Mi hijo me culpa de todo: ¿por qué sucede y qué debo hacer?

Una guía práctica para gestionar esta difícil situación de crianza.

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Quizás te suenen frases parecidas a “tu tienes la culpa de todo” cuando a tu hijo le ocurre algo que le molesta, le frustra y/o le hace sentir mal. Evidentemente, esto genera una incomodidad muy grande e inevitablemente, termina en una discusión y un empeoramiento del clima familiar. Como progenitor, te vienen todo tipo de preguntas a la cabeza: ¿He hecho algo mal? ¿Será la edad? ¿Es algo normal entre los adolescentes? ¿Qué puedo hacer para reaccionar mejor?

Es completamente normal que las acusaciones negativas por parte de un hijo hagan sentir mal, a fin de cuentas, siempre se intenta darle lo mejor, amor, comida, ropa, hogar, seguridad, dinero, etc. pero, cuando culpa a los padres de todo, pareciera que nada es suficiente. En esta situación, es de suma importancia que el padre sea capaz de establecer límites y emplear la asertividad para que así la situación no se intensifique y/o cronifique.

La culpa por parte de un hijo depende de cada persona, por tanto, se puede dar en diferentes grados y niveles y puede ir desde culpar a la madre ante cierto tipo de situaciones o, llevado al extremo, culpar a la madre por todos y cada uno de los actos que realiza. No obstante, en todos los casos, especialmente en los que llegan a extremos insostenibles, resulta completamente necesaria la intervención de terceras personas ya sean familiares, amigos o, mejor de todo, profesionales.

A este respecto, en el artículo de hoy, daremos respuesta a la pregunta acerca de el por qué mi hijo me culpa de todo y sobre todo, que hay que hacer en este tipo de situaciones. Sigue leyendo para descubrir alguna de las posibles causas, el incómodo ambiente familiar que esto desemboca y, lo más importante, informarte sobre el proceso que puedes seguir para intentar revertir esta situación y así crear nuevos vínculos positivos con tu hijo.

Razones por las que mi hijo me culpa de todo

Antes que nada, es completamente necesario analizar profundamente la relación que se ha establecido a lo largo de la vida del hijo con sus padres. Es importante observar que tipo de relación se ha establecido y sobre todo, como se ha ido gestionando y desarrollando con el paso del tiempo. A continuación, exponemos algunos de estos vínculos:

1. Experiencia no resuelta

Puede que en algún momento del pasado de la vida del hijo, hayan ocurrido ciertas situaciones donde él no sintió que fueran resueltas de una forma satisfactoria. Por tanto, es como tener una herida abierta que genera frustración, rencor, decepción, resentimiento, etc. Además, dependiendo de la gravedad de cada situación del pasado, la persona lo generaliza en menor o mayor medida en la relación del niño con la persona que no resolvió adecuadamente dicha situación.

2. Conducta victimista por parte de la madre

El tener un progenitor con una personalidad débil, vulnerable, que actúa como víctima constantemente puede influir enormemente en que la persona adopte la conducta de culparle de todo. Lo que ocurre en esta situación es que se refleja el enfado que el hijo siente hacia su progenitor por no ser capaz de valerse por sí mismo. De una forma extraña, es como si la conducta del hijo sirviera a la madre de espejo ya que el hijo muestra el pensamiento inconsciente de la madre de no valía personal y de sentirse culpable por todo.

3. Educación asertiva

Cuando un progenitor no tiene la capacidad para educar de forma asertiva a su hijo, es cuando pueden surgir las conductas de culpabilidad más adelante en la vida. Está muy relacionado con no no ayudarlo a hacerse responsable de sus actos en un intento de sobreprotegerlo.

Además, suele ocurrir cuando los padres se hacen responsables, en muchas ocasiones, de consecuencias que se deben a la conducta de su hijo. Así, el niño no aprende a responsabilizarse ni gestionar sus emociones. A fin de cuentas, debemos recordar que un hijo no solo necesita nuestro cariño, sino que también necesita un consejo y una guía.

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¿Qué hacer cuando mi hijo me culpa?

Entendemos que es una situación sumamente complicada y que cada persona y por tanto, cada familia es distinta. No obstante, a continuación, ofrecemos cinco consejos para intentar abordar y reconducir de la mejor forma posible este escenario. Yendo un paso más allá, se trata de 5 pasos que podrían ayudar a no solo deshacerse del principal problema de culpabilidad, sino que también puede ser un buen aliado a la hora de crear una relación nueva, estable y positiva.

Como todo, el primer paso siempre es tomar consciencia de la situación. Es crucial ser capaz de reconocer que es lo que ocurre y así ver la irracionalidad de la conducta de su hijo. A continuación, es vital analizar las situaciones. Es decir, al observar las conductas concretas del hijo al culpabilizar a la madre, se puede empezar a indagar acerca de las posibles causas que provocan esta conducta en el hijo ante determinadas acciones de su madre.

Una vez recogidas las posibles causas, es vital mantener una conversación con el hijo para intentar conseguir que él mismo acabe nombrando las causas concretas, que generalmente han permanecido inconscientes hasta el momento. Cuando lleguemos al punto donde el propio hijo sea capaz de tomar conciencia de que determinadas situaciones le están provocando estas conductas de ataque contra sus padres, se confronta enseñando la irracionalidad de su conducta y cómo ésta está provocando un gran dolor en su progenitor.

Finalmente, el objetivo es establecer un nuevo funcionamiento. Ahora, tanto la madre como el hijo intentan crear un nuevo vínculo relacional basado en las necesidades de ambas personas y en el uso de conductas asertivas, empáticas y respetuosas que les permitan convivir de manera favorable y satisfactoria.

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Psicóloga

Chiara Fabian es neuropsicóloga clínica especializada en trastornos del neurodesarrollo con especial inclinación hacia la divulgación sobre temas relacionados con la psicología. Sus intereses se centran en la investigación sobre las relaciones entre el cerebro y la conducta en sujetos con trastorno mental grave, trastornos de conducta y daño cerebral. Es una persona con muchas ganas de aprender y seguir creciendo tanto personal como profesionalmente.

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