Los roles de género en nuestra sociedad hacen referencia al conjunto de ideas, comportamientos o formas de expresión asociados al género. Estos patrones comportamentales se han construido en base a lo que se espera de nosotros en función de nuestro género.
Mayoritariamente, el género y los roles que surgen de forma asociada a él se han clasificado normativamente de una forma binaria: hombre y mujer. Aquí vamos a hacer referencia a estos roles de género diferenciados entre lo que es “propio” socialmente de hombres y de mujeres, pero es importante tener en cuenta que existen identidades disidentes fuera de la binarieda de género; la identidad de género no binaria existe y es aquella que no se puede encuadrar ni en lo femenino ni en lo masculino.
En este artículo vamos a comentar sobre lo que son los roles de género asociados al género femenino y masculino, dando algunos ejemplos para comprender más este concepto y las formas en las que se presenta en nuestra sociedad, muchas veces sin ser conscientes o darnos cuenta de ello.
¿Qué son los roles de género?
Como hemos comentado, los roles de género reúnen las diferentes formas de actuar y comportarnos que están guiadas por nuestro género. Incluyen, por ejemplo, la forma en la que hablamos, nos vestimos, nos arreglamos, nos comportamos… Por ejemplo, se la feminidad se ha asociada con la educación y la complacencia, mientras que la masculinidad ha sido más relacionada con la fortaleza y la agresividad.
Los roles de género pueden variar dependiendo de las sociedades, culturas y etnias; cada una tiene expectativas diferentes en relación a los géneros, y pueden variar mucho entre grupos.
Socialización
El aprendizaje de los roles de género se da mediante la socialización. Este es un proceso de aprendizaje que empieza con nuestro nacimiento, y poco a poco y en base a las experiencias que tenemos y las realidades que percibimos, define nuestras maneras de entender el mundo y sus componentes. Por ejemplo, observamos y aprendemos las diferentes formas en las que se da la comunicación con una niña o un niño, las actividades que se consideran adecuadas para ellos y ellas y los comportamientos que pueden ser reprochables.
Todo este conjunto comportamental vendrá definido por nuestro entorno en la infancia y durante nuestro crecimiento, principalmente, nuestro núcleo familiar y contexto social más cercano durante esta etapa. Sin embargo, los roles de género y su adquisición también se han visto afectadas por variables socioeconómicas o contextuales diferentes a la familia; el colegio al que se va, el barrio o ciudad en el que se vive y los medios de comunicación consumidos afectan en el proceso de socialización y el establecimiento de estas ideas.
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Estereotipos
La mayor controversia de los roles de género es considerarlos como un reflejo de los estereotipos sociales asociados a cada género. Nuestra sociedad ha sido patriarcal y machista desde el comienzo de nuestros días, por ello, los roles y características asociadas a lo masculino siempre tendrá un valor superior a lo asociado a lo femenino. Mientras que las características femeninas se presentan como más débiles y emocionales, las masculinas son concebidas como más fuertes y valiosas, no tan difíciles de romper.
Esto no quiere decir que las mujeres sean las únicas víctimas de los estereotipos y roles de género; los hombres también sufren sus consecuencias. El hecho de presentar a los hombres como alejados de la emocionalidad, por ejemplo, puede conllevar la represión de estas emociones y el miedo a mostrarse débil socialmente, lo que conlleva problemas en el bienestar emocional y la salud mental a corto y largo plazo.
Tipos de roles de género
Se han podido diferenciar cuatro formas a la hora de clasificar los roles de género y los estereotipos a los que hacen referencia:
1. Características personales
Estos roles o estereotipos hacen referencia a variables de personalidad, tales como la extroversión, la seguridad en uno mismo, la agresividad… Por poner algunos ejemplos, las mujeres se han relacionado mayoritariamente con la paciencia, y los hombres, con la acción.
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2. Comportamientos domésticos
Estas actitudes tienen que ver sobre todo con la manera diferencial en la que hombres y mujeres manejan las gestiones domésticas y del día a día. Por ejemplo, las mujeres se han asociado siempre con las tareas de limpieza, cocina y cuidado de los niños/as, mientras que los hombres se han relegado a las finanzas y reparaciones mecánicas.
3. Profesiones y mundo laboral
Estos estereotipos o roles hacen referencia a la separación de ocupaciones o empleos para mujeres y para hombres. Esto queda patente en el lenguaje que utilizamos, lo que es un reflejo del proceso de socialización y machismo inherente en la sociedad que comentábamos anteriormente. Casi siempre decimos la enfermera y el médico; es la manera en la que la sociedad nos ha enseñado a representar estas ocupaciones asociadas al género.
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4. Aspectos físicos
También las diferencias de género y la socialización han tenido efecto en el mantenimiento de diferentes cánones de belleza o aspectos físicos considerados aceptables en hombres o mujeres. De esta forma, se asocia la feminidad corporal con la delgadez, la existencia de caderas y la depilación, ente otros, y la masculinidad con la musculatura y la altura. También estos aspectos físicos hacen referencia a la ropa que llevamos o cómo nos presentamos mediante nuestra apariencia hacia los demás. Por ejemplo, se ha normalizado y se presume que los vestidos son de mujeres, no de hombres.
Algunos ejemplos de roles de género
Aunque hemos comentado y propuesto diferentes ejemplos de la representación de los roles de género o realidades sociales que podemos constatar en nuestro día a día, vamos a repasar en más profundidad algunos ejemplos.
Los cuidados
Los cuidados hacen referencia a la capacidad de ocuparse de las necesidades de aquellas personas que no pueden cubrir las propias por sí mismas. Normalmente, en un hogar normativo, los cuidados se asocian a las personas pequeñas o las personas mayores. Este rol de cuidado ha sido normal e históricamente representado por las mujeres.
Mientras que los hombres se dedicaban al mantenimiento económico de la familia, las mujeres se centraban en ofrecer cuidados y limpieza en el hogar, sin que esto nunca se considerase como un trabajo en sí mismo, sino como parte de sus roles como mujeres. Se dice que la entrada al mundo laboral de las mujeres ha roto este rol, pero no es cierto: más del 80% de hogares monoparentales de España son liderados por una mujer, y el 94% de personas que trabajan a tiempo parcial, son mujeres; es la única forma de equilibrar la vida laboral con los cuidados que tienen.
Una solución para este sol es la de romper completamente por él, teniendo que venir esta transformación también por parte de las estructuras sociales. No puede ser un cambio individual, sino colectivo, que nos dirija hacia la corresponsabilidad en los cuidados.
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La expresión de emociones
Como se ha presentado previamente en este artículo, la capacidad y facilidad de la expresión emocional ha sido un constructo normativamente ligado a las mujeres. Siempre se ha asociado la debilidad con lo femenino, por lo que no resulta extraño ni difícil comprender que una mujer llore o se muestre emocional. Sin embargo, los hombres han sido educados para no mostrar sus emociones ni su debilidad, por lo que llorar no se concibe como un acto aceptable para ellos.
Afortunadamente, con el tiempo y las evoluciones sociales, nos hacemos más conscientes de esto, pero todavía queda mucho por hacer. Los cambios en este caso deben fortalecerse en la socialización y educación escolar. Niños y niñas deberían recibir desde la infancia una educación emocional que facilitase su expresión emocional y emocionalidad, aceptando sus sentimientos y sin tener miedo a mostrarlos a los demás. Llorar es de chicas y de chicos.
Dominancia versus conciliación
Otro de los ejemplos de roles de género más visibles es el que diferencia el tipo de carácter. Históricamente, los hombres se han asociado al liderazgo y a la capacidad de gestionar a otras personas, mientras que las mujeres se han mostrado más empáticas, conciliadoras y centradas en la obediencia.
Estos estereotipos se reflejan en el mundo laboral; la brecha salarial se sitúa en alrededor del 23%, y además, las mujeres solo ocupan el 36%% de los puestos directivos de nuestro país, frente al 64% de los hombres. Esto es un reflejo del valor que se les ha dado a los hombres para conseguir sus objetivos y orientarse hacia el liderazgo, en comparación con la asociación de las mujeres a puestos inferiores y a capacidades laborales más relacionadas con el seguimiento de instrucciones.
Destruir para construir
Como una conclusión, los roles de género constituyen el reflejo de ideas y concepciones arcaicas que deberían estar orientados a desaparecer. Mediante la educación social y la generalización de estas ideas, las poblaciones deberían darse cuenta de la cantidad de creencias que hemos asumido como ciertas pero que están fuertemente influenciadas por ideas machistas, patriarcales e incluso agresivas para las mujeres. Solo destruyendo estas concepciones, se podrá construir un nuevo mundo que no esté regido por estas ideas tan binarias y separatistas.