El ser humano siempre ha tendido a codificar, y el caso de la belleza ideal no es para nada diferente. Ya en el antiguo Egipto se sentenció que las proporciones ideales del cuerpo humano eran 18 veces su puño. En la Grecia clásica, Policleto sostuvo que el cuerpo ideal contenía siete veces la cabeza, mientras que el romano Vitruvio afirmaba un poco más tarde que lo ideal era, en realidad, 8 cabezas.
¿Qué se deduce de todo ello? Pues, sencillamente, que la belleza ideal varía dependiendo del momento histórico y del lugar que la codifique. Porque ¿qué tienen que ver las Venus del Paleolítico, que exaltan una belleza basada en la redondez y la anchura del cuerpo, con el canon clásico griego? Pues, en efecto: nada.
La historia y las diferentes culturas que por ella han desfilado han tenido una visión propia de lo que es bello y lo que no, y no siempre han coincidido. Y no solo en cuanto a la belleza femenina, sino también en lo que al ideal masculino se refiere. Porque, al contrario de lo que se suele pensar, los hombres han estado siempre (y, de hecho, lo siguen estando), sujetos a las variables culturales y temporales de los cánones estéticos.
En este artículo vamos a analizar brevemente los diferentes cánones de belleza masculinos que encontramos en la actualidad en distintas sociedades y culturas. En un mundo tan altamente globalizado como el nuestro puede parecer que también el concepto de belleza está unificado, pero nada más lejos de la realidad. Se ha demostrado que todavía subsisten diferencias estéticas, fruto de la evolución histórica y cultural de los distintos pueblos.
Cánones de belleza masculinos alrededor del mundo: ¿una globalización completa?
En 2015, el video que propulsó la plataforma digital Buzzfeed se convirtió en un fenómeno viral. El video en cuestión analizaba, en base a encuestas y estudios, cuál era el prototipo ideal masculino en cada país. El experimento se centró en unos pocos estados, tales como Italia, Turquía, Nigeria o Australia.
El resultado dejó muy claro que, a pesar de la intensa globalización en la que estamos inmersos (y que cada vez va a más), el ideal de belleza masculino sigue variando, dependiendo del lugar y de la cultura. Por ejemplo, y según los datos del estudio, en Turquía se ha puesto de moda la depilación integral masculina y un prototipo de hombre muy parecido al de las telenovelas turcas, mientras que en India el ideal sigue siendo el típico actor de Bollywood. Por otro lado, en Italia predomina el concepto de hombre barbado pero arreglado, que dedica un gran cuidado a su aspecto. En otras palabras, lo que los italianos denominan sprezzatura; un hombre aparentemente bohemio y descuidado pero que, en el fondo, sabe muy bien cómo luce (y que gasta mucho tiempo para prepararse).
Es frecuente, pues, que el ideal masculino actual de un país o región esté relacionado con los actores, modelos, cantantes o artistas nacionales. En Reino Unido, por ejemplo, sigue estando de moda el estilo “Beckham”: un hombre alto y rubio, con barba y muchos (muchos) tatuajes. Otro ejemplo claro es Corea, cuyo estilo “pop” se ha difundido por casi toda Asia, y trae a un hombre de rasgos delicados y que usa profusamente el maquillaje para aumentar su atractivo.
De todo ello se deduce, como ya hemos apuntado, que el ideal de belleza no está completamente sometido a la globalización, y que todavía pesan mucho los cánones tradicionales de cada país a la hora de sentenciar qué hace guapo o atractivo a un hombre.
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Asia y la “desmasculinización”
En la antigua China, el ideal masculino pasaba por la contención de las emociones y un cuerpo debidamente ancho y fuerte. Según el profesor de estudios chinos Kam Louie, de la Universidad Nacional de Australia, lo que primaba sobre todo era el “wen-wu”, es decir, la combinación de la intelectualidad (wen) y la marcialidad (wu). En otras palabras, un hombre culto e intelectual que, al mismo tiempo, supiera manejar las armas con destreza y dispusiera de enorme disciplina militar. El aspecto “masculino” se vio ampliamente reforzado durante la República Popular, en detrimento de cualquier posibilidad de “feminización” del hombre chino.
Sin embargo, en los últimos años este ideal parece estar cambiando. En la actualidad impera, como ya hemos comentado en el apartado anterior, el hombre “pop”, influenciado por la música pop coreana. Es lo que se ha venido a denominar “masculinidad suave”, representada por un hombre sin vello facial ni corporal, delgado y estilizado y muy centrado en su autoimagen. Para potenciarla, este tipo de hombre no renuncia ni al maquillaje ni a la cirugía estética.
Este cambio en el ideal de los varones asiáticos no ha gustado a todo el mundo, y en la misma China ha aparecido un movimiento que pretende volver a “masculinizar” a las nuevas generaciones, lo que ha suscitado duras críticas.
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África y la pervivencia de la belleza “tribal”
Actualmente, todavía persisten culturas ancestrales que se resisten a entrar en la rueda de la globalización. Encontramos muchos casos en África, donde las señas de identidad de algunos de sus pueblos todavía perviven, y donde se pueden rastrear cánones de belleza únicos.
Un caso extraordinario es la tribu de los Bodi, en Etiopía. Y decimos “extraordinario” porque, en verdad, el concepto de belleza masculina de esta cultura nada tiene que ver con lo que estamos acostumbrados en Occidente. Los hombres Bodi se alimentan durante meses de una dieta hipercalórica para engordar en exceso (llegan a triplicar su peso en poco tiempo). ¿Por qué lo hacen? Pues porque el hombre con mayor volumen abdominal es el hombre más apuesto y se hace con la mano de la joven más bella de la tribu.
En nuestra sociedad de culto exacerbado a los cuerpos tonificados, que demoniza todo lo que tenga que ver con la grasa corporal, los cánones estéticos de los Bodi resultan francamente sorprendentes. Y es que estamos tan acostumbrados a la idea de una belleza “única” que a menudo olvidamos que no somos, para nada, el ombligo del mundo.
Otros casos africanos en los que predomina una estética absolutamente tribal, que nada tiene que ver con los cánones occidentales, son los hombres Karo, también de Etiopía, y los wodeabé, ubicados en la zona del Sahel, en los límites del Sáhara. Los primeros pintan todo su cuerpo (incluido el rostro) con franjas y figuras geométricas de color blanco. Los segundos (también conocidos como bororo), de forma parecida a los Bodi, realizan un ritual en el que son las mujeres de la tribu quienes eligen al hombre más bello. Para conseguir el galardón, los wodeabé pintan su rostro con ocre amarillo y enrollan sus cabellos alrededor de una diadema adornada con plumas de avestruz. El kohl negro les sirve para alargar la forma de la nariz y suavizar las líneas del rostro, lo que parece ser que es símbolo de belleza.
Los hombres wodeabé cuidan en extremo su cuerpo y su imagen, de forma muy parecida a lo que podría hacerlo un occidental. Los vestidos que utilizan para exhibirse en el “concurso” son el resultado de un año de trabajo, y son realmente vistosos e impresionantes. Ataviados de esta manera, los hombres wodeabé danzan hasta el amanecer contorsionando sus cuerpos y realizando una serie de muecas que enfatizan sus dientes y sus ojos, pues la blancura extrema de estos es sinónimo de hermosura.
Un dato curioso es que, en muchas tribus de África, el ideal de belleza femenino pasa por una cabeza rapada o con el pelo muy corto, mientras que, en pueblos como los masai, los hombres más bellos son los que lucen el cabello más largo, a modo de melena de león, símbolo de belleza y poder.
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Lo “moderno” que viene de antiguo
Hemos comentado anteriormente que, en Reino Unido, el hombre “ideal” pasa por tener muchos tatuajes en su cuerpo. Este ideal está bastante extendido en muchos países del mundo; solo hay que ver a los actores de moda para corroborarlo.
Pero ¿de dónde vienen los tatuajes? Nadie ignora que, en su origen, eran un símbolo ritual. De hecho, la palabra tatuaje proviene de tatu o tatau, la denominación que recibían estas señales en lengua maorí. Los maoríes son el pueblo nativo de Nueva Zelanda que, hace más de 1000 años, colonizaron la isla, procedentes de la Polinesia. Entre este pueblo era y es muy común la exhibición de tatuajes por todo el cuerpo; fueron precisamente los marineros que llegaron a la isla en el siglo XVIII los que “exportaron” los tatuajes a Europa.
Los hombres maoríes se tatúan líneas y franjas negras en la cara, los tradicionales ta moko. Cada tatuaje es único y no existen dos hombres con el mismo dibujo, por lo que se convierte en un símbolo de identidad. Además de los tatuajes, los hombres maoríes danzan la haka, el baile tradicional que consiste en darse golpes en ciertas partes del cuerpo y, de forma parecida a los wodeabé, sacar la lengua y abrir mucho los ojos.
En definitiva; el concepto de belleza ideal sigue estando en movimiento. De hecho, no parece probable que algún día llegue a haber algo parecido a una “belleza única”, por mucha globalización que exista. Mucho mejor así, puesto que, al fin y al cabo, lo verdaderamente bello pasa por la diversidad.
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