Uno de los grandes desafíos que enfrentan las personas migrantes no está en las fronteras físicas, sino en las barreras invisibles que levantan las sociedades de acogida. El racismo y la xenofobia no solo son expresiones de rechazo social, también son mecanismos que erosionan la autoestima, generan sentimientos de inferioridad y siembran desconfianza hacia el entorno.
Migrar implica un acto de valentía y esperanza: dejar atrás lo conocido para construir nuevas oportunidades. Sin embargo, para muchos migrantes, la verdadera dificultad no comienza con el viaje, sino con la lucha diaria contra la discriminación. Una batalla silenciosa que impacta directamente en su dignidad, su salud mental y su bienestar emocional.
El impacto del racismo y la xenofobia en la autoestima
La autoestima se forma en la intersección entre cómo nos vemos y cómo sentimos que somos percibidos por los demás. Es un proceso subjetivo que combina pensamientos, emociones, experiencias y la manera en que interpretamos nuestro propio valor. Para las personas migrantes, esta construcción identitaria se ve especialmente vulnerada cuando se enfrentan a actitudes discriminatorias Comentarios sobre el acento, el color de piel, la vestimenta o la nacionalidad no son simples bromas.
Son heridas que se acumulan y que, poco a poco, impactan tanto en la salud mental como en la salud física. La exposición constante a la discriminación activa respuestas de estrés crónico que afectan el sistema inmunológico, alteran el sueño, elevan la presión arterial y aumentan la vulnerabilidad a enfermedades cardiovasculares. Paralelamente, en el plano psicológico, este mismo estrés se traduce en ansiedad, depresión, baja autoestima y aislamiento social.
Segun la Unicef, “El rechazo y la discriminación tienen consecuencias reales como depresión, baja autoestima y miedo. En juegos online, también genera autoexclusión y problemas de socialización” Ademas, La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial definió la discriminación como “todas distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos o libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública”.
Este marco permite comprender que los comentarios aparentemente inofensivos como “hablas raro” o “aquí hacemos las cosas bien, no como allá”, empieza a dudar de su valor. Estas experiencias, conocidas como microagresiones, generan un desgaste emocional profundo que, con el tiempo, puede provocar ansiedad, depresión y aislamiento social.
En este sentido, la discriminación no es únicamente un problema social: es también un factor de riesgo para la salud global de quienes migran. Reconocer su impacto es el primer paso para generar políticas públicas, intervenciones psicológicas y cambios culturales que garanticen dignidad, equidad y bienestar.
Racismo estructural y oportunidades limitadas
La discriminación no siempre es explícita. Muchas veces se manifiesta en barreras invisibles: dificultad para acceder a trabajos dignos, a servicios de salud o a espacios educativos. Un migrante altamente calificado puede verse relegado a empleos precarios, no por falta de capacidad, sino por prejuicios hacia su origen e historia de su país.
Esta exclusión constante refuerza un mensaje dañino: “no eres suficiente, no perteneces, no tienes las capacidades, hablas extraño”. Cuando la sociedad repite este discurso, la autoestima del migrante se erosiona y aumenta el riesgo de problemas de salud mental.
Efectos de la terapia y la salud del migrante
La migración constituye un factor estresor complejo que puede precipitar o intensificar síntomas de ansiedad, depresión, estrés postraumático y dificultades de adaptación. En este escenario, la psicoterapia representa una intervención clínica de primera línea, orientada tanto a la reducción del malestar como a la prevención de trastornos más graves.
Desde un enfoque clínico, la psicoterapia facilita la regulación emocional y el abordaje de duelos migratorios (pérdida de vínculos, cultura y pertenencia). Además, permite trabajar con el impacto de la discriminación y el racismo, ayudando al paciente a identificar distorsiones cognitivas, disminuir la autoexigencia y promover una autoimagen más saludable.
El trabajo terapéutico, ya sea desde la Terapia Cognitivo-Conductual, Terapia de Aceptación y Compromiso o enfoques integrativos, aporta estrategias prácticas para el manejo de la ansiedad, la reestructuración de pensamientos disfuncionales y el fortalecimiento de recursos internos de resiliencia.
A nivel clínico, los resultados más frecuentes de la psicoterapia en población migrante incluyen:
- Reducción significativa de síntomas ansiosos y depresivos.
- Incremento de la autoestima y la autoeficacia percibida.
- Mejor adaptación psicosocial
- Prevención del aislamiento social, gracias a la mejora en habilidades de comunicación y afrontamiento.
En conclusión, la psicoterapia no es solo un recurso de apoyo, sino una herramienta terapéutica fundamental en la atención clínica del migrante. Su implementación temprana puede mitigar el impacto psicológico de la migración y favorecer procesos de integración más saludables, sostenibles y protectores para la salud mental a largo plazo.


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