Con cada etapa vital, llegan nuevos roles, nuevos hábitos y nuevas maneras de interactuar con el entorno y con los demás. Es un proceso de adaptación y de superación personal al que nos enfrentamos lo queramos o no, por el simple hecho de crecer.
Pero los padres y madres no siempre se adaptan al ritmo de desarrollo de sus hijos e hijas, algo que no sorprende si tenemos en cuenta que la primera toma de contacto con sus pequeños ocurre cuando estos últimos son totalmente dependientes y en relativamente poco tiempo pasan de necesitar ayuda para todo a ser adultos.
Uno de los problemas que pueden aparecer cuando los progenitores no consiguen asumir que sus pequeños ya han crecido es la tendencia a mostrarse muy “absorbentes” y sobreprotectores con sus hijos e hijas de edad adulta. En este artículo veremos algunos consejos sobre qué hacer en estos casos.
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Problemas que surgen cuando los padres se muestran sobreprotectores con adultos
Estas son las principales muestras de malestar que aparecen ante casos en los que padres y madres se comportan de manera sobreprotectora y absorbente con sus hijos e hijas que ya son de edad adulta o empiezan a introducirse en esta fase de la vida.
1. Falta de privacidad
La privacidad es una necesidad que irrumpe fuertemente en nuestras vidas ya en la pubertad, y que como es lógico, sigue más vigente que nunca durante la etapa adulta. Por ello, la simple presencia física de los padres y madres puede generar malestar en determinados contextos, algo facilitado por los casos en los que se pasa muchas horas al día cerca de ellos (algo frecuente en los adultos que se ven forzados a seguir viviendo con sus padres por su incapacidad económica para emanciparse, lo cual es habitual en España, desgraciadamente).
No deberían aparecer muchos problemas si las condiciones materiales de vida son dignas y los padres y madres saben respetar el espacio privado de su hijo o hija, pero esto no siempre es el caso.
2. Sentimientos de vergüenza
La vergüenza es otro de los factores psicológicos a tener en cuenta: las personas que ven que sus padres y madres intentan estar en todos y cada uno de los aspectos de su vida pueden ver esto como un fenómeno de desgaste de su dignidad (o incluso, a veces, como un ataque a esta), porque existe una incongruencia entre el rol de la persona adulta choca con el trato recibido. Por ello, pueden intentar evitar las interacciones con sus progenitores cuando están en compañía de sus amigos o de su pareja, algo que es una fuente de estrés en ciertas situaciones.
Estos sentimientos de vergüenza pueden incluso tener como efecto a largo plazo que aparezcan problemas de autoestima, algo que ocurre cuando el hijo o hija llega a creerse que efectivamente necesita de la ayuda de sus padres a pesar de que por su edad ya debería ser independiente.
3. Conflictos a la hora de tomar decisiones
En la misma línea de lo anterior, muchos padres y madres dan por supuesto que deben estar aconsejando y guiando la toma de decisiones de sus hijos o hijas de manera indefinida. Esto da lugar a situaciones paradójicas: adultos que intentan aleccionar a otros adultos sobre temas en los que objetivamente saben menos que la persona con la que están hablando.
Por supuesto, en la mayor parte de las ocasiones no lo hacen con malicia, pero a la vez sienten frustración al percibir que su “pequeño” o “pequeña” no obedece a razones, porque tienen muy asumido que su deber es aconsejar en todo momento y que el simple hecho de haber vivido más da autoridad sobre casi cualquier tema.
Consejos ante padres y madres demasiado invasivos y absorbentes en la adultez
Si eres una persona adulta que siente malestar por la actitud absorbente, sobreprotectora o incluso aparentemente entrometida de tus padres, sigue estas pautas.
1. Practica la asertividad
Que tu padre o tu madre ya se haya acostumbrado a tratarte así durante años no es excusa para no hablar sobre ello si te hace sentir mal, al contrario, revela que hay que “abrir ese melón” cuanto antes, porque si no, seguirá enquistándose en vuestra relación. Mostrar desacuerdo o malestar ante el modo en el que te tratan no es malo, dado que si abordas el tema desde una manera de hablar que deje claro que buscas acuerdos y no simplemente acusar o hacer que se sientan mal, va implícito que crees a la otra persona capaz de modificar su comportamiento.
Por ello, apuesta por la asertividad: no te dejes nada importante en el tintero, pero exprésalo sin que resulte un ataque. Lo importante no es que lo que digas no moleste (esto no es algo que puedas controlar totalmente) sino que la posible molestia que pueda causar no sea interpretada como un ataque o una falta de respeto intencionada.
2. Acostúmbrate a detectar el umbral del enfado
Todos los momentos en los que sientas que el modo en el que se comportan contigo tus padres son proclives a ser discutidos desde el respeto y buscando soluciones, como ya hemos visto. Sin embargo, es importante aprender a escucharse a uno mismo en lo relativo a las propias emociones y, en los momentos en los que notemos que estamos muy enfadados, lo mejor es dejar de discutir y dejar que pase un tiempo antes de seguir hablando el aspecto sobre el que debéis llegar a un acuerdo. Eso sí, cuidado con convertir estos “descansos” para calmarse en excusas para no volver a sacar el tema.
3. Si ves que se sienten muy mal, expresa gratitud
Puede ser que el hecho de que les pidas espacio sea visto como una minusvaloración del trabajo que han hecho criándote. Deja claro que la cuestión no es esa, y que agradeces los sacrificios que han realizado, en mayor o menor medida, para que llegues a ser la persona adulta que eres.
4. Pactad unas normas básicas para que respeten tus espacios
El hecho de establecer estas normas permitirá establecer criterios objetivos para saber si se producen progresos en vuestra relación, y en qué medida. Por ejemplo: “cuando trabaje desde casa, no entréis a mi estudio en horario laboral”. Cuanto más concretas sean estas normas en lo relativo a las referencias espacio-temporales de lo que no se debe hacer, mejor, pero no las llenes de detalles innecesarios ni de excepciones o todo será demasiado complicado. Eso sí, procura que no sean más de tres o cuatro a la vez o resultará inasumible adaptarse a todos esos cambios en tan poco tiempo y terminaréis frustrándoos y tirando la toalla.
5. Si sigues teniendo problemas, acudid a terapia familiar
A veces, la única medida eficaz es abordar el tema a través de la forma de intervención psicológica pensada para superar esta clase de problemas relacionales: la terapia familiar. Se basa en sesiones de periodicidad semanal en la que no solo se abre una vía de comunicación honesta y mediada por profesionales, sino que además se proponen ejercicios para aplicar nuevas formas de gestionar las emociones, de expresarse ante los demás y de facilitar que estos también se expresen del modo correcto, desde una mentalidad constructiva y en la que discutir no equivale a pelearse.
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Soy psicólogo especializado en el modelo de intervención cognitivo-conductual, así como Director del Centro de Consultoría Psicológica CECOPS, y atiendo a adultos jóvenes, parejas y familias. Puedes contar con mi apoyo profesional tanto en sesiones presenciales (en mi consulta de Madrid) como a través de sesiones online por videollamada. En esta página encontrarás mis datos de contacto.
Referencias bibliográficas:
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