Resulta curioso que algo que es totalmente gratuito nos cueste tanto demostrarlo. ¡Toca ser amables! Si no lo vamos a hacer por los demás, al menos hagámoslo para nosotros, puesto que las personas amables lo tienen más fácil en la vida.
La amabilidad abre puertas. Una persona amable tiene más facilidades que una persona que no lo es, simplemente por el hecho de que resulta más agradable para su círculo social y puede tener más oportunidades y beneficios de él.
Hoy vamos a ver las claves para aprender cómo ser más amable con los demás.
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¿Cómo ser más amable en tus relaciones personales?
Las relaciones son fuente de satisfacción y bienestar, motivo por el cual debemos mantenerlas y mimarlas. Nuestra red de apoyo social, conformada por amigos, familiares y otras personas importantes, nos sirve para confesarles nuestras emociones y opiniones, liberando estrés. No contar con esa red social es un problema dado que nos guardamos nuestras emociones que pueden degenerar en mucha inestabilidad emocional, agravada por un sentimiento de soledad e incomprensión.
La amabilidad es una actitud personal positiva tanto para nosotros como individuos como para aquellos que nos rodean. Es esa energía que nos mantiene conectados al resto de la sociedad, que nos protege de la soledad y del malestar asociado. La amabilidad es aquello que fortalece nuestras relaciones interpersonales, fundamentales para nuestra salud mental teniendo en cuenta que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo interactuando con otras personas.
Dependemos de los demás y por eso debemos ser amables. Todo el mundo influye de alguna forma en nuestras vidas: padres, hijos, hermanos, subordinados, jefes, el de la gasolinera… Haciendo que los demás se sientan cómodos nos traerá muchos beneficios y ventajas. Las personas son más propensas a hacer favores a aquellos que les caen bien, aquellas personas que sienten que los respetan. Por eso vamos a ver algunos consejos para ver cómo ser más amable:
1. Llámale por su nombre
Si sabes cómo se llama esa persona, llámala por su nombre. Casi todo el mundo prefiere ser llamado por su nombre antes que por algún apelativo genérico. Llamar por el nombre fortalece la relación y personaliza el trato, y es muchísimo más educado que llamar a alguien “chica/o”, “oye, tú”, “guapa”, “macho”, “tío” y demás
Siempre puede haber alguna excepción, pero por regla general esas frases suelen ser bastante humillantes e, incluso, cosificantes. Si se trata de una persona a la que vemos casi cada día, lo mínimo es aprenderse su nombre después de tanto tiempo. Si se ha dado la casualidad de que ella sí se ha aprendido el tuyo y tú todavía no te sabes el suyo puedes quedar como un completo cretino.
Puede darse la casualidad de que la otra persona tenga un nombre poco común o que te suena “étnico”. Quizás hayas usado esa excusa para no molestarte en aprenderte su nombre, a pesar de que la otra persona te ha repetido una y otra vez cómo se pronuncia perdiendo su valioso tiempo, paciencia y salud mental. Puedo asegurar que tener que repetir a alguien día sí y día también cómo me llamo porque no se ha molestado en prestar atención y memorizarse cuatro fonemas no me invita a perder mi tiempo con esa persona.
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2. Usa siempre las palabras mágicas
La educación es algo que, en mi humilde opinión, se está extinguiendo en este nuestro siglo XXI.
¿Tanto cuesta ser educado con los demás? Nuestro idioma dispone de palabras y expresiones mágicas que suavizan las peticiones, convirtiendo órdenes imperativas en amables solicitudes. No cuesta nada empezar las peticiones con frases como “por favor”, “serías tan amable...”, “te importaría...” y demás. Son expresiones de amabilidad, respeto y consideración hacia los demás. Da igual que sea un compañero de trabajo, tu familia o un camarero del bar de la esquina. Habla de forma educada. Los demás lo apreciarán mucho.
3. Devuélvele los detalles
En este mundo hay personas más detallistas que otras, y eso no es nada malo. A algunos no nos sale de forma natural hacer pequeños regalos a los demás, y eso no significa que seamos unos desconsiderados o mala gente, simplemente que no sale de nuestro interior ser así.
Sin embargo, si alguien nos ha hecho un pequeño detalle en forma de regalo, pagándonos un café o regándonos las plantas sin pedir nada a cambio, está bien devolvérselo. Cierto que no nos lo ha hecho para que se lo devolvamos, pero socialmente queda feo que no le retribuyamos de alguna forma. Por eso es tan importante devolver los detalles, aunque sea de una forma modesta y mínima. La próxima vez que la veas, págale el café o regálale una bolsa de caramelos. Ten detalles con quien los tiene contigo.
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4. Sonríe, que abre puertas
La mirada, la sonrisa, los gestos… es decir, el lenguaje corporal es una comunicación que, aunque silenciosa, transmite muchos significados. No es lo mismo decir algo con la cara seria que decir lo mismo sonriendo. Dependiendo de cómo las acompañemos, nuestras palabras se pueden convertir en el más ofensivo de los insultos o en auténticos halagos. Las sonrisas abren puertas, puesto que vemos a las personas sonrientes como más alcanzables, más abiertas a mantener una conversación y a escuchar.
5. Escucha activamente
Si alguien nos habla, lo mejor es dejarle acabar antes de dar nuestra opinión. Este principio que parece tan básico es muy pocas veces respetado. Es difícil considerar a una persona como amable si no para de interrumpirnos, no nos deja decir todo lo que le tenemos que decir.
Ten paciencia, deja que acabe, no te adelantes a lo que esté comentando y ni se te ocurra acabar tú la frase. Las interrupciones generan inseguridad y frustración a tu interlocutor, emociones que no le invitarán a mantener más conversaciones contigo.
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6. No desconfíes tanto
Puede sonar muy inocente, pero es bueno esperar cosas positivas de los demás. Las personas que desconfían de los demás suelen tener más problemas para establecer relaciones de calidad. El miedo a que los demás lo traicionen les impide ser completamente honestos con ellos, les cuesta compartir y no se atreven a mantener relaciones profundas.
Es cierto que en el mundo hay gente poco honesta, mentirosa y desleal, pero no es la regla general. Protegerse todo el tiempo de los demás solo nos traerá aislamiento y negatividad. Hay que abrirse hacia los demás, por ello no desconfíes tanto y espera cosas buenas. La mayoría de la gente no alberga mal en su interior.
7. Pregunta qué tal su día
Una de las formas de demostrar verdadera amabilidad es mostrar interés por la vida de los demás. Todo el mundo tiene su propia historia que contar, pero a veces no la pueden compartir.
No obstante, si alguien le pregunta, si alguien muestra interés por saber qué le ha pasado y cómo se siente, la persona siente que a alguien le importa, que alguien valora cómo ha ido su día. Por ello es muy buena idea preguntar qué tal ha ido el día a nuestros conocidos, seguro que nos lo agradecerán y les haremos sentirse mejor.
8. Alegría para todos
El sentido del humor es un potente imán que atrae a las buenas relaciones. Si bien no es sinónimo de amabilidad, sí que contribuye a que los demás nos vean como personas accesibles, personas con las que es agradable pasar un tiempo. No debemos confundir esto con ser el gracioso de la oficina o burlarse de los demás, sino con ver la parte divertida de la vida. Ser alegre, divertido y desenfadado es una forma muy prosocial de comportarse.
En cambio, las personas de apariencia seria aparentan difícil accesibilidad, personas con las que parece que va a ser difícil relacionarse. No sabes muy bien de qué humor se encuentran hoy ni tampoco sabes muy bien cómo dirigirte a ellas. Esto hace muy complicado interactuar con ellas, además de que la incertidumbre y el miedo a cómo puedan reaccionar nos provoca estrés. Nos puede llegar a intimidad, y una persona que intimida, aunque no sea mala persona ni nos haya hecho nada malo, no nos parece amable.