Quién no ha leído a Julio Verne o, como mínimo, ha oído hablar de él. El escritor francés se cuenta entre los autores más leídos y entre los más traducidos del mundo, pues su obra ha deleitado a generaciones de jóvenes (y no tan jóvenes) y les ha permitido viajar con la imaginación no solo a lugares remotos del planeta, sino también al mismísimo futuro.
Y es que Verne fue un auténtico visionario que auguró muchos de los avances de la modernidad; entre ellos, el submarino, los viajes a la luna y los helicópteros, sin contar con el fax y la televisión, de los que habló en su obra póstuma París, siglo XX, una obra casi desconocida que vio la luz en 1994.
Acompáñanos a través de un viaje por la vida de este escritor de novela de ciencia-ficción, el verdadero padre del género: Julio Verne.
Breve biografía de Julio Verne, el padre de la novela de ciencia-ficción
Sus obras fueron sonadas en su tiempo y gozaron de un increíble éxito. El público estaba realmente fascinado por las aventuras que narraba en sus historias que, como era costumbre en el siglo XIX, se publicaban por entregas y más tarde se editaban en formato libro. Pero el gran monstruo de la literatura de ciencia-ficción y aventuras no siempre estuvo orientado a la escritura; de hecho, su primera novela, Cinco semanas en globo, se publicó cuando Verne contaba ya con treinta y tres años.
Seguir la tradición familiar
Es bastante usual en las biografías de artistas y escritores encontrar conflictos significativos con los progenitores, en especial el padre, el cabeza de familia de la época. El caso de Julio Verne no es diferente. Su padre era un abogado de Nantes muy bien aposentado que, por supuesto (y como suele suceder), deseaba que su hijo primogénito continuara con la tradición. Con este fin, un jovencísimo Verne de veinte años llega a París, en 1848, para estudiar Leyes.
Y no es que Verne fuera el típico hijo obediente y sumiso. Más bien era todo lo contrario. En 1839, con sólo once años, el muchacho se había intentado enrolar en un barco que partía a la India con el muy romántico objetivo de traer a su prima, de la que estaba enamorado, un collar de coral. El padre se enteró del proyecto y consiguió frustrar la huida justo a tiempo, aunque los latigazos que le propinó a su “rebelde hijo” marcaron profundamente al joven. Ya nunca más se levantó contra las normas, y marchó obedientemente a París a cumplir el sueño del progenitor.
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París, 1848
Pero el París al que llegaba Julio Verne estaba en plena ebullición. Ese mismo año se produjo la famosa Revolución de 1848, que consiguió derrocar a la monarquía e instaurar la II República Francesa. El sueño republicano duraría poco, pues, en 1852, Napoleón III se autoproclamó emperador en un intento de emular a su pariente, Napoleón I.
Ese París de 1848 no solo es efervescente en materia política, sino también intelectual y literaria. Fascinado por ello, Julio Verne se deja caer por las tertulias de los cafés parisinos, por donde pululan los grandes monstruos de las letras.
Una noche, al bajar por unas escaleras, se topa bruscamente con Alejandro Dumas, autor consagrado que ha tocado el cielo de la fama con su reciente Los tres mosqueteros. Ese encuentro un tanto turbio (petición de duelo por medio) es el preludio de una gran amistad, en la que Dumas ejercería de tutor literario del joven Verne.
En aquellos años, Julio Verne sueña con la posibilidad de escribir obras de teatro. Dumas le ayuda y pone en el cartel de los teatros de su propiedad algunas de las obras del aspirante a escritor, aunque sin ningún éxito. Parece ser que Verne no ha nacido para ser dramaturgo. Descorazonado, el estudiante de Derecho vuelve a concentrarse en su carrera, que finalmente consigue sacar adelante. Sin embargo, él no quiere ser abogado. Desea, ante todo, escribir.
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Un misógino declarado
En el ínterin, y a pesar de no ser del agrado de sus padres, Julio se ha desposado con Honorine du Fraysne de Viane, una jovencísima viuda de la que se ha enamorado repentinamente. Pero el matrimonio resulta un fracaso; pronto, el inquieto Verne se da cuenta de que su esposa no es más que una dama superficial incapaz de apoyarlo en sus inquietudes intelectuales y que, además, está sin un céntimo. Aún así, el matrimonio tiene a Michel, su único hijo, al que se unen las dos hijas que Honorine ha tenido con su primer marido.
El matrimonio es una “traición” abierta al grupo en el que está integrado Verne, conocido como Los once sin mujer, una “institución” intelectual que excluye abiertamente a la mujer y que está reflejada en el londinense Reform Club que frecuenta el Phileas Fogg de La vuelta al mundo en 80 días.
Esta misoginia declarada de Verne es quizá la parte más oscura de su biografía. Dicen que empezó tras el rechazo de Caroline, la prima por la que intentó viajar a la India que, cuando tenía ya diecisiete años, se casó con otro. Sea como fuere, el editor de Verne, Hetzel, tuvo que insistirle en numerosas ocasiones para que en sus novelas aparecieran figuras femeninas. A pesar de ello, estas siguen siendo poco frecuentes.
La ciencia como única esperanza
Así pues, tenemos a Verne en el inicio de la década de 1860, infelizmente casado, con un hijo recién nacido y con dos niñas de un matrimonio anterior de su esposa. En aquellos años el futuro escritor se anima a invertir en Bolsa, para lo que pide a su padre la nada desdeñable cantidad de 50.000 francos. A regañadientes, Pierre Gabriel Verne accede, y gracias a unas acertadas inversiones Julio puede vivir con cierto desahogo durante un tiempo.
Sin embargo, él quiere escribir. Pasada ya su aventura teatral, decide adentrarse en el mundo científico, que tanta pasión le despierta. Los años centrales del siglo XIX son años de avances científicos y tecnológicos que, en un principio, son una esperanza para la humanidad. O al menos así lo ve Verne, que se entrega con pasión al estudio de estos descubrimientos. Está convencido de que es a través de la tecnología que la humanidad podrá avanzar hacia un mundo mejor; eso sí, es imprescindible no apartarse del camino de la bondad, pues, de lo contrario, todo se tornará en un negro caos.
En 1863 aparece la que será su primera novela, Cinco semanas en globo, que, como de costumbre, se ha publicado primero por entregas. El editor es Pierre-Jules Hetzel (1814-1886), que, además de un firme apoyo profesional para la carrera de Verne, será también su gran amigo. Viendo el potencial del escritor, y tras el enorme éxito de Cinco semanas en globo, Hetze le ofrece a Verne un contrato extraordinario: 20 años de colaboración en su revista, Magasin d’Éducation et de Récréation, con un sueldo anual de… ¡20.000 francos!
Esta es la gran oportunidad que esperaba Verne; ya nunca más se apartará del camino literario. En los años sucesivos aparecen, uno tras otro, auténticos éxitos de público, como son Viaje al centro de la tierra (1864), De la tierra a la luna, de 1865 (que tuvo tanta aceptación que el autor realizó una segunda parte en 1870) o 20.000 leguas de viaje submarino, que vio la luz en 1870 y que fue la segunda parte de una aclamada trilogía sobre viajes náuticos y aventuras marinas (y submarinas).
Los años oscuros
A pesar de que Julio Verne es especialmente conocido por sus “novelas de ciencia”, como él mismo las bautizó (y que son un preludio de las posteriores historias de ciencia-ficción), no hay que olvidar tampoco las obras menos científicas del autor. Entre ellas destacan Miguel Strogoff (1876), que narra las peripecias del correo del zar ruso, que debe cruzar todo el país invadido por los tártaros, y La vuelta el mundo en 80 días (1873), probablemente su obra más conocida, donde encontramos a un irónico y taciturno Phileas Fogg que, para muchos críticos, es un reflejo del mismo Verne.
El inicio de la década de 1880 supone un periodo de profundo pesimismo, en parte marcado por sus enfermedades (sufría parálisis facial, que le sobrevenía cuando trabajaba en exceso, y diabetes, que a la postre terminó con su vida) y, por otro lado, por los sucesos tristes que le tocó experimentar. Primero fallece su madre, Sophie. Luego le toca el turno a Honorine, su esposa. Su querido amigo y editor, Pierre-Jules Hetzel, fallece en 1886 y, ese mismo año, Verne sufre un desgraciado accidente: su sobrino Gastón, probablemente enajenado, le dispara un tiro que le destroza la pierna izquierda y le produce una cojera de la que ya no se recuperará.
Además de las terribles vicisitudes que vive en esos “años oscuros”, la fe que Verne siempre ha depositado en la ciencia se resquebraja. El mundo se encamina a una guerra, en la que la tecnología, aquella que había de salvar a la humanidad, tendrá un gran protagonismo. El ánimo del escritor se ensombrece; en sus últimas obras se nota el profundo pesimismo en el que cae en sus postreros años de vida. Las últimas novelas que escribió, que fueron publicadas de forma póstuma, muestran un mundo destruido por la locura humana, una terrible premonición con la que el gran maestro de la ciencia-ficción firma su testamento literario.
Julio Verne fallece en Amiens, ciudad a la que se había retirado en 1872 y en la que, en sus años maduros, había participado en la política municipal. Es el 24 de marzo de 1905. Devastado por la diabetes, que le ha dañado la vista y algunos órganos, da su último aliento el gran visionario de la literatura. Actualmente, casi todas sus historias se han hecho realidad; esperemos que su testamento literario, aquel Eterno Adán publicado en 1910 que nos habla de una gran hecatombe mundial, no sea una más de la lista.