En algunas de las antiguas tribus de la región de Natal en Sudáfrica se practica un saludo simple pero profundamente significativo. Al encontrarse, uno dice: Sawubona, que significa “Te veo”, y el otro responde Sikkhona, que significa “Estoy aquí”. Este intercambio, aparentemente sencillo, encierra el verdadero significado de la Presencia: un reconocimiento mutuo de existencia, de atención y de estar completamente disponibles el uno para el otro, en cuerpo, mente y alma.
Hoy, en una sociedad donde la actividad frenética reina, este gesto se convierte en una metáfora de lo que nuestras relaciones anhelan: un espacio donde ser vistos y estar presentes sea posible. Pero ¿qué significa realmente estar presente? ¿Cómo cultivamos este estado que parece escurrirse entre las exigencias del pasado y las preocupaciones del futuro?
Presencia: más allá de estar físicamente
La palabra presencia tiene su raíz en el latín praesentia, que significa “estar delante de”. No se trata únicamente de ocupar un espacio físico junto a alguien; la presencia es una cualidad del ser, un estado en el que nuestra atención y energía se encuentran completamente aquí y ahora.
En las relaciones, estar presente es mucho más que escuchar palabras o acompañar en silencio; es un acto de apertura total. Es ofrecer al otro nuestra disponibilidad en todas nuestras dimensiones, dejando de lado juicios, expectativas o distracciones. La presencia es un regalo poderoso, porque cuando estamos verdaderamente disponibles para alguien, no solo fortalecemos el vínculo, sino que también creamos un espacio donde uno puede expresarse con libertad.
El vacío necesario para estar presente
Para poder ofrecer nuestra presencia, primero debemos aprender a vaciarnos. Este vaciamiento no es una renuncia a nuestra identidad, sino una liberación de todo aquello que nos impide estar plenamente disponibles. Y ¿qué puede ayudarnos a ello? Podemos empezar por cerrar el pasado con gratitud haciendo consciente y soltando las heridas y recuerdos que limitan nuestras relaciones y permitiéndonos integrar sus sombras y aprendizajes sin quedar atrapados en ellos.
Del mismo modo, liberarnos de la ansiedad del futuro nos permite descansar en el presente con confianza, sin dejarnos arrastrar por miedos o expectativas. Cuando soltamos el peso del pasado y del futuro, podemos realmente estar aquí y ahora, abiertos a la autenticidad del encuentro.
La escucha profunda y el silencio: puertas a la verdadera Presencia
Una vez hemos aprendido a vaciarnos, podemos manifestar esta presencia en nuestras relaciones a través de la escucha y el silencio. La escucha profunda es una de las formas más puras de presencia. No se trata solo de oír palabras, sino de percibir las emociones, la energía y todo aquello que queda implícito en el silencio del otro.
Para escuchar de verdad, es necesario dejar a un lado pensamientos, juicios y la necesidad de responder. En este estado de apertura, la comunicación deja de ser un simple intercambio de información y se convierte en un espacio de conexión genuina, donde el otro se siente plenamente visto y acogido.
El silencio, lejos de ser vacío o ausencia, es un espacio vivo donde la presencia se profundiza. Cuando callamos no solo externamente, sino también internamente, dejamos de llenar los momentos con respuestas automáticas y aprendemos simplemente a ser.
En este silencio auténtico, la relación se libera de la urgencia de intervenir o llenar vacíos, y surge una conexión más auténtica. Permanecer en silencio junto a alguien, sin la necesidad de ocuparlo con palabras, es un acto de entrega total, donde el alma habla y el vínculo se fortalece.
Relacionarse desde la “presencia”
Cuando aprendemos a estar presentes, nuestras relaciones dejan de ser transacciones basadas en necesidades o expectativas y se convierten en encuentros profundos entre dos esencias. Relacionarse desde la presencia es mirar al otro más allá de sus roles o etiquetas, reconociendo su ser. Es un acto de amor incondicional, donde la conexión trasciende las palabras y se convierte en un espacio de mutuo crecimiento.
Estar presentes es lo que nos hace estar en sintonía con el otro, lo que nos ayuda a crear construir y fortalecer el vínculo. Esta forma de relacionarse no solo enriquece nuestras conexiones, sino que también nos transforma a nivel personal. La presencia nos recuerda que no estamos separados del otro, que cada relación es un espejo que nos invita a conocernos más profundamente.
Conclusiones
La presencia es mucho más que estar físicamente junto a alguien, es habitar el momento con total apertura, con la mente y el corazón disponibles hacia el otro. Estar presente es la cualidad de estar plenamente aquí y ahora, sin perdernos en el ruido del pasado ni en la incertidumbre del futuro, entregándonos a la autenticidad del encuentro.
De este modo, la presencia se convierte en un puente más profundo de conexión y sintonía con el otro. En ese espacio de silencio y escucha, nuestra esencia habla, el vínculo se fortalece y la relación se convierte en un verdadero encuentro. Desde esta apertura genuina podemos ver y ser vistos en nuestra totalidad, sin máscaras ni barreras.
¿Cuánta presencia estamos realmente ofreciendo en nuestras relaciones? ¿Qué podemos hacer para estar más presentes en nuestras relaciones? ¿Cuál sería el impacto en nuestras relaciones si estuviéramos más presentes?


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