Decálogo del psicólogo: requisitos éticos y profesionales de nuestra profesión

Ejercer en el campo de la psicología atendiendo pacientes requiere tener muy en cuenta la ética.

La psicología es un profesión en auge. Sin embargo, para ejercer de psicólogos no es suficiente con estudiar la carrera de psicología. Y es que trabajamos con personas, las cuales se van a ver afectadas en mayor o menor medida por nuestra actuación.

Por ello, el ejercicio de la profesión de psicólogo está sujeto a un gran número de consideraciones éticas y profesionales que deben ser tenidas en cuenta.

El decálogo del psicólogo

A continuación puedes ver un decálogo del psicólogo que de los principales requisitos éticos y profesionales a valorar.

1. Guiarse por los principios de beneficencia, no maleficencia y justicia

La tarea del psicólogo, independientemente de su campo de actuación, pasa por buscar el máximo beneficio para sus pacientes o clientes. Tenemos la obligación de actuar en búsqueda del bienestar de los demás, ayudándoles en la medida en que seamos capaces, y siendo este el principal motor de nuestra actividad profesional.

El principio de no maleficencia trabaja bajo el supuesto de que debemos abstenernos de hacer actos que perjudican a los demás. Sin embargo, en ocasiones para lograr el máximo bienestar posible es necesaria la aplicación de técnicas y procedimientos que van a hacer sufrir emocionalmente al cliente. Al fin y al cabo en muchos casos se trabajan aspectos que de por sí son dolorosos para el sujeto, y afrontarlos suele acarrear cierto padecimiento.

En estos casos una actuación profesional debe centrarse en que dicho sufrimiento no sea innecesario o que vaya a comportar unos beneficios para el cliente superiores al nivel de padecimiento.

Por último, debemos dejar nuestros prejuicios a un lado y tratar del mismo modo a todo aquel que entre en nuestra consulta. Si no somos capaces por algún motivo, conviene derivarlo a otro profesional.

2. Recuerda: somos personas que tratamos con personas

Estamos tratando con seres humanos y no con objetos, programas o productos. Puede parecer que ese punto es obvio, pero sin embargo es algo que a veces parece no acabar de tenerse en cuenta.

Es importante que quien acuda a nosotros se sienta atendido, comprendido y no criticado, y si bien es fundamental actuar objetivamente no debemos minusvalorar el posible sufrimiento de la persona ni lo que para ella es importante.

Ser objetivo y saber mantener la posición como profesional no implica necesariamente ser aséptico. Ello hace que los pacientes puedan sentirse poco aceptados y dificulta tanto la relación terapéutica como la adherencia a los tratamientos e intervenciones. Como decía Carl Jung, “domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana”.

3. No juzgues nunca a tu paciente

El cliente o paciente que llega a consulta va a abrirnos una puerta hacia su vida desde la cual vamos a poder visualizar partes más o menos profundas de su existencia, sus miedos y vivencias.

El paciente confía parte de su vida, sus pensamientos y creencias. Estas deben ser siempre respetadas, a pesar de que en algunos casos puedan confrontar frontalmente las propias. En caso de que el psicólogo o psicóloga no se vea capacitada para ello, debe derivar al cliente a otro profesional.

4. Respeta la confidencialidad de tus pacientes o clientes

La información que nos proporcionan los pacientes ha de ser, salvo decreto judicial o en caso de peligro grave para la vida del sujeto o de otros, totalmente confidencial. Se nos confían informaciones que en muchos casos no son compartidas con nadie más con el propósito de que ayudemos a mejorar el estado del sujeto.

En caso de que se pretenda utilizar la información recogida de alguna forma (por ejemplo de cara a la investigación o formación de profesionales) o incluso comunicarla a otros fuera del equipo que esté atendiendo al individuo, el paciente ha de dar su consentimiento previo.

5. Respeta la autonomía del paciente o cliente

Nunca debe tratar de imponerse la propia opinión sobre un sujeto. A pesar de que pensemos que determinadas actuaciones, técnicas o intervenciones puedan ser las más eficaces no deben intentar forzarse. El sujeto que acude a consulta tiene su propio sistema de valores, su propia agenda y en definitiva su propia vida, y no tenemos derecho a hacerles hacer algo que no quieran. Puede convencerse a la persona o ayudarla a tomar una decisión, pero al final quien ha de tomarla ha de ser él o ella.

6. Reconoce tus límites: no lo sabemos todo

No somos omnipotentes: es necesario ser honesto y reconocer los propios límites, reconocer nuestros errores e incluso nuestra falta de competencia para resolver casos concretos. Si algo nos sobrepasa podemos derivar a otro profesional que puede ayudar de mejor manera al individuo que acude a nosotros, puesto que nuestro objetivo debe ser en todo momento ayudarle y no reforzar nuestro ego.

Además, hay que tener en cuenta que la experiencia y el hecho de tener un amplio corpus de conocimientos puede en ocasiones hacernos confiados. Sin embargo, esta confianza no debe hacernos caer en el error de presuponer ni dar por hecho que lo sabemos todo.

Si bien los clientes pueden contarnos partes muy importantes de su vida y podemos formarnos una idea aproximada de cómo son y cómo actúan en su vida real, las circunstancias y elementos que rodean su día a día nos son en gran parte desconocidos.

7. Actúa con objetividad

Nuestros valores, gustos, creencias o incluso problemas personales no deben influir en ningún momento ni deben sesgar nuestro trabajo.

Debemos permanecer objetivos y conocer cuál es nuestro papel como profesionales. Ayudamos a la persona para que sea capaz de tomar decisiones respecto a su vida, poniéndonos en su lugar y teniendo en cuenta su punto de vista.

8. Recuerda para qué trabajas. Lo importante es el usuario.

Hay que tener en cuenta que las personas que acuden a consulta están buscando algún tipo de ayuda profesional. Lo que debe primar siempre es, como ya hemos dicho anteriormente, su bienestar. Hemos de trabajar con este objetivo.

No serán buenos psicólogos aquellos cuya principal motivación para ejercer sean aspectos como lo económico, el reforzamiento de su ego a través del poder sobre otros o la resolución de carencias personales propias.

9. Seamos competentes: es necesario formarse y actualizarse continuamente

Tener una formación base es necesario para poder ejercer, pero sin embargo no es suficiente si lo que queremos es que nuestra actuación sea eficaz y eficiente. La psicología es una disciplina en la que se van produciendo avances de forma continuada.

Al igual que ocurre con la educación y la medicina, es necesario que los psicólogos estén al tanto de los diversos avances, estudios y técnicas generadas. Ello es imprescindible a la hora de ofrecer el mejor servicio posible a los clientes, permitiendo utilizar las técnicas más eficaces y ajustar las metodologías empleadas a las necesidades y circunstancias de cada sujeto a tratar.

Además, debemos tener en cuenta que hemos de ser competentes a la hora de ejercer. No podemos hacer lo que nos venga en gana. No estamos ante cobayas humanas: lo que propongamos debe tener base empírica y eficacia comprobada, además de estar dirigido hacia un objetivo concreto. Las personas deben ser informadas de qué se va a hacer y qué resultados pueden esperarse de la intervención.

10. Respeta y quiere tu profesión

Como psicólogo, estás representando a un sector profesional que trabaja duramente con el fin de ayudar a sus semejantes a mejorar diferentes ámbitos de sus vidas.

Tu trabajo va a tener grandes repercusiones en la vida de aquellos que trates. Respeta tu papel y ten en cuenta su importancia. Además, evita en lo posible dañar la profesión o la contribución de otros profesionales.

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Oscar Castillero Mimenza. (2017, marzo 27). Decálogo del psicólogo: requisitos éticos y profesionales de nuestra profesión. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/decalogo-psicologo

Psicólogo en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Clínica

Barcelona

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Máster en Psicopedagogía con especialización en Orientación en Educación Secundaria. Cursando el Máster en Psicología General Sanitaria por la UB.

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