¿Te has encontrado alguna vez diciéndote lo siguiente? “He tenido suerte”, “No soy tan bueno en lo que hago como creen los demás”, “Mis compañeros tienen todo mucho más claro que yo”, “Al primer error se darán cuenta que no merezco estar donde estoy”, “Tengo que esforzarme más y hacer las cosas impecables para que vean que valgo”...
Seguramente estés sufriendo el síndrome del impostor. Éste no es diagnosticable pero se caracteriza por las dudas persistentes que puedes estar experimentando respecto a tus logros, habilidades, y talentos. Es muy pesado vivir de esta manera, casi asfixiante, ya que genera ansiedad, tristeza, y un temor constante a ser descubiertos como un fraude.
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¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor se caracteriza por la creencia arraigada de que nuestros logros son inmerecidos y de que hemos engañado a los demás, consciente o inconscientemente, haciéndoles creer que somos más competentes de lo que realmente somos. La sensación es que hemos tenido suerte o que factores externos a nosotros nos han ayudado pero no nuestras propias habilidades.
Más allá de toda la evidencia que exista y demuestre cuán competentes y preparados estemos, tendremos una incapacidad para evaluar de manera realista nuestras competencias y habilidades. Pero, ¿qué factores contribuyen a sentirse un impostor?
- Perfeccionismo: ya que abona la idea de no estar nunca a la altura de las circunstancias con la consecuente creencia de que los logros de uno nunca son suficientes.
- Baja autoestima: ya que la percepción negativa de uno mismo y la falta de confianza perpetúan los sentimientos de duda sobre cuanto valemos.
- Miedo al fracaso: ya que intensifica la creencia de que cualquier error o contratiempo revelará que uno es un fraude.
- Tendencia a compararse con los demás: ya que refuerza la percepción de que los demás sí tienen las cosas claras pero uno no, lo que lleva a menospreciar los propios logros.
Las personas que sufren el síndrome de impostor establecen estándares excesivamente altos para sí mismas y a menudo se ven atormentadas por las dudas que tienen de sí mismas, sintiendo constantemente que no cumplen con las expectativas del afuera o que tarde o temprano serán descubiertas como inadecuadas o insuficientes para los roles que cumplen.
¿De dónde surge el síndrome del impostor?
Esta es una pregunta que mis clientes me hacen a menudo, cómo si al entenderlo pudieran arrancarse este sufrimiento de raíz. ¿Por qué a mí? ¿Por qué los demás parecen tan relajados y yo me siento un desastre? A lo que siempre contesto, busquemos eso juntos para ver que hay detrás de ese malestar pero luego enfoquémonos en todas las acciones que como adultos responsables de nuestro bienestar podemos llevar a cabo.
A grandes rasgos podría decir que nuestras interacciones de pequeños y adolescentes tanto en la familia, como en la educación, y los deportes pueden haber dejado una huella. Mis clientes muchas veces me cuentan la gran presión que sentían en casa o en el colegio por ser “exitosos”, por “triunfar”, o por “ganar” y cómo esto fue dando lugar a una enorme crítica interna cada vez que sentían que les fallaban a sus mayores de referencia.
Otros me han compartido que sus padres estaban siempre ocupados y que los que los unía era comentar sobre su rendimiento académico o deportista, con lo cual cualquier traspié les podía hacer perder ese hilo que los unía y hacerlos sentir muy “poca cosa”. En las familias donde mis clientes han experimentado mucho conflicto también suelen haber surgido dudas sobre su valía, ya sea porque internalizaron que los niños con otras realidades eran mejores que ellos, o porque su propia familia los hacía percibir como “perdedores”.
Todas estas diferentes formas de vinculación con nuestro entorno desde pequeños influyen en cómo se va tejiendo nuestra personalidad de forma tal que nos hace más propensos a sentirnos unos impostores. Como mencionaba más arriba: el perfeccionismo, la falta de auto-estima, el miedo al fracaso, y la comparación con los demás intensifican este sentimiento.
¿Qué podemos hacer para aliviar y revertir el síndrome del impostor?
A continuación presentamos los mejores consejos:
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Desafiar nuestras creencias negativas: identifica en qué área dudas de tu capacidad y desafía estas creencias con experiencias positivas que hayas tenido y que refuten esas ideas que te limitan.
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Establece metas y expectativas realistas: Divide las metas muy grandes en pequeñas partes que requieran que des pasos más pequeños y realizables. Esto te dará confianza y el sentimiento de logro que te mereces.
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Desarrolla la autocompasión: Háblate como lo harías con la persona que más amas en el mundo, recuérdate tus fortalezas, y reemplaza la voz del crítico interno por la del coach interno.
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Desarrolla una mentalidad de crecimiento: el síndrome del impostor bebe de una mentalidad muy fija y limitada. Se flexible, recuerda que los errores y las caídas son información para aprender, y que el éxito de los demás es señal de que todos lo podemos experimentar.
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Desarrolla mecanismos de afrontamiento: Las técnicas como el mindfulness, la escritura de un diario, y el ejercicio físico te sosegaran en momentos que el síndrome del impostor se active en ti.
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Busca ayuda profesional: el dialogo con un coach o terapeuta te ayudaran a entenderte, a re-encuadrar lo que te sucede y a corregir distorsiones cognitivas para que vivas con un mayor despliegue.
Como les digo a mis clientes, ante todo recuerda que aunque tus sentimientos se sientan muy reales no significa que estén reflejando la verdad. Con la ayuda adecuada, podrás salir adelante.