La Psicología ha dado a luz a gran cantidad de teorías y modelos teóricos por medio de los que se busca explicar el comportamiento humano.
Son propuestas concretas que en la mayoría de los casos sólo buscan explicar una parcela pequeña del conjunto de temas que puede explicar la psicología, ya que se basan en el trabajo que han ido realizando multitud de investigadores meses, años y décadas atrás. Sin embargo, todo este entramado de propuestas tuvo que empezar en algún punto en el que no se sabía prácticamente nada sobre cómo nos comportamos y percibimos las cosas.
¿Cómo era enfrentarse al estudio de la Psicología en esos años? ¿En qué consistía tener que poner los cimientos de la Psicología moderna?
Para responder a estas preguntas es conveniente echar la mirada atrás y revisar la vida y la obra de William James, un filósofo y psicólogo que se propuso investigar uno de los conceptos más básicos y universales en lo que respecta al estudio de la mente: la consciencia.
¿Quién fue William James?
La vida de William James empezó como la de cualquier representante de las clases altas americanas. Nació en el año 1842 en Nueva York, en el seno de una familia acomodada, y el hecho de poder disponer de los cuantiosos recursos económicos de sus padres le permitió formarse en buenas escuelas, tanto en los Estados Unidos como en Europa, y empaparse de las diferentes tendencias y corrientes filosóficas y artísticas que caracterizaban cada lugar que visitaba. Su padre, además, era un famoso teólogo muy bien relacionado, y la cultura burguesa que envolvía a toda la familia probablemente ayudó a que William James fuese ambicioso a la hora de fijarse metas vitales.
En definitiva, William James lo tenía todo para convertirse en una persona bien posicionada: los recursos materiales y también las influencias de las élites neoyorquinas relacionadas con sus parientes le acompañaban en ello. Sin embargo, aunque en 1864 empezó a estudiar medicina en Harvard, una serie de paréntesis académicos y complicaciones de salud hicieron que no terminase sus estudios hasta 1869 y, de todas formas, nunca llegó a ejercer como médico.
Había otro ámbito de estudio que llamaba su atención: el binomio formado entre la Filosofía y la Psicología, dos disciplinas que en el siglo XIX aún no se habían separado del todo y que por aquella época estudiaban los asuntos relacionados con el alma y el pensamiento.
Nace el William James psicólogo
En 1873, William James regresó a Harvard para impartir clases de Psicología y Filosofía. Ciertas cosas habían cambiado desde que se licenció en medicina. Había sometido su experiencia vital a un examen filosófico, y se había esmerado tanto en ello que se veía con fuerzas para convertirse en profesor a pesar de no haber recibido educación formal sobre el tema.
Sin embargo, a pesar de no haber asistido a clases de filosofía, los temas por los que se interesó eran del tipo de los que habían marcado los inicios de la historia de los grandes pensadores. Como no podía fundamentar sus estudios en investigaciones anteriores en Psicología porque esta aún no se había consolidado, se centró en estudiar la consciencia y los estados emocionales. Esto es, dos temas universales e íntimamente ligados con la filosofía y la epistemología al estar presentes en todas nuestras formas de interactuar con el entorno.
La consciencia, según James
A la hora de abordar el estudio de la consciencia, William James encontró muchísimas dificultades. No podía ser de otra forma, ya que, tal y como él mismo reconoció, es muy complicado llegar siquiera a definir lo que es la consciencia o ser consciente de algo. Y, si no se sabe acotar el objeto de estudio, es prácticamente imposible dirigir las investigaciones sobre este y hacer que lleguen a buen puerto. Es por eso que el primer gran reto de James fue explicar lo que es la consciencia en términos filosóficos para, después, poder poner a prueba sus mecanismos de funcionamiento y sus fundamentos comprobables.
Logró aproximarse a una idea intuitiva (aunque no del todo exhaustiva) de lo que es la consciencia trazando una analogía entre esta y un río. Se trata de una metáfora para describir la consciencia como si fuese un flujo incesante de pensamientos, ideas e imágenes mentales. Una vez más, en este punto puede comprobarse la íntima conexión entre el abordaje a la Psicología de William James y los temas filosóficos, ya que la figura del río ya había sido utilizada muchos milenios antes por Heráclito, uno de los primeros grandes pensadores de Occidente.
El precedente de Heráclito
Heráclito se enfrentó a la tarea de definir la relación existente entre el "ser" y el cambio que aparentemente forman parte de la realidad. Todas las cosas parecen permanecer y mostrar cualidades que las hacen estables en el tiempo, pero a la vez todas las cosas cambian. Heráclito sostuvo que el "ser" es una ilusión y que lo único que define a la realidad es el cambio constante, al igual que un río que, aunque en apariencia es una sola cosa que permanece, no deja de ser una sucesión de partes de agua que nunca más vuelven a repetirse.
William James creyó útil definir la consciencia como si fuese un río porque establecía de este modo una dialéctica entre un elemento estable (la consciencia en sí, lo que se quiere definir) y otro que está cambiando constantemente (el contenido de esta consciencia). Recalcaba así el hecho de que la consciencia está compuesta por unidades de experiencia únicas e irrepetibles, ligadas al aquí y el ahora, y que conducían de un "tramo" del flujo de pensamientos a otra parte del mismo.
La naturaleza de la consciencia
Eso implicaba reconocer que en la consciencia hay poco o nada que sea sustantivo, es decir, que pueda ser aislable y almacenable para su estudio, ya que todo lo que pasa por ella está ligado al contexto. Lo único que permanece en esta "corriente" es las etiquetas que queramos ponerle para definirla, es decir, nuestras consideraciones sobre ella, pero no la cosa en sí. A partir de esta reflexión William James llega a una conclusión clara: la consciencia no es un objeto, sino un proceso, del mismo modo que el funcionamiento de un motor no es en sí algo que exista separado de la máquina.
¿Por qué existe la consciencia, pues, si no puede ni ser ubicada en un tiempo y un espacio determinados? Para que nuestro cuerpo funcione, dijo. Para permitir que podamos servirnos de las imágenes y los pensamientos para sobrevivir.
Definiendo la corriente de pensamientos
William James creía que en el flujo de imágenes e ideas que constituyen la consciencia existen partes transitivas y partes sustantivas. Las primeras remiten constantemente a otros elementos de la corriente de pensamientos, mientras que las segundas son aquellas en las que podemos detenernos un tiempo y notamos una sensación de permanencia. Desde luego todas estas partes de la consciencia son transitorias en mayor o menor medida. Y, lo que es más importante, todas son privadas, en el sentido de que el resto de personas sólo las puede conocer indirectamente, a través de nuestra propia consciencia de lo que vivimos.
Las consecuencias prácticas de esto de cara a la investigación en Psicología eran claras. Esta idea suponía admitir que la Psicología experimental era incapaz de comprender totalmente, sólo a través de sus métodos, cómo funciona el pensamiento humano, si bien puede ayudar. Para examinar el flujo de pensamientos, dice William James, hay que empezar estudiando el "yo", que aparece a partir de la propia corriente de la consciencia.
Esto significa que, bajo este punto de vista, estudiar la psique humana equivale a estudiar un constructo tan abstracto como el "yo". Esta idea no gustó a los psicólogos experimentales, que preferían centrar sus esfuerzos en estudiar hechos comprobables en un laboratorio.
La Teoría de James - Lange: ¿Lloramos porque estamos tristes o estamos tristes porque lloramos?
Una vez hechas estas consideraciones básicas sobre lo que es y lo que no es la consciencia, William James pudo empezar a proponer mecanismos concretos por los cuales nuestros flujos de pensamiento guían nuestra conducta. Una de estas aportaciones es la Teoría de James - Lange, ideada por él y Carl Lange casi a la vez, según la cual las emociones aparecen a partir de la consciencia de los propios estados fisiológicos.
Así, por ejemplo, no sonreímos porque estamos alegres, sino que estamos alegres porque nuestra consciencia ha sido informada de que estamos sonriendo. Del mismo modo, no corremos porque algo nos ha asustado, sino que nos sentimos asustados porque comprobamos que estamos huyendo.
Esta es una teoría que atenta contra la manera convencional en la que concebimos el funcionamiento de nuestro sistema nervioso y nuestros pensamientos, y lo mismo ocurría a finales del siglo XIX. Hoy, sin embargo, sabemos que lo más probable es que William James y Carl Lange sólo tengan parte de razón, ya que consideramos que en ciclo entre la percepción (ver algo que nos asusta) y la acción (correr) es tan rápido y con tantas interacciones neuronales en una y otra dirección que no se puede hablar de una cadena causal en sólo un sentido. Corremos porque estamos asustados, y también estamos asustados porque corremos.
¿Qué le debemos a William James?
Las creencias de William James pueden parecer estrambóticas a día de hoy, pero lo cierto es que gran parte de sus ideas han sido los principios sobre los que se han erigido propuestas interesantes que aún hoy siguen vigentes. En su libro The Principles of Psychology (Principios de la Psicología), por ejemplo hay muchas ideas y nociones que son útiles para entender el funcionamiento del cerebro humano, a pesar de haber sido escrito en una época en la que apenas se estaba descubriendo la existencia de los espacios sinápticos que separan unas neuronas de otras.
Además, el enfoque pragmatista que le dio a la Psicología es el fundamento filosófico de muchas teorías y terapias psicológicas que ponen más énfasis en la utilidad de los pensamientos y los estados afectivos que en su correspondencia con una realidad objetiva.
Quizás por esta unión entre la Psicología y la corriente filosófica del pragmatismo estadounidense (que más tarde definiría también al conductista B. F. Skinner) y por el hecho de ser uno de los pioneros en tierras americanas, se considera que William James es el padre de la Psicología en los Estados Unidos y, muy a su pesar, el encargado de introducir en su continente la Psicología Experimental que en Europa estaba siendo desarrollada por Wilhelm Wundt.
En definitiva, si bien William James tuvo que enfrentarse a la costosa misión de contribuir a establecer los inicios de la Psicología como ámbito académico y práctico, no se puede decir que esta tarea le haya resultado poco agradecida. Demostró verdadero interés por lo que investigaba y pudo utilizar esta disciplina para desplegar propuestas sobre la mente humana excepcionalmente agudas. Tanto que, para los que vinieron detrás de él, no hubo más remedio que darlas por buenas o esforzarse por refutarlas.
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