Plutarco es conocido en los ambientes académicos especialmente por sus Vidas paralelas, la extensa obra que escribió en su madurez y que recoge varias biografías de personajes griegos y romanos ilustres. Es gracias a su magnífica recopilación por la que, hoy en día, conocemos detalles de la vida de figuras históricas de la talla de Julio César o Alejandro Magno.
Lo que quizá la gente no sabe es que Plutarco publicó otra obra biográfica menos conocida, La excelencia de las mujeres, dedicada a Clea, sacerdotisa de Apolo amiga suya y que constituye un compendio de biografías de personajes femeninos cuya valentía se encuentra a la par de la de sus homónimos masculinos. Y es que, sin caer en el anacronismo de decir que Plutarco era feminista, sí que podemos afirmar que fue un pensador bastante interesado en demostrar que la virtud no entendía ni entiende de géneros, y que siempre abogó por educar intelectualmente a la mujer.
En esta biografía de Plutarco veremos la vida de uno de los grandes pensadores griegos, que más tarde consiguió la ciudadanía romana bajo el nombre de Lucio Mestrio Plutarco y que tuvo una influencia enorme en la filosofía y la literatura de la Europa moderna.
Breve biografía de Plutarco de Queronea, el gran pensador clásico
La familia de Plutarco era acomodada y provenía de la ciudad de Queronea, en la región griega de la Beocia, un territorio periférico que tenía cierta fama de inculto y bárbaro, al menos, para los habitantes de Atenas. Algo de verdad había en esta consideración, obviando la evidente carga despectiva que los áticos expresaban en esta idea. Y es que Queronea era una pequeña ciudad de provincias, en la que la vida intelectual era relativamente escasa y donde, en verdad, sorprende que decidiera vivir toda su existencia un pensador de la talla de Plutarco.
Nacido en esta localidad hacia el año 50 d.C., de su familia conocemos varios nombres, puesto que los plasmó en sus escritos. Así, sabemos que su abuelo se llamaba Lamprias y que significó mucho para el joven Plutarco. En cuanto a su padre, recibía el nombre de Autobulo o Aristobulo, nombre que nuestro filósofo daría a uno de los hijos que tuvo con Timoxena, su esposa.
Si algo es evidente en el carácter de Plutarco es su amor por la familia y su respeto hacia lo que representaba el matrimonio. Se sabe que su unión con Timoxena fue dichosa, a pesar de que tuvieran que pasar por la desgracia de ver fallecer a varios de sus hijos. En una de estas ocasiones, tras la muerte de la hija más pequeña (llamada Timoxena como su madre), Plutarco escribió su conmovedora Consolación a mi esposa, un texto breve en el que intenta mitigar el dolor de la mujer ante semejante tragedia.
Además de su familia, a quien adoraba, Plutarco reunió en su Queronea natal a un grupo muy nutrido de amigos, con los que departía y hablaba sobre temas filosóficos y la vida en general. Estas reuniones, junto con la multitud de libros que se trajo de sus también numerosos viajes, colaboraron en ampliar la vida cultural de esta modesta ciudad de provincias que, por otro lado, tenía fama entre los griegos por haber sido el escenario de dos importantes batallas: la que enfrentó a Filipo de Macedonia y los atenienses en el siglo IV a.C. y la que dio la victoria a Sila sobre Mitrídates del Ponto, en el 86 a.C.
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Los viajes de Plutarco
A pesar de que Plutarco pasó prácticamente toda su vida en Queronea, no es menos cierto que realizó varios viajes a través de Grecia, Roma y Egipto. La primera salida de su ciudad natal se produjo en su adolescencia, cuando se trasladó a Atenas para estudiar filosofía. Allí recibió educación de Ammonio, que daba clases en la Academia y que lo imbuyó de filosofía platónica, de la que Plutarco ya nunca se desprendería.
Hacia el año 67 regresa a Queronea para terminar sus estudios, pero enseguida parte a Alejandría y Asia Menor. Su deseo de conocimiento no tiene límites; muy interesado en la antigua religión egipcia, sus viajes dieron como fruto su obra Sobre Isis y Osiris. En la ciudad de Esmirna (actual Turquía) parece ser que entró en contacto con la segunda escuela sofística, liderada por Filóstrato, que pretendía recuperar y expandir la antigua retórica griega.
Se le conocen también varios viajes a Roma, donde estableció amistad con diferentes funcionarios imperiales y otras figuras importantes del mundo romano. Plutarco desconocía el latín; no empezó a estudiarlo hasta edad avanzada, con el objetivo de leer las fuentes latinas que usaba para sus escritos y, además, no lo llegó a hablar nunca del todo bien. Sin embargo, el uso de esta lengua no le era necesario para desenvolverse en Roma, puesto que las altas esferas del imperio conocían el griego y la mayoría eran completamente bilingües. Recordemos que, todavía en época imperial, el griego era la lengua de prestigio entre la sociedad romana.
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Biografías y textos morales
Algunos autores consideran que Plutarco no era, precisamente, un filósofo brillante. Sin embargo, su innegable talento literario hace de él una figura imprescindible. Por otro lado, sus textos morales, recopilados bajo el elocuente nombre de Moralia (título impuesto mucho más tarde por el monje bizantino Máximo Planudes) ofrecen una visión relajada de la moralidad, y son, más bien, una especie de consejo amistoso entre amigos, como muestran también sus Charlas de sobremesa. Esta poca rectitud a la hora de plasmar enseñanzas morales da una idea del carácter abierto e inclinado al diálogo de nuestro personaje. Por otro lado, tal y como señala Carlos García Gual, esta colección de textos son claros predecesores de los ensayos modernos.
Por supuesto, el texto por el que se le conoce universalmente son sus Vidas paralelas, que lo consagró para la posteridad. Se trata de una recopilación de biografías de personajes griegos y romanos, tratados por parejas (de ahí el nombre, paralelas), para poder comparar mejor sus virtudes y sus defectos. Así, por ejemplo, la biografía de Alejandro Magno se compara con la de Julio César, Pericles con la de Fabio Máximo, Teseo con Rómulo, etc.
De lo dicho anteriormente, se aprecian dos cosas; una, que las comparaciones aparejan siempre a un personaje griego con otro romano. Y dos, que Plutarco incluye en sus Vidas a personajes de dudosa existencia histórica, como Teseo y Rómulo, reyes legendarios de Atenas y de Roma, respectivamente. Sin embargo, el propio Plutarco se muestra crítico en este aspecto, pues, precisamente en la introducción de Vida de Teseo, el autor sostiene que no puede garantizar la veracidad de la historia, por estar en el mundo de la leyenda…
Escritor prolífico, pensador inquieto, de mente bastante abierta y gran amante de sus amigos y de su familia, la obra de Plutarco tuvo enorme resonancia en la Europa de los siglos posteriores, e influyó poderosamente en autores como Montaigne en Francia o Shakespeare en Inglaterra. Y no olvidemos que, en la Revolución Francesa, Plutarco era autor de cabecera de cualquier aspirante a republicano, y que Napoleón lo llevaba siempre consigo… junto con el Werther de Goethe, al parecer.