La carrera profesional de Alfred North Whitehead comenzó como matemático, con la publicación de la Principia Mathematica, la colosal obra en tres volúmenes que escribió junto a su antiguo estudiante Bertrand Rusell y que significó un hito en la literatura sobre esta ciencia.
Sin embargo, su extraordinaria inteligencia y su inquietud le encaminaron pronto hacia la filosofía, especialmente hacia el campo de la metafísica, donde también destacó como uno de los pensadores más brillantes del siglo XX.
Hoy conoceremos la vida de Alfred North Whitehead y las aportaciones que hizo a las matemáticas y a la filosofía.
Breve biografía de Alfred North Whitehead, matemático y filósofo
Nació en una Inglaterra agitada por la Segunda Revolución Industrial y cabeza de un imperio que se extendía hasta la India. Whitehead vino al mundo en una familia muy interesada por la educación, pues su padre era profesor de la escuela que Thomas, el abuelo de Alfred, había fundado a principios del siglo XIX. En pocas palabras, el pequeño Whitehead llevaba la enseñanza en las venas.
Y, efectivamente, se ganó la vida ejerciendo el profesorado en varios de los centros más prestigiosos del mundo: el Trinity College de Cambridge, la University College de Londres o la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, fueron los principales escenarios donde presentó sus interesantes y, a menudo, difíciles ideas.
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Pasión por las matemáticas
Whitehead ya destacó en sus años de educación primaria como un niño de inteligencia y talento extraordinarios. Ya hemos comentado que provenía de una familia de profesores; su padre, Alfred Whitehead, daba clases a los niños que asistían a la escuela que el abuelo Thomas había fundado, la Chatham House Academy, en Kent, Inglaterra. En sus escritos, y según recoge el principal biógrafo de Whitehead, Victor Lowe (ver bibliografía), el futuro matemático recuerda con cariño tanto a su padre como a su abuelo, dos personas que, según él, habían sido tremendamente exitosas y educadas.
No dedica los mismos recuerdos a su madre, Maria Sarah Whitehead (Buckmaster de soltera). De hecho, no la menciona en ninguno de sus textos, lo que ha llevado a algunos estudiosos a creer que Alfred North tenía con ella una mala relación. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, antes de morir, Whitehead ordenó a sus allegados que destruyeran todos sus papeles una vez fallecido, por lo que muchos de sus documentos no han sobrevivido.
Sí sabemos que cursó estudios en Sherborne, en Dorset, en uno de los mejores centros de enseñanza públicos del país, donde destacó especialmente por sus dotes en deporte y matemáticas. La pasión por las ciencias puras le acompañaría toda su vida, pues en 1880 se matricula en el Trinity College para cursar la licenciatura de matemáticas, cuyo grado consigue en 1884, además de sobresalir como cuarto wrangler de la universidad.
Los wranglers eran los estudiantes del Trinity que habían recibido menciones especiales durante el tercer año de carrera, lo que nos da una idea de las capacidades matemáticas y lógicas del joven Whitehead.
En 1910, junto a un ex alumno suyo (nada menos que el también matemático Betrand Russell) inicia un ambicioso proyecto: la Principia Mathematica, cuya misión era poner por escrito el conjunto de axiomas por los que las matemáticas pueden ser demostradas. Para ilustrar la complejidad de la obra (que finalmente se compuso de tres volúmenes de más de 2.000 páginas), diremos que Whitehead y Russell dedicaron todo el primer volumen y parte del segundo a demostrar mediante axiomas y reglas que, efectivamente, 1+1=2.
La Principia Mathematica era una obra demasiado ambiciosa y su público estaba excesivamente restringido, pues sólo era comprensible para los especialistas en matemáticas. Como era de esperar, el libro (o los libros, mejor dicho), a cuya redacción habían dedicado nada menos que tres años, deparó sonadas pérdidas a los autores. De cualquier forma, la Principia Mathematica de Whitehead y Russell se ha erigido como uno de los monumentos imprescindibles en el ámbito de las ciencias puras, que marcó el inicio de una trayectoria profesional imparable.
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Cuestiones de metafísica
Pero la inquieta mente de Whitehead no iba a detenerse en las matemáticas, por mucho que fuera un campo perfecto para su afiladísima inteligencia. Siempre se había sentido profundamente atraído por la filosofía y las cuestiones metafísicas, pero su escasa formación al respecto había hecho que Whitehead dejara estas disciplinas al margen y apostara por las ciencias puras, su verdadera especialidad.
Pero, a pesar de su educación básica en materia filosófica, Whitehead se adentró en las primeras décadas del siglo XX en el resbaloso terreno de la metafísica, que le apasionaba. En 1920 publica su primera obra al respecto, The concept of Nature (El concepto de la naturaleza), cuyo enorme éxito le facilita el acceso a la presidencia de la Sociedad Aristotélica, puesto que ocupa entre 1922 y 1923. La filosofía de Whitehead no sólo es diferente, sino también complicada y oscura, lo que no deja de ser curioso en un hombre que se consideraba a sí mismo como un amateur en este campo. Sea como fuere, el éxito de su obra hace que, en 1924, la Universidad de Harvard lo invite a dar clases de filosofía en su facultad, cargo que desempeñará hasta 1937, año en que se retirará definitivamente de la enseñanza.
¿En qué consiste la metafísica de Whitehead? ¿Por qué tiene fama de ser tan compleja? En Proceso y realidad, publicado en 1929 y considerado por algunos como el “texto sobre metafísica más impresionante del siglo XX”, Whitehead pone en cuestionamiento las bases sobre las que se sustenta el concepto del universo y su funcionamiento.
Según Whitehead, el principal problema de la metafísica occidental es que considera la materia como algo “irreductible”, como un ente que existe independientemente de los otros, a pesar de que tienen contacto externo entre ellos. Pero para el filósofo, nada es igual en el tiempo y todo está en constante fluir, por lo que el cambio es algo esencial en el funcionamiento del universo.
Así, Whitehead está en contra del materialismo científico, que ve las cosas diferenciadas entre sí, cuando en realidad los objetos son sólo un conjunto de interrelaciones con otros objetos y con el mundo, a lo que él llama “proceso”. En otras palabras, las entidades son fluidas y están en constante cambio, y lo único que puede otorgarles cierta permanencia, añade Whitehead, es Dios.
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La educación como objetivo
Además de en los campos de las matemáticas y la metafísica, Alfred North Whitehead destacó en su empeño en mejorar el sistema educativo del Reino Unido, contagiado evidentemente por la vocación de su familia. En 1929, paralelamente a su obra cumbre sobre metafísica, el prolífico autor publica The Aim of Education and Other Essays, donde resume sus ideas de lo que debe ser una buena educación: lo más importante es que los estudiantes consigan establecer conexiones entre las diversas materias que la educación tradicional considera independientes entre sí.
El esfuerzo de Whitehead para conseguir una reforma en el sistema educativo le valió el llamamiento del entonces primer ministro británico, David Lloyd George, para que formara parte de un comité que pretendía analizar la situación de la enseñanza en Reino Unido.
Desde que fuera llamado a Harvard en 1924, Whitehead y su esposa, Evelyn, ya no se moverían de Estados Unidos. Algunos años antes habían tenido la desgracia de perder a uno de sus hijos, Eric, que con sólo diecinueve años había fallecido en servicio en la Primera Guerra Mundial. El matrimonio tenía otros dos hijos, Thomas North y Jessie, la única niña.
Whitehead falleció en 1947, pero su legado alcanza nuestra época. En los últimos años ha crecido enormemente el interés en el prolífico trabajo de este matemático y filósofo, y se ha venido aplicando en múltiples y variados campos, como la biología, la teología, la ecología, la economía y la psicología.