La visión que tenemos de nosotros mismos interfiere en todo lo que hacemos y lo que no y es determinante en nuestro desarrollo humano. Existen muchos caminos para fortalecer tu autoestima y mejorar lo que piensas de vos mismo, cuánto confías, y te agradas. Hoy quiero compartirte una herramienta efectiva, para que puedas llevarla a la práctica diaria, y trabajar sobre tus pensamientos que son el lenguaje de la mente.
Las palabras generan emociones. No nos sentimos igual cuando alguien nos dice algo lindo o cuando nos dicen algo feo. Esto se basa en que las palabras generan pensamientos, y los pensamientos emociones. Las personas solemos pensar todos los días las mismas cosas, automatizamos modos de hablarlos, automatizamos cosas en las que nos enfocamos y eso nos lleva a tomar siempre las mismas decisiones y tener los mismos sentimientos. Con el tiempo eso que hacemos ya de forma automática forma nuestra personalidad.
Todos de forma consciente o inconsciente tenemos un estilo a la hora de dirigirnos a nosotros mismos que lo fuimos construyendo durante nuestra vida. En general la forma en que nos hablamos, es muy distinta a la que le hablamos a un amigo o ser querido. ¿Por qué será que en diálogo interno decimos cosas que jamás le diríamos a alguien que queremos?
Un claro ejemplo de esto, es cuando por ejemplo nos proponemos hacer dieta y nos cuesta sostener el cambio. Ante la situación de no lograr un resultado, nos etiquetamos negativamente o tenemos una respuesta donde solo nos apegamos a lo no hecho sin dar mérito al resto.
¿Cómo trabajar sobre mis diálogos internos para fortalecer mi autoestima?
Te propongo que conozcas cómo generar flexibilidad en tus pensamientos, a través de tu decisión consciente y así poder fortalecer tu vínculo con vos mismo.
1. Primer paso
Debemos aprender a reconocer cómo suelen ser nuestros diálogos internos en las distintas situaciones de la vida.
- Anota que cosas te sueles decir cuando te das ánimo ante un desafío. Ej.: Si me esfuerzo puedo lograrlo, aunque no sea fácil puedo dar lo mejor de mi, etc.
- Luego hace una lista de cómo son tus diálogos cuando te sientes desanimado al desafío a enfrentar. Ej.: Nunca voy a poder, no sirvo para nada, etc.
2. Segundo paso
Vamos a clasificar como suelen ser los diálogos de cada caso.
- ¿Son pensamientos rígidos o flexibles?
- ¿Descalificas lo positivo y te centras solo en lo negativo?
- ¿Sobredimensiona las cosas?
- ¿Anticipa las catástrofes o permite que te pongas a prueba?
- ¿Son racionales o irracionales?
A partir de mi trabajo en la clínica, he notado que las personas cuando se dan ánimo son más objetivas que cuando se sienten desanimadas. No es que cuando se dan ánimo son positivos únicamente y niegan lo negativo, sin embargo, pueden tener una mirada más amplia de toda la situación basada en la realidad. Hablarnos de forma más racional, permite que cada uno pueda hacerse más consciente de su capacidad de afrontamiento, facilitando el logro de objetivos.
En cambio, cuando los pensamientos son más disfóricos, las personas suelen hablarse de forma dicotómica, es decir usan palabras como: todo, siempre, nunca, etc. Así como resultado tiene una visión de sí mismo incompetente y un estilo de pensamiento más rígido. Tener una mirada así dificulta el logro de metas y afecta directamente a lo que creemos de nosotros mismos.
3. Tercer paso
Una vez que hayas calificado la experiencia, la idea es usar esta información para integrar tu experiencia para que tus pensamientos, emociones y sentimientos sean coherentes. Reconocer y cambiar diálogos irracionales, para lograr conductas y emociones apropiadas.
Ahora que podés percibirlos, tienes la oportunidad de cambiar de forma consciente las conexiones automáticas que asumiste al hablarte y llevar un estilo de diálogo que te lleve a la autoestima que te gustaría tener. Mientras más practiques esta parte, se generan nuevas conexiones neuronales, que te llevarán a nuevos hábitos y nuevos resultados.
Te propongo para asentar este trabajo que cada noche, durante el tiempo de una semana tomes lapicera y papel y registres de forma diaria la respuesta a las siguientes preguntas.
- ¿Qué hiciste bien hoy?
- ¿Qué podría hacer mejor?
- ¿Qué pequeño paso podría dar mañana para ser la mejor versión de mí mismo?
Para cambiar necesitamos mirarnos y pensarnos. ¡Manos a la obra!