​¿Por qué nos gusta la telebasura (aunque no lo admitamos)?

Contenidos televisivos de paupérrima calidad, y sin embargo los seguimos viendo. ¿Por qué?

Hace ya mucho tiempo que se ha formado una fuerte queja sobre los contenidos y los formatos de una parte de lo que ofrece la televisión.

El concepto de la telebasura hace referencia a esos contenidos morbosos, centrados normalmente en la exageración, que buscan entretener exhibiendo situaciones que supuestamente no son ficticias y que resultan dolorosas o humillantes. Programas que no reflejan valores positivos, sino todo lo contrario.

Sin embargo, y aunque resulte extraño, la telebasura gusta, y mucho. Muchas cadenas de televisión programan este tipo de contenidos en las franjas horarias de máxima audiencia porque quieren captar con ellos la mayor cantidad posible de televidentes.

Es decir, que sabemos que la telebasura no es algo deseable, pero sin embargo nuestras acciones no son congruentes con estos pensamientos. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué gusta la telebasura? A continuación plantearé posibles respuestas.

Telebasura: ofreciendo contenido prohibido

Si tuviésemos que destacar una característica definitoria de la telebasura, esta sería, probablemente, la de utilizar contenidos morbosos que desde ciertos parámetros morales no deberíamos estar viendo. La telebasura nos ofrece lo prohibido en la comodidad de nuestra propia casa, y podemos disfrutar de ello a solas o rodeados de gente de confianza.

Eso significa que, en comparación con otros entretenimientos, compite con ventaja, al sacrificar la buena imagen y la ética periodística en favor de la posibilidad de ofrecer lo que nadie más ofrece.

La promesa de que con cada programa veremos algo que nos sorprenderá hace que pensemos en ello incluso durante el tiempo que pasamos lejos de la pantalla, y las narraciones paralelas sobre lo que va a pasar que nos vamos inventando en nuestra imaginación hacen que tengamos ganas de ver el desarrollo real de la historia, para lo cual debemos volver al programa.

Espectadores adictos al morbo

Puede que el contenido de la telebasura sea malo y que sea evidente que es ficticio en buena parte, pero eso no hace que deje de sorprendernos y de atraer nuestra atención. Y es nuestra atención, siempre en busca de estímulos novedosos que pueden llevarnos a un estado de activación elevado, la que nos hace volver a estos programas, como si fuese una especie dependencia a una droga.

A lo que nos volvemos adictos con la telebasura, sin embargo, no es a una droga, sino a ciertas sustancias que segrega nuestro propio cuerpo cada vez que una línea narrativa se soluciona tal y como queríamos y cada vez que vemos algo que nos divierte, como una celebridad quedando en ridículo.

A medida que vamos asociando este estado de bienestar producido por estas sustancias con el hecho de ver telebasura, más interés tenemos en seguir viendo estos programas. Se trata de un impulso que va más allá de la razón: aunque creamos que el programa no merece nuestra atención porque sus características encajan con las de la telebasura (y ni la telebasura ni las personas que ven habitualmente telebasura suelen gozar de buena imagen), el hecho es que el cuerpo nos pide encender el televisor.

Falsa sensación de sociabilidad

Una de las características de muchos programas de telebasura es que en su desarrollo hay personas recurrentes que expresan sus opiniones y creencias de un modo totalmente directo y, aparentemente, sin filtros. Es esta actitud pretendidamente honesta la que hace que aparezca el conflicto y el espectáculo que tanto se busca.

Sin embargo, otra de las consecuencias de esta clase de formatos es que se parece mucho a una reunión de amigos. Las bromas y el escaso filtro moral hacen que el programa sea fácilmente comparable a lo que ocurre en una cena informal en la que se cuentan chistes y se esparcen rumores.

De esta manera, al ver ciertos programas de telebasura se puede llegar a engañar al cerebro para que se comporte tal y como lo haría en un contexto social verdadero, aunque realmente sólo esté mirando el televisor. Esto puede llegar a saciar la necesidad de relacionarse con personas reales sin exponerse a las situaciones molestas que pueden aparecer al salir de casa para relacionarnos con gente de verdad.

La mejora de la autoestima

Paradójicamente, la telebasura podría hacer que nos sintamos mejor con nosotros mismos. ¿Por qué? Porque nos hace creer que nuestras imperfecciones son algo muy normal y que la mayoría de las personas tiene más cosas que esconder.

Esta idea parte de lo que se conoce como Teoría de Cultivo, según la cual la exposición a la televisión (o a otros medios similares) hace que creamos que la realidad se parece a lo que puede verse en esos canales. La telebasura normaliza los sucesos escabrosos y las muestras de ridículo, y compararse con las personas que aparecen allí y que además o están interpretando un papel o solo muestran su faceta más trágica, escabrosa o cómica, resulta cómodo. Algo que nos hace sentir confort y que nos hace repetir.

Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.

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