El peligro ya pasó. Ya no estás en esa situación extrema, ya no corres riesgo, ya no deberías sentir miedo. Y sin embargo, tu mente no se ha enterado. Vives en alerta constante, saltas ante el más mínimo ruido, revives escenas como si estuvieran ocurriendo de nuevo. No puedes dormir, no puedes relajarte, no puedes confiar. ¿Te resulta familiar?
El estrés postraumático (TEPT) es una respuesta del cerebro que quedó atrapado en la amenaza. Aunque la situación que lo desencadenó haya quedado atrás, la mente y el cuerpo siguen reaccionando como si el peligro fuera inminente. No es un simple recuerdo doloroso, es una reexperimentación constante del trauma.
Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Cómo se queda el miedo grabado de una forma tan intensa? Y, lo más importante, ¿se puede salir de este estado de hipervigilancia y angustia? Hoy quiero hablarte de cómo el TEPT afecta la vida diaria y qué estrategias pueden ayudar a recuperar el control.
Cuando la amenaza se queda en el cuerpo y la mente
El TEPT no es solo un trastorno que afecta a soldados que han estado en guerra. También lo sufren víctimas de abuso, accidentes graves, violencia, desastres naturales o cualquier experiencia que haya puesto en jaque la sensación de seguridad (no solo estoy hablando de la seguridad física). Es una herida invisible, pero con consecuencias muy reales.
El problema es que el trauma no solo deja una marca en la memoria, sino que reconfigura la forma en que el cerebro procesa el miedo y la seguridad. La amígdala, la parte del cerebro encargada de detectar el peligro, sigue hiperactiva, enviando señales de alerta incluso cuando no hay amenaza real. El sistema nervioso se mantiene en un estado de lucha o huida constante.
Esto explica por qué algunas personas con TEPT pueden reaccionar con pánico ante un ruido fuerte, evitar ciertos lugares o situaciones sin saber bien por qué, o sentirse desconectadas de la realidad cuando un recuerdo del trauma las invade de repente.
Las manifestaciones del TEPT en la vida cotidiana
El estrés postraumático no solo se manifiesta en flashbacks o pesadillas. Sus síntomas pueden infiltrarse en la vida diaria de muchas maneras:
1. Hipervigilancia constante
Tu cuerpo está en modo alerta máxima. Saltas ante el más mínimo ruido, te cuesta relajarte y siempre sientes que algo malo está por suceder.
2. Evitación extrema
Haces todo lo posible por no recordar lo ocurrido. Evitas lugares, personas, conversaciones y hasta pensamientos que puedan llevarte de vuelta al trauma.
3. Desconexión emocional
A veces sientes que no estás realmente presente, como si vieras la vida desde fuera. Puede ser una sensación de vacío o de que nada te importa realmente.
4. Cambios de humor e irritabilidad
Tienes poca paciencia, te enojas con facilidad o experimentas cambios de humor abruptos. Cualquier cosa puede parecerte una amenaza, incluso cuando sabes que no lo es.
5. Pesadillas y problemas de sueño
Dormir deja de ser un descanso y se convierte en un campo de batalla. Los recuerdos vuelven en forma de pesadillas y, aunque intentes evitarlos, el cuerpo sigue reaccionando.
¿Cómo recuperar el control cuando la mente sigue atrapada en el pasado?
La buena noticia es que el cerebro, aunque haya quedado atrapado en el trauma, también tiene la capacidad de sanar. Pero para lograrlo, no basta con “pasar página” o “dejar de pensar en ello”. Se necesita un trabajo consciente para enseñarle al cuerpo y a la mente que el peligro terminó.
1. Terapia especializada
No todas las terapias funcionan igual con el TEPT. Las más efectivas suelen ser aquellas que trabajan directamente con el procesamiento del trauma, aunque esto siempre deberá valorarlo el profesional con el que estés trabajando.
2. Trabajo con el cuerpo
El trauma no solo vive en la mente, sino en el cuerpo. Ejercicios de regulación del sistema nervioso, como el yoga, la respiración diafragmática o la terapia somática, pueden ayudar a calmar la respuesta de lucha o huida.
3. Reescribir la narrativa del trauma
Hablar del trauma con un terapeuta puede ser difícil, pero es una forma de recuperar el control sobre la historia. No se trata de revivir el dolor, sino de resignificar la experiencia para que deje de tener poder sobre ti.
4. Recuperar la sensación de seguridad
El cerebro traumatizado necesita señales claras de que el peligro ya no está. Establecer rutinas, rodearte de personas seguras y encontrar espacios de calma son pasos clave para reconstruir esa sensación.
5. Evitar la autoinvalidación
No, no estás exagerando. No, no es que “deberías superarlo ya”. El trauma no se mide por la gravedad del evento, sino por el impacto que tuvo en ti. Darte permiso para sanar a tu propio ritmo es fundamental.
El estrés postraumático es una batalla silenciosa que muchas personas afrontan cada día. No se trata solo de recuerdos dolorosos, sino de un sistema nervioso atrapado en la amenaza, de una mente que aún no ha entendido que el peligro terminó.

Dra. Iratxe López Psicología
Dra. Iratxe López Psicología
Psicóloga Clínica
Si te has sentido identificado con lo que hemos hablado hoy, quiero que recuerdes algo: no estás solo y no estás roto. Tu cerebro hizo lo que creyó necesario para protegerte en su momento, pero ahora es hora de enseñarle que puede bajar la guardia.


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