Actualmente, parece que vivimos inmersos en una ola frenética de arte efímero, es decir, de arte no permanente que se crea sin intención de que perdure en el tiempo. Son arte efímero las creaciones que usan el cuerpo humano como soporte: el maquillaje, el body painting, la peluquería y el tatuaje, entre otros; pero también lo son manifestaciones como la gastronomía, los espectáculos pirotécnicos o el llamado life art, por ejemplo.
¿Qué es el arte efímero y cuáles son sus características? ¿Qué condiciones debe tener una obra para ser considerada efímera? ¿Es cierto que el arte efímero es una manifestación exclusiva de la modernidad…? En el artículo de hoy, intentaremos responder a estas y otras preguntas. Acompáñanos.
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¿Qué es el arte efímero?
La palabra efímero viene del griego ephêmeros y vendría a significar “que dura un día”. Por tanto, arte efímero es cualquier creación que cumpla con esta premisa básica: la fugacidad en el tiempo. Es decir, las expresiones artísticas efímeras no poseen intención alguna de continuidad y, desde que son creadas, tanto sus autores como el público saben que tienen fecha de caducidad. Por supuesto, no hace falta que duren un día, como decían los griegos. Puede ser una semana, o un mes, o un año. Pero acaban desmontándose o borrándose, inevitablemente.
Su misma temporalidad hace, pues, que desaparezcan rápidamente y que conservemos pocos vestigios de ellas. Hoy en día es más fácil inmortalizar este tipo de arte, puesto que, a través del video y la fotografía, podemos captar para siempre esa creación destinada a desaparecer.
Es lo que sucede con los trabajos de decoración corporal o con los espectáculos de luces y sonido, por ejemplo. Sin embargo, ¿qué sucedía cuando no existía nada para perpetuar la obra? Pues que, simple y llanamente, se perdía, aunque siempre existían artistas que se prestaban a realizar grabados o dibujos de la obra en cuestión para preservarla del tiempo y del olvido.
Esto puede llevarnos a la siguiente pregunta: ¿es el arte efímero algo exclusivo de los siglos XX y XXI? La respuesta parece ser obvia: por supuesto que no. Y no solamente porque el maquillaje, el peinado y otras manifestaciones artísticas corporales han existido desde que el ser humano está sobre la tierra, sino también porque desde antiguo se han creado obras de arte efímeras en otros ámbitos que quizá no imaginamos, como el de la arquitectura. Pero empecemos por el principio.
Conmemorar el poder
El arte efímero, especialmente el arquitectónico, ha estado siempre ligado a las celebraciones, tanto religiosas como civiles. Incluso en una civilización tan “pétrea” y monumental como el antiguo Egipto se han encontrado reseñas por escrito de monumentos efímeros, construidos con ocasión de alguna festividad relacionada con el faraón o con los dioses. También en época romana podemos encontrar arte efímero, especialmente vinculado a los desfiles militares.
La moda estuvo en auge durante todos los siglos de la Edad Media, pero la cúspide llegó en el Renacimiento y, fundamentalmente, en el Barroco. Especial mención reciben los magníficos arcos de triunfo, levantados con materiales efímeros para festejar la llegada a la ciudad de turno de un rey o una figura importante. Durante el Renacimiento y el Barroco, los arcos de triunfo a imitación de las estructuras honoríficas romanas se pusieron increíblemente de moda.
Así, tenemos el arco de la Puerta de Saint-Denis, construido en ocasión de la entrada de Enrique II a París, en 1549; y, en una época más reciente, encontramos los (nada menos que) trece arcos triunfales de Felipe III para su llegada a Lisboa, en 1619, costeados por los gremios de la urbe.
Conmemorar la muerte
Otra arquitectura que cobró especial relevancia en el Barroco (por su especial relación con el Memento Mori tan característico de la época) es el catafalco o túmulo funerario, una estructura realizada con materiales efímeros que celebraba las exequias de un personaje importante, generalmente vinculado a la realeza. Los catafalcos no siempre contenían el féretro del difunto, pues a menudo eran levantados en las iglesias de las localidades principales en conmemoración al traspaso del personaje.
Como todas las construcciones efímeras, estaban realizados con materiales baratos y perecederos, como el papel, la madera, el cartón o la tela. En general, y una vez transcurridas las exequias, el catafalco se desmontaba y sus materiales eran aprovechados, por lo que es extraño que se conserve alguno. Existen, empero, notables excepciones, como el catafalco conservado en la iglesia parroquial de Arbulo, en Álava (España), aunque en este caso se trata de un ejemplo del siglo XIX.
Símbolo de la ciencia y el progreso
Ya en el siglo XIX encontramos una de las manifestaciones más famosas de arte efímero: las exposiciones universales, ferias donde se exponían los avances tecnológicos y culturales de los diversos países. La primera exposición universal fue la celebrada en Londres en 1851 (impulsada, por cierto, por Alberto, el príncipe consorte), que fue un rotundo éxito y donó a la posteridad el famoso Crystal Palace, tristemente destruido en un incendio en 1937.
En las exposiciones universales, cada país tenía adjudicado un terreno, en el que levantaba un pabellón de arquitectura efímera para ubicar su muestra. Como se suponía que las obras debían durar lo que duraba la exposición, al final de la misma se desmontaban y se aprovechaban sus materiales.
Existen casos extraordinarios de conservación de estas construcciones efímeras, como el caso del ya citado Crystal Palace de Londres (que sobrevivió hasta el incendio, casi cien años), o el de la famosísima Torre Eiffel, destinada a la Exposición Universal de París de 1889 y que actualmente es un símbolo indiscutible no sólo de la ciudad, sino de toda Francia. Por cierto que, y tal como recoge Miguel Ángel Cajigal (1981) en su libro Otra historia de la arquitectura (ver bibliografía), la que denominamos Eiffel fue, en realidad, ideada por dos empleados de Gustave, Nouguier y Koechlin, y “ampliada” por Sauvestre.
El arte efímero en la actualidad
Por supuesto, la arquitectura efímera sigue existiendo en nuestros días. La vemos constantemente en festivales, celebraciones y fiestas varias, siguiendo la estela que ya habían iniciado nuestros ancestros. Curioso es el caso del arte o arquitectura del hielo, que está cobrando especial auge últimamente y cuyo ejemplo más paradigmático lo encontramos en el Hotel del hielo de Jukkasjärvi, Suecia.
Pero, sobre todo, lo que está adquiriendo auténtico auge son otras manifestaciones efímeras como los espectáculos realizados con fuego, luz, sonido y agua, o las performances del life art. El life art o action art (arte de acción), que hunde sus raíces en manifestaciones como el dadaísmo, apuesta por la intervención constante del espectador. Así, encontramos el happening (en que el espectador se convierte en un sujeto activo de la actuación) o el instalacionismo, que tiene duración específica y permite la intervención del espectador.
Bastante común también en nuestra época es el land art, una expresión artística que utiliza la naturaleza como soporte, o el arte urbano, personificado especialmente en el graffiti. Aunque en la actualidad se habilitan cada vez más espacios para este tipo de arte (espacios que pretenden quedarse en el espacio urbano), se incluye el graffiti en el arte efímero, ya que, en un principio, se realiza sobre lugares no destinados a tal fin y, como tal, los graffiti son posteriormente borrados.
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