Comer es una actividad esencial que nos proporciona grandes dosis de placer, satisfacción y felicidad, sin embargo, algunas personas pueden desarrollar a lo largo de su vida una relación negativa con la comida y todo lo que rodea el ámbito de la alimentación diaria. Por ejemplo, esto se ve en la tendencia a darse atracones de comida de manera habitual.
Esta forma desadaptativa de relacionarse con la comida a veces da lugar a trastornos de alimentación, y estos pueden ser variados y manifestarse de distintas maneras en función de los problemas psicológicos que pueda presentar cada persona. Pero incluso si el individuo no ha llegado al punto de desarrollar este tipo de patologías, este es un problema significtivo que no debe ser pasado por alto. Por ello, aquí veremos varios consejos acerca de cómo superar las ganas de darse atracones de comida en la vida cotidiana.
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Consejos para combatir las ganas de darse atracones de comida
Por suerte para las personas que lo padecen, existen una serie de consejos y pautas de conducta o psicológicas que podemos seguir para evitar dichos atracones y superar las ganas, a veces irrefrenables de comer compulsivamente y sin control.
1. Identificar si existe un Trastorno de alimentación
Lo primero para superar las ganas de darnos atracones de comida es identificar, valorar y analizar si nuestro problema tiene su origen en un trastorno de la conducta alimentaria. Es decir, establecer si debemos intentar solucionar el problema por nosotros en un principio, o si necesitamos ayuda cuanto antes.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son patologías desadaptativas que se plasman en los hábitos alimentarios de una persona y suelen afectar de manera intensa tanto de manera física como psicológica, llegando a poner en peligro la vida de la persona en los casos más graves.
Es por eso que tanto si creemos que tenemos un TCA como si hemos sido diagnosticados de ello, debemos acudir cuanto antes a la consulta de un profesional de la salud mental para tratarlo en el menor tiempo posible.
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2. Evitar las dietas restrictivas
Cualquier nutricionista cualificado nos recomendará encarecidamente evitar las dietas restrictivas o dietas milagro que afirman que es posible perder peso en poco tiempo y consumiendo poca comida durante un período breve de tiempo.
Estas dietas suelen ejercer un efecto contraproducente en el organismo llamado efecto rebote, consistente en que tras haber hecho la dieta, la persona vuelve en poco tiempo a recuperar su peso anterior, incluso pudiendo llegar a superarlo, debido al estrés acumulado.
Con el objetivo de no hacer dietas engañosas es altamente recomendable consultar con un dietista o nutricionista que nos elabore una dieta sana, equilibrada, personalizada y basada en la ciencia.
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3. Cocinar previamente lo que comemos
Otro de los consejos que podemos seguir es el de cocinar la mayor parte de lo que comemos durante la semana, así podremos organizar con tiempo nuestra dieta semanal y asegurar que nuestra dieta sea sana y equilibrada.
El otro motivo por el que es recomendable cocinar con tiempo lo que comemos es el de tener comidas completas disponibles mientras estemos trabajando y así podamos superar la tentación de comer comida procesada menos saludable.
4. Practicar Mindful Eating
Así como el Mindfulness nos ayuda a reconectar con nuestro cuerpo y nuestra mente, el Mindful Eating es una filosofía de vida que sirve para entrar en contacto y ser conscientes de todos los procesos corporales y psicológicos en los que interviene la conducta alimentaria.
En pocas palabras, el Mindful Eating nos sirve para prestar atención en el aquí y ahora a nuestras sensaciones corporales con la comida, tanto de hambre como de saciedad y nos permite comer siendo conscientes del proceso.
Uno de los principales objetivos de esta técnica es el de llevar a cabo aquellos hábitos alimentarios saludables y aprender a comer justamente aquello que necesitamos de la mejor manera posible.
5. Aplicar la auto-observación
La auto-observación aplicada a la conducta alimentaria consiste en analizar si comemos por hambre o bien si lo hacemos por experimentar hambre emocional (comer sin hambre debido a casos de ansiedad o emociones desagradables).
El hambre emocional tiene como objetivo llenar un vacío emocional con comida de manera compulsiva, y es un problema que debe ser tratado por un profesional de la psicología especializado en conducta alimentaria.
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6. Aplicar un límite de calorías a ingerir en el día
Aplicar un límite de calorías a ingerir en el día también nos puede ayudar a entrar en una dinámica de comer solamente aquello que necesitamos y a no excedernos ni caer en la tentación de darnos atracones.
Así mismo, este límite de calorías diarias fijado debe ser realista con nuestras necesidades, es decir, que no debe ser demasiado alto ni demasiado bajo. Por otro lado, hay que tener en cuenta que en casos puntuales deberíamos romper esas reglas autoimpuestas, no tomárnoslas tan en serio como para que se conviertan en una obsesión, dándonos algún capricho (por ejemplo, una vez cada dos semanas).
7. Revisar las rutinas de alimentación
Es conveniente también hacer una revisión personal de las rutinas de alimentación que sean poco saludables; por ejemplo, la costumbre de picotear algo entre la salida del trabajo y la cena o de comer a altas horas de la madrugada.
Revisando estos hábitos poco saludables seremos conscientes de ellos y podremos modificarlos por otros hábitos más saludables y positivos y no repetir errores una y otra vez por simple inercia.
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8. Evitar alimentos poco saludables
Evitar los alimentos con muchos azúcares refinados nos ayudará a comer de manera más sana y a evitar la necesidad de comer más debido a la pobreza nutricional de los alimentos ultraprocesados.
Lo cierto es que estos alimentos están llenos de componentes que generan un hambre artificial, con la consiguiente necesidad de comer a todas horas y el riesgo que suponen para la salud.
Tomas Santa Cecilia
Tomas Santa Cecilia
Psicologo Consultor: Master en Psicología Cognitivo Conductual
Algunos de los principales alimentos que debemos evitar son la bollería industrial, las patatas fritas industriales, los alimentos azucarados o con químicos excesivos y las bebidas carbonatadas.