Juana de Arco: biografía de esta guerrera y santa francesa

Te contamos la vida de la que fue aclamada como la “Doncella de Orleans”.

Juana de Arco

Las personalidades contradictorias suelen ser muy atractivas para el público, y Juana de Arco está sin duda entre ellas. Para algunos, santa y devota católica; para otros, una embustera; para unos terceros, una pobre enferma. Pero ¿quién fue Juana de Arco en realidad?

Lo poco que se sabe acerca de la joven guerrera que lideró a los ejércitos franceses contra el enemigo inglés se conoce gracias a los documentos relativos a su juicio, donde se recoge de forma escrupulosa qué pensaba, en qué creía y cuál era su opinión acerca de los grandes acontecimientos que había protagonizado. Sin embargo, todo ello nos vuelve a dejar con la misma pregunta. ¿Creía realmente en su condición de mensajera divina? ¿Lo era? ¿O quizá mantuvo su argucia hasta el final?

En el artículo de hoy examinamos la figura de Juana de Arco y nos introducimos en el contexto de la época para entender cuál fue su verdadera magnitud histórica. Te contamos la vida de la que fue aclamada como la “Doncella de Orleans”, Juana de Arco.

Breve biografía de Juana de Arco, la “Doncella de Orleans”

Lo más lógico es pensar que, de haber sido Juana de Arco una falsaria, no habría mostrado la obcecación que mantuvo hasta el final, hasta el punto de dejarse arrastrar a las llamas. Puede que, al final y al cabo, ella creyera en su misión.

En 1920, el papa Benedicto XV la elevó a la condición de santa, lo que no solo borraba sus cargos (que, de facto, ya habían sido anulados en 1456, tras la revisión del juicio) sino que, además, reconocía la santidad de sus visiones. Pero Juana de Arco ya era un emblema nacional francés desde mucho antes; en especial, desde que el Romanticismo del siglo XIX se interesara vivamente por el pasado del pueblo francés y, con ello, la heroína se convirtiera en la “unificadora” de la patria francesa.

La Guerra de los Cien Años y las bases de la nación francesa

Para comprender con plenitud la figura de la Doncella es necesario entender en qué contexto se movió: la llamada Guerra de los Cien Años, que enfrentó durante (exactamente) 116 años a Inglaterra y a Francia. Sin este telón de fondo no se explica la aparición del personaje, que iba precedido, además, por una leyenda que hablaba de una “doncella que salvaría a Francia” y que, en última instancia, fue probablemente lo que convenció al Delfín Carlos para confiar en la muchacha.

Las causas del largo conflicto bélico (el más dilatado de la historia de Europa) hay que buscarlas varios siglos atrás; concretamente, cuando los normandos, que tenían su feudo en Normandía (actual Francia), desembarcaron en Inglaterra y, mediante la famosa batalla de Hastings (1066) se hicieron con el territorio. Los sucesivos monarcas ingleses tendrían, pues, ascendencia “francesa”.

Por otro lado, el matrimonio de Leonor, duquesa de Aquitania, y el rey de Inglaterra Enrique II, había dejado al rey francés en una posición bastante humillante: a pesar de que el ducado de Aquitania era, legalmente, su vasallo, en la práctica su territorio era mucho más extenso. La unión de Leonor con Enrique, además, amenazaba a la corona francesa con un imperio angevino que realizaba un ahogamiento de tenaza sobre el territorio francés.

Todavía existe, además, una tercera causa, posiblemente la más importante. En 1328, Carlos IV de Francia fallece sin descendencia, lo que desencadena una oleada de reivindicaciones al trono francés que provienen tanto de la misma Francia como de Inglaterra. Las dos casas tienen motivos de parentesco para semejante reivindicación; sin embargo, la mecha prende finalmente cuando el rey francés confisca Aquitania (recordemos, territorio vinculado a Inglaterra) y Ricardo III, monarca inglés, reacciona airadamente a través de la reclamación inminente de la corona francesa.

La joven campesina que se convirtió en soldado

No es nuestra intención realizar un resumen de lo que supuso la Guerra de los Cien Años, pero resulta básico ejecutar un esbozo de ella para comprender en profundidad la figura de la Doncella de Orleans. Juana nació en una época en que el conflicto llevaba ya casi un siglo activo y, probablemente, había oído las leyendas acerca de la doncella que “salvaría a Francia”, con las que más tarde se identificaría.

En su juicio, Juana declaró que tenía “unos diecinueve años”. La confusión es normal, puesto que, con anterioridad al siglo XVI, en las parroquias no se registraban ni los nacimientos ni los bautizos. Los historiadores han calculado el año 1412 como su año de llegada al mundo en base a esta declaración.

El lugar de nacimiento sí está claro, incluso se conoce quién era su familia. Juana había nacido en la aldea de Domrémy, en la región de la Lorena, hija del campesino acomodado Jacques d’Arc o Darc (podemos encontrar su apellido escrito de diversas maneras) y de su esposa Isabelle. Parece ser que la familia nunca padeció pobreza, puesto que Jacques era, además de poseedor de tierras, un personaje público relacionado con la política municipal.

Puede que esta circunstancia permitiera a Juana conocer con más profundidad que sus allegados la situación que vivía Francia, aunque el incendio de Domrémy, provocado por los borgoñones y que debió suceder cuando Juana era todavía pequeña, impactó profundamente en el ánimo de la joven.

En todo caso, y a pesar de que no se trataba de una campesina pobre, la muchacha era analfabeta. Se sabe que dictaba las cartas que enviaba, ya como soldado, y que solo sabía firmar (Jehanne, que es como se escribía su nombre en el francés del siglo XV).

¿Voces divinas?

También gracias a los documentos del juicio sabemos a qué edad empezó Juana a “escuchar” las voces que, supuestamente, la conminaron a enfrentarse a los ingleses y coronar al Delfín. Fue a los trece años, en el jardín de la casa de su padre, cuando “vio un resplandor que venía del lado de la iglesia”. Ella declaró saber de inmediato que la voz era del Arcángel San Miguel, al que, más tarde, pudo ver con sus propios ojos. También en su declaración Juana dijo que, al principio, las voces (a las que se sumaron las de Santa Catalina y Santa Margarita) solo le instaban a ser buena cristiana, pero que, con dieciséis años, empezaron a hablarle de su misión de “rescatar a Francia”.

¿Creía Juana realmente en las supuestas voces? Esta espinosa cuestión no ha podido ser resulta, y probablemente nunca lo será. En este sentido, los expertos apuntan tres posibilidades:

  • Una, que la joven padeciera una enfermedad mental severa, como la esquizofrenia;
  • Dos, que fuera una mentirosa que deseara gloria y fortuna y que se valió de su ingenio para convencer a la gente;
  • Tres, que Juana creyera realmente en las voces, las cuales habría interpretado a partir de fenómenos “normales” (como una luz repentina o una ráfaga de viento).

Por último, es necesario mencionar la explicación religiosa que sostienen los creyentes, según la cual las voces serían realmente manifestación divina.

Objetivo: coronar a Carlos y salvar a Francia

En todo caso, en 1429 Juana parte rumbo a Vaucouleurs, con el objetivo de entrevistarse con el capitán de su guarnición francesa, Robert de Bradicourt. Ante el asombro del militar, la joven le solicita una escolta para llegar sana y salva a Chinon, donde se encuentra el Delfín. El motivo: conseguir que Carlos la ponga al mando de un ejército con el que pueda reconquistar Orleans, asediada por los ingleses desde el año anterior, y abrirse paso hacia Reims y coronar al Delfín como legítimo rey de Francia.

No sabemos si Juana tuvo que vencer mucha resistencia por parte de Robert de Bradicourt; en todo caso, este le concedió lo solicitado. Su entrevista con el Delfín fue igualmente exitosa. Se cuenta que, para comprobar si la muchacha era realmente una enviada de Dios, Carlos se camufló entre el público y puso a un noble en su lugar.

Juana consiguió reconocerle entre la turba y se arrodilló ante él, lo que convenció al Delfín de que podía confiar en la chica. No obstante, mandó que se realizara a Juana una serie de pruebas, tanto para confirmar la santidad de sus visiones como su condición de virgen.

El sitio de Orleans fue un auténtico triunfo, pues la ciudad fue liberada y las tropas francesas consiguieron avanzar hacia el norte. El papel que Juana tuvo en esta batalla es ampliamente discutido por los historiadores; se sabe que ella no estaba sola al mando del ejército, pues la acompañaban generales experimentados, lo que arroja la posibilidad de que la joven fuera solo un símbolo para alentar a los soldados. De cualquier forma, sí sabemos que Juana participó en la lucha, puesto que fue herida en el hombro en la refriega.

Otras ciudades menores cayeron en el camino hacia el norte, por lo que la vía hacia Reims quedaba expedita. El 17 de julio de 1429 fue coronado finalmente Carlos de Valois como Carlos VII, en una solemne ceremonia presidida por la misma Juana de Arco. Una parte de su misión “sagrada” estaba completada. Quedaba, sin embargo, una segunda parte: echar definitivamente a los ingleses de suelo francés.

Traición, juicio y muerte

En mayo de 1430, Juana y sus tropas se dirigieron hacia Compiègne, que estaba también en manos de los borgoñones, aliados de los ingleses. El día 23, su ejército cayó en una emboscada perpetrada por aquellos que se saldó con el secuestro de la Doncella y su entrega (previo pago de un cuantioso rescate) a los ingleses.

Juana de Arco fue llevada a Ruán, donde Inglaterra tenía la sede de su gobierno en territorio francés. Durante los cinco meses que duró su juicio, la joven permaneció encerrada en condiciones lamentables. Entre otras cosas, se negó a abandonar las ropas de hombre que llevaba porque “habían intentado violarla”. Estas ropas masculinas fueron, por cierto, uno de los cargos que se le imputaron en el juicio, puesto que una mujer renunciara a sus vestiduras representaba una “afrenta a Dios”.

El juicio fue realmente muy duro, diseñado expresamente para que fuera encontrada culpable. Juana estuvo condenada desde el principio, no ya por razones religiosas (estas fueron la excusa de su condena a muerte) sino por motivos obviamente políticos. Su figura era demasiado potente; su presencia alentaba a las tropas francesas hacia la victoria y esto era algo que los ingleses no podían permitir.

Juana tuvo que enfrentarse a una curia de decenas de doctores y jueces y no se le permitió contar con un abogado. Probablemente, los jueces pensaron que esto aceleraría su condena, pero ignoraban la capacidad de razonamiento de la muchacha iletrada y su habilidad para callarse cuando consideraba que el silencio era la mejor respuesta. A sus diecinueve años, Juana demostró poseer una prudencia y una facilidad de oratoria dignas de admiración, que dejaron asombrados a los presentes.

De nada sirvió, sin embargo. Presionada hasta el límite, la condujeron ante la pira para que viera con sus propios ojos el horrendo fin que se le deparaba si no se retractaba. Conmovida por el miedo, la joven sucumbió y firmó una declaración donde confesaba sus “crímenes”; entre otros, cargos de hechicería, engaño y escándalo público por renunciar a lo que era “natural” de su sexo. Su retractación conllevaba una considerable reducción de la pena, que se convertía en prisión perpetua.

Sin embargo, al día siguiente de la firma del documento, Juana apareció de nuevo vestida de hombre. Ante las preguntas de los jueces, aseguró que Santa Margarita y Santa Catalina le habían reprochado su debilidad, y que volvía a reclamar el lugar al que había renunciado. Esas palabras eran suficientes para su condena, pues, en aquel momento, Juana pasaba a ser considerada una reincidente.

El 30 de mayo de 1431, Juana de Arco fue quemada en la Plaza del Mercado de Ruán. Antes de morir pidió tener una cruz ante sus ojos, y se sabe que sus últimas palabras fueron un “¡Jesús!” desgarrador, mientras el fuego la consumía. Nadie acudió en su auxilio; ni siquiera Carlos VII, que había conseguido el ansiado trono gracias a ella.

Dos décadas más tarde, su madre, Isabelle, consiguió que se anulara el juicio y se limpiara la memoria de su hija. Era el año 1456; la guerra había finalizado por fin y Francia se consolidaba como reino fuerte. A la política de Carlos VII le sentó muy bien esta “limpieza de imagen”, puesto que legitimaba, una vez más, su acceso al trono. No cabe duda de que el destino de Juana de Arco estuvo marcado por la convulsa política de su época. Y también su recuerdo.

  • DUBY, G. y DUBY, A. (2008), Los procesos a Juana de Arco, Universidad de Granada
  • PERNOUD, R. (2024), Juana de Arco. Breve biografía, ed. Rialp
  • BENDRISS, E. Y. (2021), Juana de Arco. Del mito a la historia, ed. Dilema
  • GAYUBAS, A., Juana de Arco, en Enciclopedia Humanidades (https://humanidades.com/juana-de-arco/) , 25 marzo de 2024
  • VALDEÓN BARUQUE, J., La Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra, en Historia National Geographic, 14 de septiembre de 2021.

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Sonia Ruz Comas. (2024, septiembre 11). Juana de Arco: biografía de esta guerrera y santa francesa. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/biografias/juana-de-arco

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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