El ámbito familiar está basado fundamentalmente en la manera en la que los miembros de la familia se relacionan entre ellos. Es por eso que comunicarse bien o mal dentro de este grupo puede marcar la diferencia entre crear vínculos afectivos sólidos y funcionales, o experimentar constantemente disputas, peleas y soledad.
En este artículo veremos varias pautas para saber cómo comunicarnos mejor con nuestra familia. Ten en cuenta, sin embargo, que vas a tener que implementar estos pasos en tu día a día; con hacerlo unas pocas veces, no sirve.
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Cómo comunicarse bien con la familia
Por mucho que los miembros de una familia pasen tiempo juntos, eso no significa que gestionen la comunicación entre ellos de manera adecuada. De hecho, en algunos casos los problemas comunicativos se enquistan y el paso del tiempo no hace más que agravarlos debido a la inercia que traen.
En el caso de que ya no se pase demasiado tiempo con la familia, es muy posible que el principal problema de comunicación con la familia tenga que ver con el aislamiento, es decir, el hecho de no interactuar prácticamente nunca con esas personas, o hacerlo muy poco y a través de medios digitales.
Tanto si se vive en el mismo hogar que el resto de la familia como si no, pues, el paso del tiempo no tiene por qué arreglar nada. Por eso es importante tomar las riendas de la situación y cuidar el modo en el que nos comunicamos con padres, madres, abuelos, tíos, hermanos… Crear un punto y aparte e impulsar un cambio a mejor puede hacer que tanto la convivencia como la expresión de afecto se beneficien de ello casi al instante.
Sigue estos consejos para cambiar cualitativamente el modo en el que se desarrollan las relaciones entre los miembros de la familia.
1. No des nada por sentado
El hecho de que hayamos pasado mucho tiempo junto a nuestras familias puede crear la ilusión de que sabemos lo que piensa cada uno de sus miembros. Por eso, a veces el bloqueo comunicativo existente entre dos personas de la misma sangre se debe a un malentendido.
La idea de que conocemos tanto a una persona que no hace falta ni indagar en cómo se siente puede llegar a hacer mucho daño en las relaciones cercanas. Los humanos somos seres complejos, y por eso nuestro comportamiento no siempre es predecible.
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2. Rompe la rutina con un gesto conciliador
Un pequeño detalle de carácter simbólico puede hacer que el hermano, tío o abuelo con el que queremos mejorar la comunicación se dé cuenta de que algo ha cambiado y deje de dar por supuesto que la interacción con nosotros se va a regir por las mismas normas de siempre.
Por ejemplo, dar una palmada en la espalda o ofrecer algo para beber, dependiendo de cómo haya sido la relación anteriormente, puede ser algo novedoso, por muy insignificante que parezca. Ante estos actos, es más fácil empezar desde cero y facilitar la posibilidad de que se establezca una comunicación más fluida y honesta. Justamente de esto último trata la siguiente pauta a seguir.
3. Haz que la honestidad sea tu valor “guía”
A partir del momento en el que decidas mejorar la comunicación con tu familia, es importante dejar claro que la honestidad pasa a ser algo prioritario en las interacciones con estas personas que te han visto crecer. El motivo es simple: de no ser así, el valor que se le da a estas iniciativas comunicativas será muy bajo, ya que el contexto familiar es aquél en el que se espera una mayor sinceridad y apertura. Para conectar mejor con los familiares es necesario no intentar ocultar nuestras vulnerabilidades a toda costa.
No ser totalmente transparentes en el trabajo o ante personas que se acaba de conocer no está mal visto, pero la familia, por definición, es el lugar en el que lo personal se comparte casi todo acerca de uno mismo.
4. Pon esfuerzos en escuchar
La escucha activa es un elemento fundamental en cualquier proceso comunicativo, y aquellos que son llevados a cabo en el seno de la familia no son una excepción a esta norma. A veces, tendemos a caer en la trampa de que por el simple hecho de que quien escucha teóricamente no necesita hablar ni moverse, puede desconectar completamente de su entorno dirigir su atención hacia cualquier cosa.
Esto puede llegar a convertirse en un hábito que mate cualquier tentativa de comunicarse, porque los diálogos en los que solo uno pone de su parte no gustan a nadie y sirven como “castigo” por haber intentado entablar una conversación.
Así pues, cuando la otra persona hable, calla y no interrumpas, pero de señales de que sigues el hilo de lo que se dice y que te interesa, listo para aportar un extra cuando te toque hablar a ti. Mirarse a los ojos es imprescindible (si te cuesta, procura simplemente no apartar la mirada de la cara del otro, ni bajar la vista, y el contacto visual se establecerá de manera espontánea), igual que asentir de vez en cuando, realizar brevísimos comentarios sobre la marcha, etc.
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5. Demuestra que no juzgas
Los miembros de una familia se conocen de una manera mucho más íntima de lo que el resto de personas se conocen entre sí. Por eso, es bueno recordar que esas imperfecciones de los demás que reconocemos son un reflejo del carácter humano de un familiar, y algo que en el resto de personas acostumbra a estar oculto.
Por consiguiente, conviene no establecer comparaciones injustas: si un hermano, una madre o un primo se muestran imperfectos es porque tenemos más oportunidades de conocerlos que al resto, no porque sean necesariamente peores.