de nosotros mismos para lograrlo.
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2. Segmentar un objetivo principal
Segmentar un objetivo principal o final en sub-objetivos es una técnica muy utilizada por los expertos en gestión del tiempo que nos ayuda a no procrastinar y a saber en cada momento cuál es la siguiente tarea a realizar.
Además de eso, dividir una tarea más grande en pequeños sub-objetivos también nos ayuda a motivarnos al ver terminado el objetivo en poco tiempo y poder dedicarnos a la siguiente tarea cuanto antes; es una excelente manera de monitorizar nuestro progreso.
3. Encontrar el nivel justo de dificultad
A la hora de realizar cualquier trabajo, proyecto o responsabilidad resulta de gran importancia encontrar un equilibrio entre las tareas fáciles y las difíciles, ya que si algo es demasiado fácil terminará aburriéndonos, y si es muy difícil nos rendiremos al no poder avanzar.
Es por eso que resulta tan importante establecer una curva de dificultad ascendente entre tarea y tarea, que vaya a la par con nuestro aprendizaje y nos suponga un reto mayor cada vez que nos mantenga motivados.
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4. Aplicar fechas límite
Disponer de fechas límite en nuestro trabajo diario es otra de las estrategias que podemos seguir para incorporar un hábito a nuestra semana, ya que nos da una referencia del tiempo del que disponemos y nos ayuda a comprometernos con la finalización de la tarea.
Por el contrario, no disponer de fechas límites para terminar una tarea hace que a menudo caigamos en el autoengaño, procrastinemos o pongamos excusas a la hora de terminar el trabajo.
5. Mantener el ritmo de trabajo
Mantener una rutina o ritmo de trabajo estable durante toda la semana nos permitirá avanzar en el desempeño de nuestras obligaciones de una manera constante y creando una rutina difícil de romper a largo plazo.
Mantener un esfuerzo diario para seguir adelante en nuestros proyectos nos ayudará a crear una dinámica de trabajo que nos aporte motivación y ganas de seguir trabajando diariamente.
Y es que, a la larga, vale más la pena hacer pequeños esfuerzos cada día que grandes esfuerzos una vez a la semana cuando se nos acumula el trabajo atrasado.
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6. Tener ejemplos claros
Tener ejemplos claros e inspiradores para poner en práctica estrategias de trabajo útiles nos sirve de gran ayuda para mejorar nuestra productividad y rendimiento en el trabajo.
Aquí resulta de gran importancia el fenómeno del modelado, es decir, contar con modelos y ejemplos en otras personas que nos enriquezcan y nos ayuden a incorporar todo tipo de conocimientos teóricos y prácticos para ser mejores en nuestro desempeño laboral.
7. Visualizar el propio progreso
Los profesionales de la psicología recomiendan visualizar el propio progreso, un ejercicio que nos motivará para lograr el objetivo tan deseado y nos permitirá generar en nuestra cabeza las estrategias que debemos seguir para hacerlo.
La capacidad de visualizar el propio progreso es un signo de inteligencia y de flexibilidad mental, que nos permitirá apreciar los futuros avances y darnos fuerzas para seguir constantes hacia el objetivo final.
8. Documentar el progreso
Documentar nuestro proceso de aprendizaje y el proceso que vamos obteniendo también resulta de gran importancia para incorporar en nuestro día a día hábitos positivos de productividad y tenacidad.
Editar diariamente, por ejemplo, un gráfico que muestre cómo hemos mejorado en nuestras tareas o cómo hemos avanzado en algún aspecto en concreto nos permitirá conocer de manera visual nuestro progreso diario.
9. Compartir nuestros planes
Compartir nuestros planes con las personas que están a nuestro alrededor, ya sean amigos o familiares nos ayudará a generar nuevas fuentes de motivación.
Hacer partícipes a otras personas que nos quieren de nuestros logros y objetivos nos hará poner mucho más empeño en la consecución de los mismos, para demostrarles que somos capaces de todo.
Psicología Y Psicoterapia Miguel Ángel
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Centro sanitario de Psicología
10. Desencadenantes de acción
Los desencadenantes de acción consisten en vincular el inicio de una actividad a un momento y lugar determinados, lo que nos permite empezar a trabajar cada día a la misma hora y en el mismo lugar de trabajo.
Se trata de una técnica muy utilizada para mejorar el rendimiento y la productividad que nos predispone a empezar el trabajo cuanto antes y ayuda a evitar la procrastinación.
Esto puede lograrse, por ejemplo, creando pequeños rituales de inicio de actividades diarias con desencadenantes de acción que se nos asocien al inicio del trabajo.