El síntoma como lenguaje del cuerpo

Cómo la psicología transpersonal y la terapia somática abren un nuevo camino para el bienestar.

El síntoma como lenguaje del cuerpo
Pexels

¿ERES PSICÓLOGO/A EN ?

Destaca entre toda tu competencia profesional.

Durante décadas, el enfoque dominante en salud mental se ha basado en un modelo principalmente cognitivo-conductual: cambiar pensamientos, regular conductas, aprender a “gestionar” emociones. Este modelo ha sido valioso, pero hoy sabemos que explica solo una parte del fenómeno humano.

La ciencia contemporánea —desde la neurociencia afectiva hasta la biología del estrés, la epigenética y la psicología del desarrollo— está revelando algo que las tradiciones ancestrales han afirmado por siglos:

el cuerpo no solo acompaña la experiencia emocional; la registra, la interpreta y la expresa.

Y esto no en sentido poético, sino profundamente fisiológico.

El neuroendocrinólogo Robert Sapolsky (2017) demostró cómo el estrés sostenido altera el sistema inmune, acelera procesos inflamatorios y deteriora funciones vitales cuando el organismo no logra regresar a estados de seguridad.

Bruce Lipton (2005) y Steven Cole (2013) evidenciaron que las emociones crónicas, especialmente miedo, hostilidad o indefensión, modifican la expresión genética a través de vías epigenéticas, afectando cómo nuestras células se comportan.

Y estudios como los de Martin Teicher (2016) han mostrado que experiencias tempranas de estrés o desconexión pueden reorganizar estructuras cerebrales como la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal, moldeando patrones emocionales que persisten en la adultez.

Todo esto nos conduce a una comprensión radicalmente distinta del bienestar:

El cuerpo es el primer escenario de la emoción y el último en dejar de hablar.

Cuando el sistema nervioso detecta amenaza —real o simbólica— activa respuestas de supervivencia: lucha, huida, parálisis. Si estas respuestas quedan inconclusas o quedan atrapadas en ciclos de hiperactivación, el cuerpo permanece en alerta incluso cuando la amenaza ya no existe.

Así nacen muchos “síntomas” que solemos juzgar o combatir: ansiedad, fatiga crónica, tensión muscular, colon irritable, insomnio, hipersensibilidad emocional.

La psicología transpersonal y la terapia somática parten justamente de esta premisa:

el síntoma no es el problema, es el lenguaje del cuerpo, del sistema nervioso y de la conciencia intentando reorganizarse.

No busca patologizar la experiencia humana, sino entenderla como un proceso adaptativo: una señal de que algo no ha sido integrado.

El síntoma es un mensajero

El malestar es información, y la emoción es energía en movimiento que necesita un cauce.

Este enfoque integrativo se fortalece aún más cuando observamos el aspecto vibracional y emocional del ser humano. El psiquiatra David R. Hawkins, en su escala de niveles de conciencia, propuso un modelo que, aunque controversial en sus mediciones, ha demostrado un valor clínico y fenomenológico significativo: las emociones tienen diferentes niveles de contracción o expansión, los cuales se correlacionan con patrones fisiológicos específicos.

En estados emocionales como culpa, vergüenza o miedo, el cuerpo contrae, el diafragma se tensa, la respiración se acorta y el sistema nervioso simpático domina.

En emociones como aceptación, amor o gratitud, la frecuencia cardíaca se armoniza, la variabilidad cardíaca aumenta y el organismo entra en estados de regeneración.

Este paralelismo entre emoción, fisiología y percepción se ha observado también en investigaciones del HeartMath Institute, donde se muestra que las emociones coherentes generan patrones electromagnéticos más ordenados que favorecen la regulación neurovegetativa. Por eso hoy entendemos que:

  • La emoción no procesada se convierte en carga.
  • La carga retenida se convierte en tensión.
  • La tensión sostenida se convierte en síntoma.
  • Y el síntoma ignorado puede derivar en enfermedad.

La terapia somática y la psicología transpersonal buscan intervenir exactamente ahí: donde la emoción se vuelve cuerpo, donde la experiencia se vuelve síntoma, donde la energía se vuelve forma.

Si comprendemos que el síntoma es un lenguaje, también debemos aceptar que el cuerpo nunca habla en abstracto.

Habla desde la biología, desde la percepción, desde las memorias implícitas y desde un sistema nervioso que aprendió —mucho antes que la mente narrativa— a protegernos como pudo. Aquí entra en escena la terapia somática: un enfoque respaldado por décadas de investigación en neurociencia afectiva (Porges, 2011; Schore, 2020), trauma (van der Kolk, 2014) y regulación del sistema nervioso.

La terapia somática sostiene que el cuerpo no almacena hechos, sino sensaciones; no guarda “historias”, guarda patrones fisiológicos.

Un niño que creció en alerta no recuerda el motivo, pero su cuerpo recuerda la postura, la respiración entrecortada y la tensión en el diafragma.

Un adulto que sobrevivió a relaciones violentas quizás ya “comprendió” mentalmente todo… pero su musculatura pélvica, su sistema digestivo o su tono vagal aún viven en defensa.

Desde la perspectiva transpersonal, este mismo proceso se entiende como la forma en que la conciencia se contrae para sobrevivir y luego necesita expandirse para sanar. El síntoma entonces deja de ser un error.

Se convierte en una posibilidad, en el llamado que te hace el cuerpo como un experte mensajero y te dice… Regresa a ti.

Física cuántica vs Psicología

Aunque la física cuántica no debe usarse para explicar fenómenos psicológicos de manera literal, sí abre una comprensión profunda: la observación modifica la realidad.

Este principio no habla de magia, habla de percepción. El acto de observar una experiencia con presencia —no desde la evitación, la defensa o la narrativa automática— cambia la activación neuronal, la coherencia cardíaca y la regulación vagal (Siegel, 2020; Porges, 2017).

En términos somáticos, esto significa que sentir una emoción con consciencia cambia la fisiología de la emoción.

La psicología transpersonal lleva 50 años proponiendo lo mismo: que el estado de conciencia desde el cual observamos nuestra experiencia determina el nivel de sufrimiento o libertad que podemos alcanzar. El cuerpo, entonces, es el punto de encuentro entre la biología y la conciencia. No se trata de “pensar positivo”; se trata de acompañar la experiencia desde un estado de presencia suficientemente seguro para que el sistema nervioso pueda reorganizarse.

La emoción como frecuencia biológica: integrando la escala de Dr. David Hawkins

La escala emocional de David Hawkins no es un modelo clínico tradicional, pero sí es una herramienta invaluable para comprender la correlación entre estados emocionales y estados fisiológicos. En su mapa, emociones como culpa, vergüenza o miedo tienen una vibración contraída —no metafóricamente, sino observada en parámetros como coherencia cardíaca, tono vagal o variabilidad cardiaca. Emociones como aceptación, amor o gratitud muestran patrones más coherentes, estables y expansivos en el cuerpo.

La neurociencia respalda este marco desde otras palabras:

  • La culpa activa circuitos de inhibición y retracción (Moll et al., 2007).
  • El miedo dispara el eje HPA y altera cortisol, sueño y digestión (Sapolsky, 2017).
  • La gratitud aumenta coherencia cardíaca y modula la amígdala (McCraty, 2015).
  • La alegría incrementa dopamina y refuerza la neuroplasticidad (Fredrickson, 2013).

Lo que Hawkins llamó “frecuencias emocionales”, la ciencia las entiende como estados fisiológicos medibles.

Cuando estas emociones no se integran, se acumulan como patrones biológicos sostenidos y se convierten, con el tiempo, en síntomas.

Por eso la terapia somática propone sentir para liberar… y la terapia transpersonal propone comprender para trascender.

Ambas se encuentran en el mismo punto: la emoción no expresada se convierte en cuerpo.

Sanar es reorganizar el sistema: neuroplasticidad, cuerpo y símbolo

Cada vez que atendemos una emoción desde presencia y regulación, el cerebro cambia. La corteza prefrontal toma liderazgo, el sistema límbico se calma, y el nervio vago envía señales de seguridad hacia el resto del cuerpo.

Esto no es una metáfora espiritual; es biología pura.

El trabajo somático permite que la emoción atrapada encuentre un cauce. El trabajo transpersonal permite que la emoción reconecte con su significado profundo. El trabajo desde la conciencia permite integrar la experiencia como parte de un proceso evolutivo. Aquí es donde la psicología transpersonal aporta su lente:

cada síntoma tiene un contenido psicoespiritual, un mensaje de la conciencia buscando expansión. El cuerpo sostiene la memoria, la emoción sostiene la energía y la conciencia sostiene la interpretación. La sanación ocurre cuando estas tres dimensiones entran en coherencia.

Entonces…

Comprender el síntoma como un mensaje —y no como un enemigo— cambia por completo la manera en que nos relacionamos con la salud mental, la biología y nuestras propias historias. Desde la neurociencia sabemos que el cuerpo registra antes de que la mente comprenda: la amígdala responde en milisegundos, el sistema nervioso se adapta sin pedir permiso, y la memoria implícita almacena emociones, choques y vínculos que nunca pasaron por el pensamiento racional.

Desde la física y la psicología de la conciencia entendemos que cada experiencia genera un estado interno, una configuración bioeléctrica que influye en cómo percibimos el mundo, cómo reaccionamos y qué nivel de bienestar experimentamos. Eso es coherente con modelos como la escala emocional de David R. Hawkins, que propone que cada emoción corresponde a un nivel de contracción o expansión interno, afectando patrones fisiológicos medibles como la variabilidad cardíaca, la activación neuroendocrina o el tono vagal.

Y desde la psicología transpersonal —que integra todos estos planos— reconocemos que la sanación no solo consiste en disminuir síntomas, sino en ampliar el sentido de sí mismo. En volver a sentir el cuerpo como hogar, la emoción como brújula, y la conciencia como el espacio donde todo puede reorganizarse.

El enfoque somático-transpersonal no busca que la persona “controle” su mente, sino que habite su experiencia, la escuche, la sostenga y la integre. Este modelo permite que las memorias atrapadas encuentren un cauce, que la energía del trauma se complete, que el sistema nervioso recupere su plasticidad y que la identidad se expanda hacia modos más coherentes de existir.

Sanar, en última instancia, no es un acto de corregir:

es un acto de volver a sentir, de volver a reconocerse, de volver a estar en el propio cuerpo sin miedo. Si algo en esta lectura resonó contigo —una emoción, una memoria, un susurro interno— puede que sea tu propio cuerpo enviándote una señal. Un llamado suave pero firme a dejar de sobrevivir en automático y abrirte a una forma distinta de vivir: más consciente, más encarnada, más verdadera. Te invito a conocer mis programas terapéuticos y las experiencias que he creado para acompañarte en ese camino.

Son espacios diseñados para abrazar tu historia, transformar tu presente y expandir tu conciencia hacia una vida más libre y más plena.

Lina Fernanda Tamayo

Lina Fernanda Tamayo

Psicóloga transpersonal | Terapeuta cuántica e integrativa | Fundadora de Psicología Ancestral

Profesional verificado
Envigado
Terapia online

Hoy, tu cuerpo te está invitando a trascender lo cotidiano y permitirte una existencia extraordinaria. Si sientes ese llamado, aquí estoy para caminarlo contigo.

Newsletter PyM

La pasión por la psicología también en tu email

Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos

Suscribiéndote aceptas la política de privacidad

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Lina Fernanda Tamayo. (2025, noviembre 13). El síntoma como lenguaje del cuerpo. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/sintoma-como-lenguaje-del-cuerpo

Psicóloga

San Juan
Terapia online

Lina Fernanda Tamayo Gómez es psicóloga y coach, especialista en Psicología Clínica y Magister en desarrollo humano. Cree en la evolución y en la transformación que a través del caos y la reconfiguración permiten trascender y elevar nuestra conciencia.

Artículos nuevos

Quizás te interese

Consulta a nuestros especialistas