Se acerca el final del año y con ello varios momentos que suelen ser difíciles en nuestra cultura principalmente y eso es porque se acerca "Día de Muertos". Es por ello que es importante que sepamos cómo abordar estás situaciones que comúnmente nos ponen al límite en nuestras emociones.
La pérdida es un hilo inevitable en el tapiz de la vida. La muerte de un ser querido, el fin de una relación, la pérdida de la salud o de un trabajo; cualquier cambio que suponga una despedida puede desencadenar un proceso de duelo. Este no es un signo de debilidad, sino la prueba más profunda de nuestro amor y nuestro apego. Elaborar un duelo no significa “superar” o “olvidar” a quien o qué perdimos, sino aprender a vivir en un mundo donde su presencia física ya no está.
¿Qué es el duelo?
El duelo es la respuesta emocional, física y espiritual ante una pérdida. Es un proceso único y profundamente personal; no hay dos duelos iguales. Sin embargo, a lo largo de los años, psicólogos y tanatólogos han identificado patrones comunes que nos ayudan a entender este viaje. La modelo más conocida, la de Elisabeth Kübler-Ross, describe cinco etapas que, lejos de ser lineales, se asemejan más a una montaña rusa emocional:
- Negación: “Esto no me está pasando a mí.” Un mecanismo de defensa que amortigua el impacto inicial del golpe.
- Ira: “¿Por qué a mí?” La frustración y la rabia emergen, a menudo dirigidas hacia uno mismo, hacia los demás, hacia Dios o incluso hacia la persona fallecida.
- Negociación: “Haría cualquier cosa por cambiar lo sucedido.” Buscamos un regreso a la normalidad, aferrándonos a “qué hubiera pasado si…”.
- Depresión: La tristeza profunda se instala. Es la etapa en la que la realidad de la pérdida se asimila en toda su magnitud.
- Aceptación: No es sinónimo de felicidad, sino de entender que la vida continúa. Se encuentra una nueva forma de vivir que incluye el recuerdo sin el dolor paralizante.
Las tareas del duelo: un enfoque activo
Más que etapas pasivas, el psicólogo William Worden propuso entender el duelo como “tareas” a realizar:
- Aceptar la realidad de la pérdida: No solo a nivel intelectual, sino también emocional. Es el difícil proceso de asumir que no volveremos a ver, tocar o hablar con esa persona.
- Transitar el dolor: Permitirse sentir todas las emociones, por dolorosas que sean. Llorar, enfadarse y sentirse perdido no es fracasar, es sanar. La evitación del dolor solo prolonga el sufrimiento.
- Adaptarse a un mundo sin el ser querido: Esto implica ajustes externos (aprender a manejar las tareas que él o ella realizaba), internos (redefinir nuestra identidad: “¿quién soy yo ahora sin esta persona?”) y espirituales (cuestionar nuestras creencias y encontrar un nuevo significado).
- Reubicar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo: Encontrar un lugar para el recuerdo en nuestro corazón que nos permita continuar con nuestras vidas. No es olvidar, sino honrar la memoria sin quedar anclados en el pasado.
Señales de un duelo complicado
Si bien el duelo no tiene un tiempo estipulado, hay señales que indican que el proceso se ha estancado y puede requerir ayuda profesional:
- Incapacidad para hablar de la persona fallecida sin un dolor intenso y desbordante tras un tiempo considerable.
- Evitación persistente de cualquier recuerdo o lugar asociado con la pérdida.
- Sentimientos profundos de amargura, ira o vacío que no ceden.
- Incapacidad para retomar las actividades de la vida diaria.
- Ideación suicida o la creencia de que la vida ya no tiene sentido.
Cómo transitar el camino: herramientas para sanar
No juzgues tus emociones. Si necesitas llorar, llora. Si necesitas gritar, busca un espacio seguro para hacerlo. El apoyo social es un pilar fundamental. Habla con amigos, familiares o únete a un grupo de apoyo. Verbalizar el dolor le quita poder.
El duelo es físicamente agotador. Intenta mantener una rutina de sueño, alimentación saludable y algo de ejercicio, aunque sea una caminata corta. Escribir una carta de despedida, plantar un árbol en su memoria, visitar su lugar favorito en una fecha significativa. Los rituales otorgan un sentido de conexión y cierre. Un psicólogo o tanatólogo puede proporcionarte las herramientas y el espacio seguro para navegar las aguas más turbulentas de tu dolor.
Conclusiones
Elaborar un duelo es un viaje de transformación. Es un proceso de reconstrucción donde, pieza a pieza, aprendemos a vivir con la ausencia. La herida, con el tiempo, no desaparece, pero se convierte en una cicatriz que, aunque a veces nos recuerde el dolor, ya no nos impide caminar.
Al final, el verdadero homenaje a lo perdido no es una vida de luto perpetuo, sino una vida vivida plenamente, llevando con nosotros el amor y las enseñanzas que quedaron como legado. La tristeza puede no desaparecer nunca por completo, pero con el tiempo, deja espacio para que la gratitud por haber amado y sido amados brille con más fuerza.
No dejar que la tristeza se vaya es aferrándose a objetos, pertenencias o incluso dejar intacta una habitación o bien aferrarse a una idea o actitudes que no nos permiten avanzar por el contrario nos aferran a algo o alguien que ya no estará y definitivamente merma en nuestra salud mental. Recuerda que si necesitas ayuda para transitar por alguno de estos momentos no dudes en escribirme:
- Dra. Regina Wohlmuth
- Tel. 5527383898
- [email protected]
- IG: @reginawohlmuth


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