Punk, metal, hard rock... son géneros que asociamos casi automáticamente a la agresividad y la tensión.
Sin embargo, un artículo recientemente publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience sugiere que, lejos de transformar en bestias furiosas a todos sus oyentes, estos géneros musicales podrían ayudarlos a regular sus emociones y a favorecer la aparición de emociones y estados de ánimo positivos.
Llevar violencia en las guitarras
La música extrema derivada del rock cumple todos los requerimientos para tener mala prensa: una audiencia joven y de estética extraña, letras a menudo políticamente incorrectas y referentes culturales que parecen salidos de Juego de Tronos. Pero es posible que lo que más caracterice a este tipo de música sea su espíritu enérgico, las ráfagas de agresividad que se plasma tanto en los instrumentos como en la voz de los vocalistas y, muchas veces, también en las letras de las canciones.
En artículos anteriores ya hablamos sobre la relación entre los gustos musicales y la inteligencia. Además, nos hicimos eco también de un estudio que relacionaba las preferencias musicales con la personalidad.
Tal y como ha pasado con los videojuegos, gran parte de la opinión pública y los líderes de opinión mediáticos ha tendido a condenar y estigmatizar la música extrema por las representaciones de violencia a las que muchas veces va asociada. Parece casi evidente que escuchar música agresiva inocula agresividad en la gente, y sin embargo prácticamente evidencias científicas en este sentido.
En cambio, sí hay estudios que apuntan en la dirección opuesta. Según algunas investigaciones, la música no sirve para inducir a estados emocionales extremos, sino que suele ser utilizada para regular las emociones y devolver un cierto equilibrio emocional al organismo.
El artículo publicado en Frontiers in Human Neuroscience refuerza esta última hipótesis. El equipo investigador que lo ha redactado se había propuesto saber si estos efectos reguladores de la música eran aplicables también a los géneros extremos como el metal, caracterizado por ritmos frenéticos de batería y un estilo de canto que a menudo se convierte en gritos desgarradores.
¿Cómo se realizó el experimento?
Los investigadores utilizaron una muestra compuesta por 39 personas, hombres y mujeres de entre 18 y 34 años aficionadas a algún género de música extrema (metal en todas sus variantes, punk, hardcore punk, screamo, etc.). Específicamente, los participantes debían tener el hábito de escuchar uno o más de estos géneros durante al menos el 50% del tiempo que dedicaban a escuchar música de manera cotidiana.
Todos los participantes en el experimento pasaron por la llamada "anger interview", una entrevista de 16 minutos de duración que tenía como fin inducir a un estado de enfado en el sujeto experimental mediante el recuerdo de situaciones concretas capaces de despertar sentimientos de ira o indignación. Justo después de esta experiencia, algunas de estas personas dedicaron 10 minutos a escuchar música de su elección (traían consigo sus aparatos de reproducción de música). De este modo, los investigadores se aseguraron de que las personas del grupo de voluntarios que tenían que escuchar música elegirían piezas musicales que escucharían normalmente al estar enfadadas. Por su parte, los que no tenían que escuchar nada permanecieron esperando durante 10 minutos.
Los investigadores se centraron en comprobar los efectos que esta pequeña sesión musical tenía en las emociones de los voluntarios. Para ello, antes, durante y después de los 10 minutos musicales, estas personas fueron sometidas a varios instrumentos de medición de estados de ánimo. Concretamente, se sirvieron de la lectura de la frecuencia cardíaca y la aplicación de varios cuestionarios sobre estados psicológicos subjetivos.
Resultados
Los resultados muestran cómo los niveles de hostilidad y enfado decrecieron durante la escucha de música extrema en el mismo grado en el que estas emociones se redujeron en las personas que esperaron en silencio, lejos de sus dispositivos de audio. Esto podría explicarse por el efecto regulador de la música o también por el paso de los 10 minutos. Además, el grupo de personas que pasó por los 10 minutos de música extrema tendía a sentir una mayor relajación y bienestar.
Esto significa que la música extrema no sólo no produjo ningún sentimiento de ira, sino que no acentuó el ligero enfado que sentían las personas en el momento de encender los aparatos de reproducción de audio.
En líneas generales, esta investigación muestra cómo los aficionados al metal y otros géneros similares escuchan este tipo de música durante episodios de enfado, quizás para regularse emocionalmente, y que este tipo de música no se traduce en un mantenimiento de estos estados de ánimo negativos.
Referencias bibliográficas:
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Saarikallio, S. y Eerkkilä (2007). The role of music in adolescents’ mood regulation. Psychology of Music, 35(1), pp. 88 - 109.
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Sharman, L. y Dingle, G. A. (2015). Extreme metal music and anger processing. Frontiers in Human Neuroscience, consultado en http://journal.frontiersin.org/article/10.3389/fnhum.2015.00272/full#B2
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