Si el propio nombre de las relaciones tóxicas ya indica que son relaciones no solo poco satisfactorias, sino también dañinas.. ¿Por qué son tan comunes y pueden llegar a alargarse tanto en el tiempo?
Lo cierto es que más allá de lo que pueda parecer por sentido común, una vez se está dentro de una de estas dinámicas de trato frecuente con alguien con quien nos une un vínculo emocional, hacer “borrón y cuenta nueva” suele resultar complicado.
A la hora de la verdad, los seres humanos tendemos a no gestionar nuestra vida social desde la racionalidad pura y la visión a medio y largo plazo, y si bien eso no es necesariamente malo en todas las situaciones, nos predispone a ir alimentando amistades, noviazgos y matrimonios que no nos hacen ningún bien.
Así pues… ¿Cuáles son los elementos psicológicos que nos llevan a mantener viva una relación tóxica y que nos hacen estar “atrapados” en ella? Veámoslo.
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¿Qué es una relación tóxica?
El término “relación tóxica” se utiliza para referirse a dinámicas de interacción social relativamente estables y que involucran un componente afectivo, y que generan mucho malestar en una de las personas involucradas o en ambas. Es decir, es un concepto que puede englobar una gran variedad de relaciones en las que a pesar de que exista un vínculo emocional que lleva a buscar la presencia de la otra persona, a medio y largo plazo ese hecho resulta psicológicamente negativo.
Así, las relaciones tóxicas pueden darse tanto en el contexto de las relaciones de pareja como en las familiares y en las de amistad. Sin embargo, en los casos en los que los daños resultan más extremos y en ciertos momentos clave existe la intención de producir daños (físicos o psicológicos) a la otra persona, no se habla de relaciones tóxicas sino de maltrato, ya sea unidireccional o bidireccional.
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¿Qué mantiene viva una relación tóxica?
Estos son los aspectos que nos predisponen a mantenernos dentro de las relaciones tóxicas, haciendo que su influencia en nuestras vidas y en nuestra identidad vaya consolidándose cada vez más. No tienen por qué darse todos a la vez en todos los casos.
1. El gaslighting
El gaslighting es un tipo de manipulación psicológica que consiste en negar la realidad intencionadamente para intentar que la víctima se cuestione su propia salud mental y capacidad para percibir las cosas.
Por ejemplo, se plasma en un amigo que niega rotundamente y de manera repetida hacerle dicho algo a la víctima (cuando en realidad sí lo dijo), o en un marido que afirma que hace unos días ocurrió un hecho objetivo que tanto él como su esposa vieron y que en realidad jamás tuvo lugar, o incluso en alguien que insinúa que su novio sufre demencia porque ha visto claros indicios de infidelidad por su parte.
A la vez que el gaslighting produce dolor emocional, este desgaste de la autoestima en la víctima hace que se sienta más desprotegida ante el mundo, lo cual hace que la opción de romper con esa relación (y por consiguiente, perder el supuesto apoyo que esa persona ofrece) resulte intimidante.
Por otro lado, el gaslighting hace que se pase fácilmente de una relación tóxica a una clara dinámica de maltrato, e incluso puede dejar secuelas.
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2. El chantaje emocional
El chantaje emocional consiste en hacer que una persona se sienta culpable por dejar de ofrecer un apoyo psicológico o material a alguien que en realidad no lo necesita, o al menos no tanto como deja que se intuya. Es decir, se hace que toda la carga de la relación se apoye sobre las espaldas de una de las personas involucradas, haciendo que se sienta mal por el simple hecho de plantearse cortar con esa relación o al menos cambiar radicalmente esa dinámica para impulsar un vínculo más equitativo y justo.
Así, el chantaje emocional lleva a mucha gente sujeta a relaciones tóxicas a continuar con esa dinámica dañina porque de lo contrario se sentirían mal consigo mismas, al haber interiorizado la creencia de que la otra persona necesita que todo siga yendo de esa manera y no podría adaptarse a otra situación.
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3. La presión social
La presión social lleva a muchas personas a no atreverse a romper con una relación tóxica por miedo a decepcionar a sus amigos y/o familiares. Y es que culturalmente existe cierta tendencia a desear que las relaciones afectivas o amorosas se plasmen en una unión de convivencia o trato cotidiano que dure para siempre mientras vivan esas personas, sobre todo en el caso del noviazgo y el matrimonio.
Del mismo modo, la estigmatización de las personas solteras también juega un papel importante en el caso de las relaciones de pareja.
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4. El pensamiento ilusorio vinculado a las ganas de “cambiar” a la otra persona
El pensamiento ilusorio es lo que en inglés se conoce como “wishful thinking”, y consiste en confundir los propios deseos con indicios de que ese hipotético futuro al que queremos llegar tiene muchas posibilidades de producirse. En el caso que os ocupa, el pensamiento ilusorio mantiene a flote las relaciones tóxicas llevando a las personas a pensar que la otra está cambiando a mejor o está a punto de hacerlo, de modo que si se tiene un poco de paciencia, esa relación dejará de ser dañina.
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5. La expectativa de dependencia económica
El hecho de percibir que no se cuenta con la capacidad de mantener una vida independiente por motivos económicos también hace que muchas personas se sientan forzadas a seguir reproduciendo todas las acciones necesarias para mantener una relación tóxica con quien les ofrece dinero, cuidados, un techo...
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