“Esto es un cuadro abstracto”. Es probable que hayas escuchado esta expresión muchas veces, o que tú mismo lo hayas comentado en alguna ocasión. Sin embargo ¿usamos siempre esta expresión correctamente? ¿Qué es la pintura que denominamos “abstracta” y en qué se diferencia de la pintura figurativa? En este artículo trataremos de discernir entre una y otra y te presentaremos las características esenciales que te permitirán distinguirla.
¿Cómo distinguir la pintura figurativa de la pintura abstracta?
Para empezar, es necesario establecer una definición más o menos precisa de qué entendemos por “abstracto” y “figurativo”. La primera palabra viene del verbo “abstraer”, que tiene por significado separar una cualidad de un objeto o idea para poder analizarlo separadamente del resto. Es decir, cuando abstraemos, estamos extrayendo una cualidad intrínseca, la esencia de algo.
Por otro lado, “figurativo” hace referencia a un elemento tangible, existente, real. En las artes plásticas, son las cosas que representamos: un animal, un objeto, una persona. Hasta aquí, la diferencia entre ambos conceptos está clara: mientras que el concepto “abstracto” nos remite a elementos ideales (en el sentido de que sólo existen como idea), lo “figurativo” es una plasmación directa de la realidad inmediata y reconocible.
Arte abstracto versus arte figurativo: una comparación
El concepto parece fácil (y, en realidad, lo es), pero en la práctica las cosas no siempre lo son tanto. A lo largo de este artículo presentaremos una serie de ejemplos que ilustrarán lo que queremos decir; porque si bien conceptualmente la diferencia entre ambas nociones tiene límites muy claros, en la plástica la frontera entre lo abstracto y lo figurativo no siempre es tan evidente.
Vayamos a un ejemplo. El famoso Negro sobre blanco, que el ucraniano Kazimir Malévich (1879-1935) pintó en 1915, está considerado como el primer cuadro verdaderamente abstracto de la historia. Sin entrar en el debate de si esto es así (Kandinsky ya jugaba con la abstracción en 1911, y la injustamente olvidada Hilma af Klint ya pintaba obras abstractas en una fecha tan temprana como 1906), la obra de Malévich es, efectivamente, una pintura abstracta.
Negro sobre blanco, también conocida como El cuadrado negro, representa un simple y enorme cuadrado de este color, que ocupa casi la totalidad del lienzo. El artista no está representando nada concreto, sino una idea (geométrica, en este caso): un cuadrado puro e ideal. Esto sería, pues, arte abstracto.
Tomemos ahora otra obra: por ejemplo, el hermoso Cesto con frutas que Caravaggio (1571-1610) ejecutó a finales del siglo XVI. No hay ninguna duda al respecto; estamos ante una obra figurativa. El artista ha querido representar algo tangible: un cesto de mimbre lleno de frutas y hojas que se yergue sobre una mesa. Aún suponiendo que Caravaggio hubiera pintado los elementos a partir de su imaginación y no con modelos, seguiría siendo una obra figurativa, porque lo que está plasmando el pintor son frutas, hojas y un cesto reales, que podríamos encontrar en cualquier casa de la época.
Los límites se desdibujan
Los ejemplos que hemos citado no dejan lugar a dudas. Ante ellos, discernimos claramente qué obra es abstracta y cuál no lo es. Sin embargo, no siempre resulta tan fácil, como ahora veremos. Vayamos ahora a otro bodegón, en este caso de Paul Cézanne (1839-1906), uno de los pintores más importantes de finales del siglo XIX, que sentó algunas de las bases de las posteriores vanguardias. Si observamos su Bodegón con cebollas conservado en el Orsay de París, nos daremos cuenta enseguida de que su ejecución nada tiene que ver con la del cuadro de Caravaggio. Cézanne realiza una clara “geometrización” de las figuras, todavía incipiente, que desdibuja la caracterización realista de las cebollas. Se ha iniciado ya una voluntad evidente de “atrapar” las formas esenciales de los objetos, pero, por decirlo de alguna manera, todavía son cebollas, y así las distinguimos. Es, por tanto, una pintura figurativa.
Viajemos ahora a la Rusia pre y post revolucionaria y centrémonos en un movimiento clave para el arte abstracto, el llamado “rayonismo”, creado e impulsado esencialmente por dos artistas, Mijaíl Lariónov (1881-1964) y Natalia Goncharova (1881-1962). El curioso nombre proviene de su técnica: claros y contundentes haces de luz que irradian por la tela y crean la impresión de estar contemplando “rayos”.
Bien, el rayonismo se ha incluido tradicionalmente entre la pintura abstracta, de la que por cierto la Rusia de principios del siglo XX fue la gran abanderada. Sin embargo ¿se puede considerar la obra de Goncharova titulada Gatos una obra abstracta? El nombre ya es suficientemente explícito. La artista está representando a unos gatos, aunque sus formas se desdibujen y no distingamos ninguna forma reconocible que nos haga pensar que, efectivamente, se trata de una representación de estos animales. Nosotros no vemos a los gatos, pero Natalia está representando unos gatos; el nombre del cuadro así lo testifica. Lo mismo ocurre con el Buey que su compañero Lariónov pintó en 1910. ¿Se puede considerar, estrictamente, como arte abstracto a estas obras?
Si nos ceñimos a la definición que hemos dado al inicio de este artículo, podemos responder que sí, que tanto los gatos de Goncharova como el buey de Lariónov son abstractos, pues los artistas han extraído la esencia de estos elementos y los han trasladado al lienzo. Así, al plasmar solo su rasgo esencial, se vuelven irreconocibles (o casi) para el espectador. Sin embargo, sigue siendo una representación de elementos realistas, no de ideas.
¿Un arte abstracto puro?
Ya hemos hablado de Kazimir Malévich, el líder de la otra gran corriente abstracta rusa: el suprematismo. El nombre del movimiento proviene de la supuesta supremacía de lo “puro” en el arte. Su cuadro Negro sobre blanco representa fielmente este concepto. Para Malévich, no había cabida para un arte que permaneciera sujeto a la realidad; el arte auténtico (el arte “puro”) debía liberarse de las ataduras de la existencia y rescatar solo la idea que se encuentra más allá de lo real. Y ¿qué hay más “puro” que una simple forma geométrica negra, sin ningún matiz de color?
Muy lejos de Rusia, en Holanda, Piet Mondrian (1872-1944) llegaba más o menos a las mismas conclusiones. Famosa es su serie de árboles, donde el artista neerlandés realiza un análisis progresivo desde el naturalismo hasta la abstracción. Lo que empieza siendo un árbol acaba convirtiéndose en un no-objeto, despojado de toda realidad. Sólo la idea permanece.
El Árbol rojo de 1908 es un árbol naturalista, con un innegable aire fauve. El Árbol gris de 1912 ha perdido ya todo el color y está pintado con los grises del cubismo analítico. No solo eso; el árbol ha sido sintetizado hasta sus formas esenciales, que todavía son más evidentes en el Manzano en flor del mismo año. Y vuelve la pregunta: ¿es el manzano de 1912 una obra abstracta, siendo que Mondrian “abstrae” del árbol sus formas esenciales … pero todavía vemos el árbol?
De lo que no se puede dudar es de la abstracción de su último árbol, el de 1913. En esta obra vemos sólo una retícula, una cascada de formas geométricas, que prefiguran sus obras posteriores basadas en cuadrados y color. El árbol de 1913 ha desaparecido.
Conclusiones
Como vemos, es difícil establecer unas directrices claras para hablar de “arte abstracto”. Dejando de lado los casos “flagrantes”, como por ejemplo la comparación de un cuadro de Velázquez y otro de Malévich, existen ocasiones en que es complicado decir si la obra que tenemos delante es figurativa o si, por el contrario, pertenece a la abstracción.
El arte, como todo lo relativo al ser humano, establece fronteras muy difusas. A grandes rasgos, empero, y tomando de nuevo la definición que en la introducción hemos dado de “abstraer”, podemos afirmar que una obra abstracta no representa ningún elemento real ni tangible. Es por ello por lo que la mayoría de las obras abstractas (especialmente, las más “puras”), llevan por título expresiones tan extrañas como “Composición núm. 1” o “Sin título”. Sería extraño titular con un nombre concreto una obra que no representa nada real, ¿verdad?


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