La familia es uno de los elementos más importantes y con mayor peso en el desarrollo del ser humano. Nuestros padres, madres y hermanos/as van a ser los primeros seres con los que entramos en contacto, y de ellos vamos a ir aprendiendo diferentes habilidades, hábitos, valores y maneras de ver y actuar en el mundo.
Sin embargo vivimos en una sociedad compleja que hace que, a menudo, existen diferentes tipos de dificultades (desde horarios de trabajo discordantes a divorcios o separaciones, pasando por la necesidad de emigrar de uno de los progenitores o la falta de comprensión de las necesidades de un nuevo miembro de la familia) para que los miembros de una misma familia compartan su tiempo de manera productiva. Es por ello que es a menudo necesario elaborar diferentes políticas y mecanismos para facilitar la integración familiar, un concepto del que vamos a hablar a lo largo de este artículo.
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El concepto de integración familiar
Se entiende por integración familiar al grado de salud, armonía y equilibrio existente en las relaciones mantenidas dentro de los miembros de una familia, incluyendo y valorando a la persona y a su rol dentro del núcleo familiar.
Mantenerla requiere de esfuerzos, actividades y acciones llevadas a cabo que permitan una relación y vinculación fuerte, estructurada y coherente de todos y cada uno de los miembros de un núcleo familiar, de tal manera que la familia funcione de manera organizada y funcional y genere bienestar para cada uno de sus integrantes. Se pretende con ello lograr un entorno familiar sano y que permita un desarrollo de la familia como un todo, con especial interés en generar armonía y relaciones de confianza y unión entre sus componentes.
Generalmente, cuando hablamos de integración familiar estamos haciendo referencia a los esfuerzos para mantener una unión y vínculo fuerte y respetuoso en el interior de la familia en el que los adultos puedan implicarse en la vida de sus hijos, permitiendo que todos los miembros de la familia mantengan una vinculación de calidad y actúen como figuras de referencia.
Una buena integración familiar permite fomentar valores positivos y garantizar una educación de calidad a través de dedicar y disponer del suficiente tiempo y esfuerzo como para realizar actividades conjuntas y favorecer la buena relación entre los integrantes de la familia, así como la implicación de ésta en la vida de sus miembros. Para ello es necesario que los miembros del grupo familiar compartan tiempo de calidad, así como que exista comunicación y se expresen miedos, dudas, emociones, alegrías y valores.
Otro aspecto que puede resultar importante es no solo como se comporte la familia de manera interna sino cómo se vincula con el resto de la sociedad y del medio, incluyendo trabajo, amistades o actividades de ocio.
Asimismo, la relación debe ser buena no solo con los miembros más jóvenes de la familia, sino también entre el resto de sus integrantes incluyendo la relación de pareja (en caso de haberla). Una buena interrelación no solo es buena para fomentar la unión entre ellos sino que también tiene un efecto en el resto de la familia (especialmente en los niños). Esto no quiere decir que una pareja mal avenida deba permanecer junta a pesar que no quiera hacerlo, pero sí que su interacción sea o suficientemente respetuosa como para que el resto del entorno y especialmente los hijos no se vean perjudicados por ella o sientan culpables de su mala relación.
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La relevancia de favorecerla
La integración familiar no es algo que se lleve a cabo porque sí. Se ha demostrado que aquellas familias en que existen dinámicas que permiten esta vinculación permiten el desarrollo evolutivo sano de todos sus componentes y especialmente de los niños, los cuales pueden desarrollar una autoestima fuerte y una serie de valores positivos que permiten la convivencia con los demás.
Se favorece también la comunicación y se hace más sencilla la búsqueda y aplicación de límites coherentes, siendo además estos más fácilmente comprensibles para los menores. También puede llegar a dificultar que se presenten valores antisociales, tendentes a la agresividad o la búsqueda de relaciones de poder desiguales. Del mismo modo también se dificulta la posible búsqueda de maneras de evadirse de la realidad (como las drogas) y se favorece una búsqueda más activa de solución a los problemas que se presenten.
Se ha observado también que la ausencia de una buena integración familiar favorece problemas de concentración, menor productividad, tendencia al malestar y a la tristeza, menor capacidad de afrontar situaciones estresantes o menor capacidad de socialización.
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¿Qué puede dificultar la integración familiar?
Como hemos dicho, mantener la integración familiar es algo muy importante para conseguir generar un entorno y clima positivo entre los miembros de una familia y que esta se desarrolle con normalidad. Pero lo cierto es que existe una gran cantidad de factores que pueden perjudicar dicha integración.
Una de ellas y probablemente la más habitual es la dificultad a la hora de conciliar familia y trabajo, especialmente si los horarios o el tipo de empleo hace que los menores pasen mucho tiempo solos o que alguno de los progenitores apenas pase tiempo con ellos. En este sentido, resulta recomendable buscar momentos a pasar de manera conjunta e intervenir a través de juegos y actividades diversos.
La existencia de desigualdades en las relaciones de pareja, minusvaloración de las necesidades de alguno de los miembros del entorno familiar o la presencia de problemas tales como criminalidad, adicción a sustancias o violencia intrafamiliar son también causa de problemas de desintegración familiar, generando además un modelo negativo para el desarrollo del menor.
Situaciones de desempleo continuado, exclusión social y/o pobreza extrema también pueden generar dificultades para mantener dicha integración. Otra posible dificultad de especial importancia es la ausencia de percepción de las necesidades de los miembros de la familia, tanto a nivel de pareja como de hijos. Ello podría verse por ejemplo en algunos niños con necesidades educativas especiales, como podría ser caso de menores con discapacidad intelectual, autismo, parálisis cerebral o trastornos mentales.
Si se capta la presencia de dificultades para mantener una unión y vínculo normativos puede ser de utilidad acudir a algún tipo de terapia familiar, mediación u orientación familiar de cara a buscar soluciones a los problemas que puedan surgir. En este caso se puede recurrir a familiares, como por ejemplo los abuelos, o a cuidadores profesionales, pero en este sentido se hace necesario el desarrollo de políticas sociales por parte de la administración y del sector empresarial para permitir que exista una conciliación real.
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