Introducir la palabra “alma” en cualquier artículo de Psicología supone un peligro: puede hacer que no se tome en serio su contenido.
Pero no olvidemos que la misma palabra “Psicología” quiere decir “Hablar acerca del alma” o “El sentido del alma”, si forzamos un poco el significado de la palabra “logos”.
Sin embargo, curiosamente, todo el mundo sabe lo que se quiere decir cuando se habla de “vacío en el alma” o “dolor de alma”.
De hecho, es una expresión recurrente en consulta cuando algunas personas dicen que “yo no me quiero morir, pero quiero que deje de dolerme por dentro”. Por desgracia, el tema del que nos vamos a ocupar hoy no es personal, sino social.
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Un vacío en el alma
El problema es que hemos olvidado cosas que nuestros antepasados sabían muy bien, cosas que habían ido aprendiendo a lo largo de los siglos.
Sabían que la vida necesita un sentido, un motivo, un “porqué”. Hoy en día, como ya avisaba Victor Frankl hace décadas, nos enfrentamos a una crisis de sentido, en la que las personas se encuentran con que sus vidas están vacías. Necesitan algo que satisfaga su sentido de lo trascendente, algo que les haga sentir como algo más que consumidores de los productos que la sociedad nos ofrece.
De hecho, a menudo, el trabajo en consulta es escuchar lo que se dice y lo que no se dice. Si se escucha con atención y ofreciendo pequeñas orientaciones, al final la misma persona encuentra el sentido para todo aquello que se ha vivido, el porqué de nuestras experiencias en la vida y la dirección a la que nuestra vida se dirige de forma natural.
Todo es cuestión de silencio, de hacer espacio para que la vida de nuestro cliente ocupe el primer lugar.
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Necesidades eclipsadas
Nuestros antepasados sabían que en la vida hace falta algo más que objetos que consumir: hace falta una dirección.
Y también hacen falta relaciones significativas. Y disfrutar de los momentos de bienestar que nos brinda la vida.
También nos hacen falta héroes, que no son sino personas en las que vernos reflejados. Personas como nosotros, pero con una gran fibra moral, con voluntad de hacer lo que deben hacer sin arrugarse ante los obstáculos. En el fondo sabemos que los famosos de televisión y los futbolistas no son suficiente. Necesitamos momentos de paz, a ser posible vividos en la naturaleza.
Necesitamos tiempo de calidad, en el que poder pensar en nuestras cosas y ordenar lo que la vida ha ido desordenando a lo largo de los años.
También es muy importante el respeto, entendido al estilo de Adler: todos sentimos el profundo deseo de que alguien nos escuche sin juzgarnos, que no quiera cambiarnos ni que seamos de una forma diferente a lo que ya somos. Alguien que nos conozca y esté encantado de conocernos.
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La búsqueda de un sentido
Y anhelamos la sensación de que estamos en este mundo para algo. Que nuestra vida tiene un sentido. Tal vez lo tenga o tal vez lo tengamos que crear, pero lo cierto es que lo necesitamos.
No basta con quejarse y decir que la sociedad está vacía: las personas se sienten vacías, pero no lo están. De hecho, están repletas de talentos y capacidades, de anhelos y deseos, de vitalidad y esperanza.
A menudo basta con un vistazo a nuestro interior para que podamos ver todo esto.
Un buen primer paso sería empezar a recuperar los conocimientos de nuestros antepasados. Invito a todas las personas que estén leyendo este artículo a (re)descubrir las obras de James Hillman, un alma libre que tocó temas que hoy en día son políticamente incorrectos, pero que aportan una profunda sabiduría.
Porque un buen camino, parafraseando a Gandalf en el “Señor de los Anillos”, es el que comienzas a andar y no sabes a dónde te va a llevar.
Una mirada hacia el futuro
Dicen que en un futuro próximo, las grandes epidemias que va a padecer nuestra sociedad son el Estrés, la Soledad y la Depresión.
Pero todas ellas tienen mucho que ver con lo que ya hemos comentado: el vacío del alma. Porque cuando una persona se siente vacía y piensa que nada tiene sentido, experimenta uno de los dolores más terribles y antiguos de la humanidad.
Tal vez sea el momento de replantearnos el tema del sentido de vida, de la trascendencia de la vida más allá de creencias limitantes.
Se trata, ni más ni menos, que de llenar de vida nuestros días.
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